André Gorz, un adelantado del ecologismo

Periodista y teórico de la evolución del capitalismo, André Gorz fue, junto Herbert Marcuse e Ivan Illich, uno de los fundadores de la ecología política.

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Marzo 2023 / 111

Nacido hace 100 años en Viena, Gerhart Hirsch (9 de febrero de 1923-22 de septiembre de 2007) firmaba sus artículos de prensa con el nombre de Michel Bosquet y sus escritos filosóficos y políticos, con el de André Gorz. Bajo este seudónimo, su denuncia del capitalismo, marcada al principio por el marxismo, evolucionó a partir de la década de1970 hacia convicciones antiproductivistas y antiutilitaristas fundadoras de la ecología política.
Tras un ensayo de autoanálisis existencial titulado El traidor  (Montesinos, 1990), publicado en Francia en 1958 con un elogioso prefacio de Jean-Paul Sartre, Gorz publicó en 1959 La morale de l'histoire (Historia y enajenación, Fondo de Cultura Económica, 1964). Luego, como él mismo dice, “traspasa las obras de Marx”. Desarrolla una crítica del marxismo intentando responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que una clase (el proletariado) pueda estar destinada a liberarse a sí misma y, al hacerlo, emancipar a todas las esferas de la sociedad? 
 

Prosperidad alienante
Estrategia obrera y neocapitalismo (Era, 1969), publicado en Francia en 1964, le lleva a prestar cada vez más atención a los movimientos sindicales. Elabora un “reformismo radical” intentando teorizar las “reformas revolucionarias” en Le socialisme difficile, en 1967 y, después, en 1969, en Réforme et révolution. También en este periodo publica en la revista Les temps modernes, de la que es director político, los textos emblemáticos de los marxistas críticos italianos de Lotta Continua  e Il Manifesto.
Simultáneamente, a comienzos de la década de 1970, Gorz entra en una nueva fase de reflexión teórica, fruto de una serie de encuentros importantes. En primer lugar, el encuentro con Herbert Marcuse, con el que llevará a cabo el combate intelectual encaminado al surgimiento de la denominada Nueva Izquierda, contraria al marxismo leninismo. En contacto con Marcuse, Gorz se desprenderá de un cierto obrerismo. En la sociedad de la abundancia que, poco a poco, se ha ido estableciendo en la década de 1960, el sujeto revolucionario ya no tiene que hacer frente a la condición proletaria (de hecho, menos importante), sino a la prosperidad alienante.
Después, en 1973, tiene lugar su encuentro con Ivan Illich. Nacido también en Viena, Illich va a ejercer una creciente influencia sobre el pensamiento de André Gorz, que le llevará a agudizar su crítica a un industrialismo cuyos méritos sigue alabando la izquierda, especialmente desarrollando los conceptos de “contraproductividad” y de “monopolio radical”.
A partir de entonces, Gorz situará en el centro de su reflexión teórica el problema de la autonomía del individuo, condición indispensable para una auténtica transformación de la sociedad. Illich le proporciona los elementos para escribir Ecología y política (Ediciones 2001, publicado en 1980) y Ecología y libertad (Gustavo Gili, 1980), textos fundamentales de la ecología política contemporánea que firmará con sus dos seudónimos: Michel Bosquet y André Gorz. 
A partir de ese momento, el periodista y el teórico serán ya indisociables para el gran público. Participa en la fundación de la sección francesa de Amigos de la Tierra, en 1971. Sus textos intentan ser un acercamiento entre sus análisis críticos del marxismo y la ecología. 
 

Contra el modelo de consumo
De este modo, mediante la crítica al modelo de consumo opulento que caracteriza a las sociedades contemporáneas, Gorz se convierte en un “adelantado del ecologismo”, como él mismo afirmaba. Y considera que no es el imperativo ecológico el que lleva a la ecología política, pues, como dice en  Ecológica (Clave intelectual, 2012), “este imperativo puede llevarnos tanto a un anticapitalismo radical como a un fascismo verde”. En su opinión, es partiendo de la crítica al capitalismo como se llega inevitablemente a la ecología política “que, con su indispensable crítica de las necesidades, lleva a su vez a profundizar y radicalizar aún más la crítica al capitalismo”.
En 1980 publica uno de sus libros más conocidos por el gran público, Adiós al proletariado. Más allá del socialismo (Ediciones 2001, publicado en 1980). La obra suscita vivos debates en el seno de la izquierda y del mundo sindical. Gorz piensa que el movimiento obrero ha dejado de ser el lugar donde elaborar un pensamiento poscapitalista, que la izquierda está encerrada en una auténtica religión del proletariado de la que es urgente salir. Según él, no tiene sentido afirmar que el proletariado es portador del sentido de la historia si no se demuestra, al mismo tiempo, que se trata del sentido correcto. 
 

La desconexión de los trabajadores
En 1983, Gorz se retira de la vida pública. Deja la redacción de Temps modernes, a la vez que Michel Bosquet se jubila del Nouvel Observateur. Decide dedicarse a atender a Dorine Keir, su compañera de siempre, aquejada de una enfermedad degenerativa, a la vez que sigue con sus reflexiones teóricas. De hecho, en este nuevo contexto escribirá cerca de un tercio de toda su obra. 
Su crítica del sistema de producción y de consumo le lleva a la del trabajo. Observa una creciente desconexión entre las capacidades que poseen los trabajadores y el interés de los empleos a los que están abocados. Esta situación le conduce a cuestionar de nuevo el sistema de producción y sus valores. Y percibe el surgimiento de lo que denomina la “no clase de los no trabajadores”. En su opinión, a ella no pertenecen los que no tienen trabajo, sino más bien los que ya no pueden identificarse con su trabajo asalariado y reclaman no tanto “un empleo mejor”, sino una vida en la que las actividades que cada uno decida llevar a cabo estén por encima del trabajo impuesto. Se puede comprobar la increíble anticipación de Gorz a lo que hoy observamos bajo la denominación de quiet quitting, o la renuncia silenciosa.
En Los caminos del paraíso (Laia, 1986), prolonga su reflexión sobre lo que podría ser el socialismo. La tesis central de esta obra es la creación de lo que él llama una “renta social”. El derecho a recibirla y su montante no deben depender de la evolución del tiempo de trabajo que se exige a cada uno. Según él, la mutación tecnológica en curso hace posible esa evolución. Pero añade que esa mutación no es “deseable y liberadora per se”. Lleva en sí una posibilidad liberadora “que no se actualizará a no ser que se decida sacar partido de ella”. Para Gorz, la garantía de una renta social es uno de los medios de lograrlo. Esa propuesta proporciona a nuestras sociedades industriales una brújula, una visión de futuro que han perdido.

Aumento de las desigualdades
Búsqueda del sentido será el subtítulo de su siguiente libro, Metamorfósis del trabajo (Sistema, 1995). En él distingue entre las actividades cuya remuneración confirma su sentido y aquellas en las que lo destruye. El hecho de comprar en lugar de producir uno mismo no debe tener más que una justificación: la del tiempo ganado. El desarrollo de los servicios, especialmente el de la prestación de servicios a las personas, hace que una parte creciente del intercambio comercial consista en comprar los servicios de otro para que, mediante dinero, este realice lo que uno no quiere hacer.
Esta lógica crea, así, lo que él denomina “empleos de servidores”. Para Gorz, el desarrollo de este tipo de empleos no tiene ningún sentido porque no se traduce en ningún aumento de eficacia. Además, para que esa lógica pueda funcionar, es necesario que aumenten las desigualdades de suerte que las categorías más acomodadas puedan permitirse los servicios de otras categorías sociales fragilizadas y precarizadas. 
En 1997, da un paso más en ese sentido. En Miserias del presente, riqueza de lo posible (Paidos, 1988), defiende la instauración de lo que pasará a denominar una “renta de existencia”, o renta básica universal, es decir, una renta suficiente garantizada a cada individuo incondicionalmente. “Persistir en remunerar únicamente a las personas por su tiempo de trabajo inmediato es absurdo”. A la sociedad salarial debe, pues, suceder, “una sociedad de actividades múltiples; en la que producir no sea el fin dominante y en la que la discontinuidad en el trabajo no provoque precariedad ni inseguridad”.
La instauración de una renta básica universal suficiente es el único modo, según Gorz, de dar vida a esa sociedad posindustrial. Es una tesis sobre la que vuelve en 2003 en su último ensayo publicado en vida: L’immatériel. Pero, añade a título de advertencia en Ecológica , una recopilación de textos publicada en 2008, pocos meses después de su suicidio: “No creo que la renta básica pueda introducirse gradual y pacíficamente mediante una reforma decidida desde arriba".
Acercándose a la corriente de los teóricos de la crítica del valor, Gorz pone punto final a su obra teórica con esta afirmación que tiene tintes de testamento: “Nunca ha estado de más actualidad la salida del capitalismo. Se plantea en unos términos, y con un apremio, de una radical novedad.
Por su desarrollo mismo, el capitalismo ha alcanzado un límite, tanto interno como externo, que es incapaz de superar y que hace de él un zombi que sobrevive enmascarando con subterfugios la crisis de sus categorías fundamentales: el trabajo, el valor, el capital.”
Y concluye en un último texto publicado por la revista EcoRev (y reproducido en Ecológica): “La salida del capitalismo tendrá lugar sí o sí, de un modo civilizado o bárbaro. La única cuestión es la forma que tomará y la cadencia con la que se llevará a cabo”.
El 22 de septiembre de 2007, Gérard Horst y su compañera Dorine se suicidan juntos tras 60 años de vida en común: un último gesto de libertad.