Memoria del Frente Popular

España y Francia ensayaron a partir de 1934 fórmulas inéditas y exitosas de colaboración de las izquierdas que perviven en el imaginario progresista

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Septiembre 2024 / 127

El acceso de Hitler al poder en Alemania, en enero de 1933, alertó a la izquierda y estimuló la deriva autoritaria y profascista de las extremas derechas europeas. En la izquierda una primera reacción fue el gradual abandono de la hostilidad entre socialdemócratas y comunistas, una hostilidad exacerbada desde finales de la década de 1920, cuando la Internacional Comunista sostenía que el enemigo principal era la socialdemocracia, a la que etiquetó de “socialfascismo”, a la vez que el Gobierno socialdemócrata del land de Prusia, en Alemania, reprimía con sangre las movilizaciones comunistas. Con Hitler en el poder se puso en evidencia cuál era el enemigo común.

En España, en las elecciones generales de finales de 1933, el PCE se sumó a una candidatura de Frente Único Antifascista en Málaga, junto con el PSOE y una escisión de izquierdas del Partido Radical, y obtuvo su primer diputado propio: Cayetano Bolívar.

En Francia, en febrero de 1934, el intento de asalto a la Asamblea Nacional por parte de la extrema derecha para exigir un régimen autoritario dio lugar a una movilización de socialistas y comunistas que empezó por separado y acabó convergiendo. El encuentro en las calles francesas impulsó una dinámica unitaria que fue ya irreversible. Esa movilización pudo frenar aquel primer asalto a la democracia en Francia, pero no conjurar el peligro del avance de las fuerzas autoritarias y profascistas, reforzado por la deriva hacia ellas de una parte de la derecha tradicional.

Cuando se firmó el pacto germano-polaco de enero de 1934, Stalin lo interpretó como una amenaza directa contra la URSS y asumió que la Alemania nazi se había convertido en el enemigo principal de la URSS y el fascismo, en el enemigo principal del movimiento comunista. El líder soviético buscó dinamizar la política comunista, estancada en el sectarismo de la confrontación con la socialdemocracia, y en abril de 1934 promovió a Dimitrov a la dirección de la Internacional Comunista en Europa para desarrollar una nueva línea unitaria antifascista que impuso sin reservas.

Antifascismo

En julio de 1934 socialistas y comunistas firmaron un pacto de unidad de acción en Francia; y en septiembre el PCE ingresó en las Alianzas Obreras, promovidas por el socialista Largo Caballero y un grupo comunista catalán disidente liderado por Joaquín Maurín. La línea del antifascismo se configuró inicialmente como un frente obrero. El desarrollo luego respondió a las dinámicas políticas de Francia y España, donde al tiempo que la unidad obrera había enraizado se mostraban las limitaciones para hacer frente al avance del autoritarismo y el fascismo, de manera singular en el fiasco de la insurrección de las Alianzas Obreras en España, de octubre de 1934, que pretendía impedir el acceso de la extrema derecha —la CEDA de Gil Robles— al Gobierno del radical Lerroux. La lucha contra el fascismo requería asumir la defensa de la democracia, incluso liderarla, y atraer a las clases medias a esa defensa.

La ampliación de la unidad antifascista y su focalización en la defensa de la democracia fue producto de las dinámicas políticas nacionales y de las lecturas que determinados dirigentes hicieron de ella. En octubre de 1934 Maurice Thorez, secretario general del PC Francés, propuso al Partido Radical sumarse a la movilización de comunistas y socialistas en un frente común, que calificó de “popular”. Lo hizo por propia iniciativa y con poco éxito en ese momento; su propuesta no fue aceptada por la dirección de la Internacional Comunista hasta el 15 de enero, ante la oposición de una parte de ella encabezada por Bela Kun. La recepción inicial de socialistas y radicales fue fría.

No obstante, la evolución de la política francesa, con el giro de Pierre Laval orientándose hacia el acuerdo con Mussolini y la tolerancia hacia Hitler y adoptando una política deflacionista dura y el apoyo a los grupos fascistas en su confrontación con la izquierda, dieron la razón a Thorez. Su propuesta fue ganando apoyo entre socialistas y radicales y también en organizaciones históricas de la sociedad civil francesa, como la Liga de Defensa de los Derechos del Hombre. El manifiesto conjunto de partidos, sindicatos y entidades del 14 de abril de 1935 fue, de hecho, el acto de constitución del Frente Popular en Francia, que se formalizó como candidatura para las elecciones legislativas de abril-mayo de 1936.

En España, la expectativa de elecciones generada por las luchas internas del gobierno Lerroux-Gil Robles, planteó en las izquierdas la cuestión de las alianzas bajo la influencia del proceso francés. Frente a la posición de Largo Caballero, que solo aceptaba una alianza de frente obrero, y la de Azaña, que instaba a la reactivación de la alianza republicano-socialista, Prieto propuso una alianza amplia que incluyera a republicanos, socialistas y comunistas, apoyada desde un principio por el PCE, que llamó a asistir masivamente al mitin de Azaña en Madrid el 20 de octubre de 1935. Largo Caballero acabó aceptando la alianza amplia en nombre de la amnistía para los represaliados por los sucesos de octubre, y Azaña abandonó su inicial hostilidad hacia los comunistas. La disolución anticipada de las Cortes, en diciembre de 1935, aceleró las negociaciones para la adopción de un manifiesto programa del Frente Popular en España, centrado en la amnistía y la recuperación de las reformas sociales del primer bienio republicano de 1931-1933.

Mejoras para las clases populares

Las victorias electorales del Frente Popular en España, el 16 de febrero, y en Francia, el 3 de mayo, pusieron de manifiesto su eficacia para frenar el avance del autoritarismo y el fascismo. El éxito estimuló una movilización social a la que los gobiernos frentepopulistas de Azaña y Leon Blum respondieron con mejoras para las clases trabajadoras: en España, el impulso de la reforma agraria y de la distribución de tierras no cultivadas para ser explotadas por jornaleros y campesinos pobres, así como la reactivación de la negociación colectiva y el impulso a la jornada de 44 horas; en Francia, el reconocimiento pleno de la negociación colectiva, la defensa del derecho a huelga, la ley de 40 horas y la ley de vacaciones pagadas de 15 días al año. Fueron primeras muestras de una nueva política de reformas sociales que conviconvertiría a las clases populares en las principales defensoras de la democracia. El impacto histórico quedó reflejado en el recuerdo del frentepopulismo como una de las principales propuestas de la izquierda europea del siglo XX, con una fuerza en el imaginario progresista que pervive, como se ha comprobado con la candidatura del Nuevo Frente Popular en Francia en las últimas elecciones.