Molière, empresario teatral

El brillante actor y dramaturgo no habría sido nada sin sus facetas de director de compañía y productor de espectáculos.

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Enero 2023 / 109
Molière
Cuando Molière hace del teatro su oficio, en 1643, con 21 años, ha calculado muy bien el riesgo: desde hace unas décadas, el teatro se ha convertido en un apreciado entretenimiento para la corte, los nobles y los burgueses a pesar de que la Iglesia sigue condenando el oficio de comediante. Los actores y actrices más conocidos proceden de la burguesía acomodada, como el propio Molière. Y es fácil que surja una compañía de teatro gracias al apoyo de un noble que la pone a su servicio.
 
Inicios accidentados
Molière no se lanza en solitario a la creación del Ilustre Teatro de París. Le acompaña una actriz experimentada, Madeleine Béjart. La compañía sabe que, para tener éxito frente a sus dos principales competidores (el Hotel de Bourgogne y el Teatro del Marais), hay que invertir mucho dinero: para transformar una sala de juego de pelota en un gran teatro, para pagar a actores famosos, a otros actores y a múltiples artesanos. A pesar del apoyo de Gaston de Orleans, hermano de Luis XIII, la compañía, que al principio tiene éxito, no logra hacer frente a la competencia y acumula las deudas. Por no pagar a un comerciante de velas y a un proveedor de vestuario, Molière es detenido y encarcelado a comienzos de agosto de 1645, y solo es liberado gracias a la ayuda económica de su padre y de la familia de Madeleine.

Escandalizar, estar pegado a la  actualidad y ofrecer montajes espectaculares sirve para aumentar los ingresos

 
Su relanzamiento tiene lugar en provincias, siempre junto a Madeleine, y en cooperación con una compañía ya consolidada de la que pronto pasa a ser director. Los 13 años siguientes, hasta el regreso a París, no transcurren, como dice la leyenda romántica, interpretando en teatros ambulantes, sino en palacios y en las mejores salas de provincias —especialmente en Lyon— y bajo la protección de diversos nobles, entre los cuales, en 1665, un príncipe que le garantiza encargos y publicidad. Molière sabe utilizar esas relaciones y no dejar escapar las oportunidades: a través del conde de Aubijoux, la compañía es invitada a actuar en la reunión de los Estados del Languedoc (la asamblea regional que vota los impuestos) “por sustanciosas sumas. Director financiero y director artístico, a Molière le interesa también crear sus propias obras: El atolondrado, interpretada en Lyon en 1655, y El despecho amoroso, interpretada en Béziers en 1657.
 
A la conquista de París
Gracias a su reputación en provincias, la compañía, de vuelta a París, es patrocinada por Monsieur, hermano del rey, y goza de bellos escenarios. Triunfa con el primer gran éxito del Molière dramaturgo, Las preciosas ridículas. Los personajes rompen con las normas sociales de la época, la obra se burla de las modas literarias y trata con humor temas sociales: unos trucos para tener éxito que, junto con el desengaño amoroso, Molière utilizará en muchas comedias posteriores. Y éxito significa unos ingresos nada desdeñables:  Las preciosas recauda 533 libras el día de su estreno y hasta 1.400 libras un mes después. Los actores ganan un salario de 40 a 100 veces superior al de un obrero cualificado. Molière tiene doble paga, una especie de derechos de autor.

Molière se preocupa también por un importante producto derivado: la edición de sus obras en forma de libro

 
La Grange, que tras la muerte de Molière, el 17 de febrero de 1673, pasará a ser el director de la compañía, lleva, desde 1659 hasta 1685, un registro de los ingresos y los gastos del grupo. Aunque contienen errores e imprecisiones, es sin duda un testimonio de la atención que presta Molière al aspecto financiero desde la quiebra del Ilustre Teatro. Una compañía de teatro es una empresa con muchos gastos materiales y una multitud de personas, además de los actores y músicos, a las que pagar. Sobre todo, cuando se quiere ofrecer un gran espectáculo: además de los encargados del vestuario, obreros, comerciantes de velas, etcétera, en ocasiones se contrata a marineros para que manipulen las cuerdas de unos decorados monumentales. Para que la empresa funcione, es necesario tener los ingresos a la altura de los gastos y no contar solo con lo que dan los mecenas, aunque se trate del mismísimo rey.  
Las obras de Molière, de las que su compañía tiene el monopolio, son muy esperadas y el público se precipita a verlas el día de su estreno. El récord de ingresos —2.860 libras— se alcanza en el estreno de la tercera versión de Tartufo en 1667, con su texto hábilmente modificado para esquivar la censura religiosa. Provocar escándalo, estar pegado a la actualidad y ofrecer montajes espectaculares —Psique, Don Juan— sirve para aumentar los ingresos. El talento hace el resto.
Molière se preocupa también por un importante producto derivado: la edición de sus obras. El libro, como analiza en un estimulante capítulo el Atlas Molière, constituye una mercancía muy activa en el siglo XVII. El mercado no está bien regulado. Molière se pelea con unos editores-libreros que publican Las preciosas ridículas y, después, El cornudo imaginario, sin su autorización y sin pagarle. Hace que compitan entre sí y confía, en 1666, la impresión de El misántropo a un francotirador para castigar a los impresores de palacio por publicar más obras sin su autorización. No se sabe el montante del acuerdo, pero es seguro que el dramaturgo estaría muy pendiente de él: la publicación del texto garantiza de inmediato una publicidad para la representación teatral y la posibilidad de que el autor no sea olvidado y sus obras se sigan representando en el futuro. Es una esperanza que no se verá defraudada.
 

 

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Grabado de El enfermo imaginario
Grabado de El enfermo imaginario
La comedia del dinero
El dinero es el centro de El avaro y otras obras de Molière que se hacen eco de transacciones materiales o simbólicas. Sus personajes se guían por un amor propio… que, en ocasiones, no tiene precio. El señor Jourdain, el burgués gentilhombre, está dispuesto a vaciar su bolsillo para que le llamen “su excelencia”. 

Es muy común que los personajes de Molière se dediquen a todo tipo de tejemanejes para lograr a buen precio la mayor cantidad posible de bienes o servicios. En El enfermo imaginario, Argan critica las cuentas de su farmacéutico: “¡Ah, señor Fleurant, poco a poco, abusando de este modo, no habrá nadie que quiera estar enfermo!” Pero, fundamentalmente, las negociaciones financieras giran en torno al matrimonio o la herencia: en El casamiento forzoso, la joven Dorimène prepara su boda con el señor Sganarelle, de 53 años, del que espera que muera pronto y reconoce que ha aprovechado esa ocasión para vivir con holgura; el joven Horace, en La escuela de mujeres, considera que el dinero es la clave que todo lo mueve, y que ese dulce metal, que embriaga a tantos, favorece las conquistas tanto en el amor como en la guerra.

Al público de Molière, ricos burgueses y nobles, le divierte ese espejo que se le tiende. Molière no solo defiende una concepción moral del dinero, factor de ilusiones y pasiones nefastas, sino que también constata el auge del interés privado egoísta (motor del futuro capitalismo liberal).