Los orígenes de la leyenda sobre los judíos y el dinero

El cuento sobre quién inventó la letra de cambio, carente de base histórica, se inscribe en un momento crucial de la historia del antisemitismo, entre la figura medieval del judío usurero y la del gran financiero cosmopolita del siglo XXI

Comparte
Pertenece a la revista
Febrero 2024 / 121
Mercaderes

Ilustración
Wikimedia Commons

Audioplayer Icon
Escucha el artículo

La persistencia de los prejuicios antisemitas es asombrosa. En su informe de 2022, la Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos de Francia señala que el 38% de los franceses encuestados considera que los judíos tienen una "relación especial con el dinero", cifra que se eleva al 54% entre los partidarios de Agrupación Nacional (RN, en sus siglas en francés), el partido ultraderechista liderado por Marine Le Pen.

Desde la Edad Media, la idea de que los judíos tienen un gusto especial por el dinero ha alimentado todo tipo de fantasías y acusaciones. En el siglo XIX, antijudaísmo y anticapitalismo se superpusieron, por ejemplo, en la obra de Alphonse Toussenel, autor del panfleto de 1845 Les Juifs rois de l'époque. (Los judíos, reyes de la época).

¿Cómo comprender la persistencia de estos estereotipos y su reactivación regular, a pesar de la historia trágica del siglo XX y de todos los programas de lucha contra el racismo y el antisemitismo que se pusieron en marcha tras la Segunda Guerra Mundial?

En su reciente libro The Promise and Peril of Credit (La esperanza y el riesgo del crédito), la historiadora Francesca Trivellato, profesora de la Universidad de Princeton, exhuma una leyenda antijudía, hoy olvidada, que encontró un amplio eco entre mediados del siglo XVII y el inicio del siglo XX. La leyenda aparece por primera vez en 1647 bajo la pluma de Étienne Cleirac, abogado en el Parlamento de Burdeos, en su obra Us et coustumes de la mer. (Usos y costumbres de la mar). Especialista en derecho marítimo, Cleirac atribuye a los judíos la invención de la letra de cambio, así como la de los seguros marítimos. Se trata de un instrumento financiero utilizado desde la Edad Media para transferir y convertir fondos de un lugar de negocios a otro.

El origen de la leyenda

Estos minúsculos pedazos de papel con algunas firmas permitieron el florecimiento del comercio europeo entre las ciudades italianas, en Flandes, en las grandes ferias y en los puertos de la fachada atlántica.

El relato de Cleirac pretende ser preciso y detallado, pero carece de base histórica real. Según él, los judíos inventaron la letra de cambio tras sus sucesivas expulsiones del reino de Francia (entre los siglos VII y XIV) para poder transferir su dinero y seguir disfrutando de sus beneficios (una historia de evasión fiscal antes de tiempo).

La letra de cambio siempre ha fascinado, por su capacidad alquímica de mover y transformar el dinero a través de las fronteras, a todos los elementos característicos del pensamiento antisemita. En realidad, como suele ocurrir en la Historia, la letra de cambio no tuvo un inventor preciso o fácilmente identificable; fue desarrollada y perfeccionada entre los siglos XIV y XVI por mercaderes italianos y flamencos.

Pero el mito, narrado en el contexto de una austera obra de derecho marítimo, se popularizó más tarde al incluirse en uno de los manuales de comercio más leídos de la época, Le Parfait Négociant (El comerciante perfecto), de Jacques Savary, publicado en 1675. A partir de entonces circuló por gran parte de Europa y se convirtió en un lugar común del conjunto de manuales prácticos para comerciantes que formaban el corpus conocido como Ars Mercatoria.

Ya nadie sabe a ciencia cierta de dónde procede la leyenda (y Francesca Trivellato se merece el reconocimiento de haber identificado su probable fuente), pero se sigue repitiendo, y se tiene por cierta, hasta tal punto que se ha convertido en un tópico en las representaciones corrientes de la génesis del comercio europeo.

Discriminación

La longevidad de esta "leyenda", como la autora opta  por llamarla, se explica por la pluralidad de sus usos y el misterio que la rodea. Incluso aquellos pensadores que pretenden ofrecer una lectura positiva de la misma —léase alabar la inventiva financiera de los judíos en lugar de denigrarla— contribuyen a afianzarla, perpetuando así el aislamiento de los judíos con respecto al resto de la población.

Imagen
Casa Rothschild
Casa Rothschild en el Judengasse ('Pasaje de los judíos') de Fráncfort. Foto: Wikimedia Commons

Este es el problema de los estereotipos: aunque podemos intentar convertirlos en una ventaja para aquellos a los que van dirigidos (y algunos autores judíos no dudaron en reivindicar con orgullo la invención de la letra de cambio como una de las contribuciones de la comunidad judía a la civilización), la estructura narrativa que los sustenta, así como su elemento de invención, siguen perpetuando la exclusión y la discriminación.

En el siglo XVIII, la leyenda adoptó dos formas aparentemente contradictorias, al impregnar los escritos de filósofos y economistas. En El espíritu de las leyes (1748), Montesquieu hizo suya la leyenda, pero la acompañó de una interpretación positiva que celebraba el papel de los judíos en el advenimiento de la sociedad mercantil. Al mismo tiempo, otros autores cultivaron la leyenda negra de la letra de cambio, asociada a los rasgos de codicia y perfidia con los que se asociaba constantemente a los mercaderes judíos.

Francesca Trivellato no se limita a desenterrar las distintas versiones textuales de la leyenda, en un vasto corpus que se extiende de Francia al Sacro Imperio Romano Germánico, pasando por Inglaterra e Italia. La sitúa en los contextos sociales de la época, marcados por el auge de las prácticas crediticias entre numerosos grupos sociales, que suscitaron tanto fascinación como repulsión, en particular durante las crisis financieras acaecidas entre 1710 y 1720.

El momento clave 

El desplazamiento de los límites morales entre lo que es lícito y lo que no lo es, con el telón de fondo de la condena de la usura por parte de la religión cristiana, explica el uso recurrente de la figura del judío como encarnación de la inmoralidad del crédito. Escritores, mercaderes y comerciantes de distintas comunidades se justificaban o condenaban a los demás para legitimar sus propias prácticas.

En el siglo XIX, la leyenda pasó a formar parte del debate sobre los orígenes del capitalismo (palabra que no comenzó a usarse hasta mediados del siglo)y sus vínculos con las creencias y comunidades religiosas. Karl Marx, Max Weber y Werner Sombart mencionaron la leyenda, pero no la utilizaron del mismo modo.

La referencia de Marx es más metafórica, mientras que Weber resta importancia a la contribución judía al desarrollo del capitalismo moderno en favor de la ética protestante. Werner Sombart, en Los judíos y la vida económica, publicado en 1911, recurre a los estereotipos más manidos para apuntalar su condena de la inmoralidad del capitalismo. Basándose en un simple instrumento financiero que en gran medida había caído en desuso en el siglo XIX, estos autores construyeron relatos sobre los orígenes del capitalismo que entrelazan religión, moralidad y poder.

Del usurero a los Rothschild

La leyenda del judío que inventó la letra de cambio, que no tiene ninguna base histórica, se inscribe en un momento crucial de la historia del antisemitismo, entre la figura medieval del usurero judío, sospechoso por sus actividades de prestamista, y la del gran financiero internacional y cosmopolita, como los Rothschild, en el siglo XIX. En el siglo siguiente, no fue tanto la letra de cambio lo que obsesionó a los antisemitas como la identificación más amplia entre judíos, finanzas y mercado de valores.

La profunda investigación de Trivellato, modélica en su género, combina hábilmente la exégesis de los textos con el análisis del contexto social y político en que se produjeron. Más allá de su tema aparentemente técnico y circunscrito, nos invita a reflexionar sobre la forma en que el antisemitismo se ha transmitido y reconfigurado a lo largo de los siglos.

Ya nadie se interesa realmente por la letra de cambio y sus hipotéticos vínculos con el nacimiento del capitalismo, pero los temas de la ocultación, el secreto y la evasión que cubría siguen estando en el centro de los prejuicios y acusaciones antisemitas. Este enfoque muestra también hasta qué punto el capitalismo, más allá de sus realidades materiales, está imbricado en imaginarios sociales que mezclan inextricablemente fábula y realidad.

Al ser maleables e insensibles a la realidad, los prejuicios son difíciles de erradicar. Al menos, podemos esperar que el conocimiento de las leyendas del pasado nos ayude a desenterrar las de hoy, aunque los acontecimientos recientes, por desgracia, den pocos motivos para el optimismo.