'Los límites del crecimiento' cumple 50 años

El llamado 'Informe Meadows', que alertaba sobre el inquietante futuro de la humanidad y reclamaba medidas para garantizar el bienestar de todos, cayó como una bomba en 1972.

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Septiembre 2022 / 105
Los límites del crecimiento

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Fundación Donella Meadows

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Primera Cumbre de la Tierra, organizada por Naciones Unidas en Estocolmo en junio de 1972
Primera Cumbre de la Tierra, organizada por Naciones Unidas en Estocolmo en junio de 1972

Antes incluso de que estallara la primera crisis del petróleo, en 1973, y mucho antes de que el dramático impacto de la actividad humana sobre los ecosistemas y el clima se convirtiera en una grave preocupación, la publicación de Los límites del crecimiento en 1972 causó un gran impacto. El estudio, conocido como el Informe Meadows, estaba redactado por cuatro investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) —Donella Meadows, Dennis Meadows, Jorgen Randers y William Behrens— y presentaba los resultados de una investigación realizada por 17 científicos de seis países bajo la dirección de Dennis Meadows, que entonces tenía 30 años.
Encargado por el Club de Roma (un think tank formado por industriales, científicos y altos funcionarios internacionales), el informe proporciona una base científica a la preocupación por la incontrolada evolución de cinco parámetros determinantes para el futuro de la humanidad: aceleración de la industrialización, crecimiento de la población, extensión de la malnutrición, reducción de los recursos no renovables y deterioro del medio ambiente.

 

Crisis simultáneas
Partiendo de la constatación del crecimiento exponencial de esas variables, los investigadores examinan los límites de cada una de ellas. Y, trabajando sobre un modelo creado por Jay Forrester para estudiar las variaciones de los cinco parámetros y sus interacciones, formulan varios escenarios: todos, a más o menos largo plazo, terminan por enfrentarse a unos límites que frenan los procesos de crecimiento.
En el escenario "estándar", sin cambios fundamentales en el sistema, el crecimiento de la población y de la producción se detiene durante el siglo XXI por falta de recursos. Si se admite que la duración de los recursos disponibles se duplica, el primer límite alcanzado será el de la contaminación —causado por una superación de la capacidad de absorción del medio ambiente—, que provoca un aumento de la mortalidad y falta de alimentos.


Incluso en el escenario "optimista" —que contempla la existencia de recursos ilimitados, el control de la contaminación, el crecimiento de la producción alimentaria y el control de la natalidad—, el crecimiento constante de la producción y del consumo se enfrentará antes de 2100 a tres crisis  simultáneas: sobreexplotación de los suelos, que originará erosión y disminución de la producción alimentaria, sobreexplotación de los recursos por parte de una población  de alto consumo y estallido de la contaminación, que causará un aumento de la mortalidad.

El espejismo tecnológico
El informe hace suya la divisa de un club ecologista estadounidense —"no a una oposición ciega al progreso, pero sí a una oposición al progreso ciego"— pensando en todos aquellos, sin duda la gran mayoría en 1972, que creen que los progresos tecnológicos podrán responder a esos desafíos. En efecto, incluso suponiendo que la energía nuclear resuelva el problema energético y que no se dé una limitación de recursos, la producción creciente provocará un fuerte aumento de la contaminación: el coste para combatirla será entonces muy elevado, en detrimento de otras inversiones en ámbitos vitales.

Para los autores, "la confianza en la tecnología como solución última a todos los problemas distrae nuestra atención del problema fundamental —el del crecimiento en un sistema acabado— y nos impide emprender acciones efectivas para resolverlo. Habrá, entonces, que reaccionar urgentemente y será mucho más doloroso que si la sociedad hubiera elegido ella misma a tiempo sus opciones". Es la hora, pues, de que la humanidad elija, "lo que provocará con toda seguridad profundos cambios en las estructuras económicas y sociales que han impregnado la cultura humana a lo largo de siglos de crecimiento".


Los autores esbozan esos "profundos cambios": hay que tender hacia un "estado de equilibrio global", "un sistema estable sin un hundimiento súbito e incontrolable, capaz de satisfacer las necesidades materiales básicas de todos los pueblos". En ese estado de equilibrio, tanto la población como el capital invertido en los servicios, la industria y la agricultura deben dejar de aumentar. Por el contrario, todas las actividades que no exigen una gran extracción de recursos no sustituibles o que no causan graves degradaciones del medioambiente pueden crecer indefinidamente: la educación, el arte, la música, la religión, la investigación científica fundamental, los deportes, las interacciones sociales podrán florecer.

 

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La principal redactora del informe, la biofísica Donella Meadows, interviene en una conferencia. Foto: Fundación Donella Meadows
La principal redactora del informe, la biofísica Donella Meadows, interviene en una conferencia. Foto: Fundación Donella Meadows

Un mensaje poco escuchado
El informe pretende convencer a los políticos de lo urgente que es actuar y de que el modelo de crecimiento actual aumenta la brecha entre ricos y pobres, provoca hambre y miseria y, a largo plazo, lleva a la catástrofe. "En el pasado", dicen los autores, "la idea de que se podían rechazar los límites en lugar de vivir con ellos se vio confirmada por la aparente inmensidad de la Tierra y sus recursos y por la relativa pequeñez del hombre y sus actividades". Hoy ya no es así. Por ello, es urgente actuar debido a la fuerte inercia del sistema: se trata de actuar ahora para modificar los datos en unas décadas. Y hacen un llamamiento a un amplio debate sobre este tema que no es sino el debate sobre el futuro de la humanidad.

¿Se escuchó entonces ese llamamiento? Si bien es cierto es que tuvo resonancia en la primera Cumbre de la Tierra, organizada por Naciones Unidas en Estoclmo en junio de 1972, raros fueron los que, como el comisario europeo Sicco Mansholt, hicieron sonar las alertas. "Para mí ha supuesto una terrible revelación. Me he dado cuenta de que es imposible salir del paso mediante simples adaptaciones. Es el conjunto de nuestro sistema el que hay que revisar, su filosofía la que hay que cambiar radicalmente", dijo. Lo que predominó fueron las reacciones hostiles tanto de los economistas como de los políticos. Hay que señalar que el Informe Meadows iba a contracorriente de los credo productivistas, tanto de la izquierda como de la derecha.


Pero no por ello los autores dejaron de trabajar. En 1992 publicaron una actualización del informe Beyond the Limits (más allá de los límites): la humanidad ya ha traspasado los límites de lo que el planeta puede soportar. Es urgente dar marcha atrás. En 2004 se publicó una nueva actualización en la que utilizaban una modelización informática perfeccionada. Por desgracia, la constatación era más pesimista: la humanidad y los responsables de la toma de decisiones, a pesar de un inicio de toma de conciencia, especialmente en lo referente al cambio climático (El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático se fundó en 1992), no habían tomado medidas a la altura de lo que está en juego. 
Desde 1999, la actividad humana ha superado en un 20% lo que la Tierra puede suministrar como recursos y absorber como emisiones. En 2020, el químico Paul Crutzen y el biólogo Eugène Stoermer constataron que el hombre se ha convertido en el principal responsable de los desequilibrios naturales del planeta, y vislumbraron la entrada en una nueva era, "el antropoceno".


La alerta lanzada por los científicos del MIT hace 50 años está más que nunca de actualidad. En 2008, el investigador australiano Graham M. Turner comparó los escenarios de Meadows de 1972 con 30 años de datos (1970-2000) y observó las mismas proyecciones del escenario estándar (es decir, sin ningún cambio fundamental) de Los límites del crecimiento. En 2020, la investigadora estadounidense Gaya Harrington considera que el escenario optimista, el del “mundo estabilizado” es aún posible si se limita el crecimiento económico. La esperanza no está totalmente perdida, dice también hoy Dennis Meadows: lo peor, el hundimiento, no es nunca seguro. Pero es urgente actuar.