Lo que el pensamiento económico debe al islam medieval

El papel de la moneda, el precio justo, los límites de los impuestos… Un gran número de asuntos económicos fueron teorizados en la Edad Media por pensadores procedentes del mundo arabo-musulmán

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Abril 2023 / 112
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Ilustración Perico Pastor

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Perico Pastor

La fuente del pensamiento musulmán es el Corán (al Quran), que significa lectura o recitado declamatorio. El libro sagrado de los musulmanes está formado por 114 suras que, excepto la primera, están clasificadas por orden de longitud decreciente.

En la sura La vaca (al Baqarah), se encuentra un precepto económico fundamental: la condena de la usura (riba). Es un punto común al judaísmo, el cristianismo y el islam: las tres religiones condenan el préstamo con interés. 

El Corán precisa que el acreedor debe de ser benévolo con su deudor, sobre todo si es pobre: “Y si está en dificultad [el deudor], concededle un plazo de espera hasta un momento de desahogo, aunque es mejor para vosotros que renunciéis generosamente”. Los musulmanes son también llamados a ser caritativos practicando la zakât (limosna legal): el que posee una fortuna superior a 85 gramos de oro debe donar el 2,5% de su ahorro anual para ayudar a los pobres. Esta obligación es, además, uno de los cinco pilares del islam.
 

Un impuesto moderado

Algunos eruditos se dedicaron a estudiar la fiscalidad. Ibn al Muqaffa (720-756), secretario en la administración de los califatos omeya y abasida, publicó una colección de fábulas titulada Kalila wa Dimna, que tuvo mucha influencia sobre La Fontaine. Elaboró un manual de ética política que contenía una serie de normas que debía seguir el soberano y con el que inauguró el género literario denominado espejo de príncipes. En él, Ibn al Muqaffa aconseja al soberano que no asfixie la producción con demasiados impuestos, y al pueblo que se enriquezca absteniéndose de tesaurizar. Condenado a muerte a los 36 años, no pudo desarrollar más sus preceptos económicos.

Nacido en un medio popular, Abu Yusuf (731-798) ascendió todos los escalones de la sociedad hasta llegar a ser consejero del califa. Publicó un libro, Kitab al Kharaj, (El libro de la contribución territorial) en el que aconseja al soberano que modere la fiscalidad. En su opinión, los ciudadanos deben contribuir al esfuerzo fiscal “en la medida de sus fuerzas contributivas”. Si el califa aumenta demasiado la contribución territorial, los propietarios abandonarán sus tierras, lo que provocará una disminución de los ingresos fiscales y la ruina del Tesoro público. Abu Yusuf es un precursor de la controvertida curva de Laffer y de su eslogan “demasiado impuesto mata el impuesto”. 
 

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Kalila wa Dimna, de Ibn al Muqaffa.
Kalila wa Dimna, de Ibn al Muqaffa.

Un comercio lícito pero regulado

Los teóricos cristianos no veían con buen ojo las actividades comerciales y recomendaban que las transacciones se hicieran a un “precio justo” que no perjudicara al vendedor ni al comprador. Ese no es el caso de los musulmanes, para los que el comercio es una actividad perfectamente lícita y “los precios, ya sean elevados o bajos, están en manos de Dios”, según Abu Yusuf, en su obra Kitib al Kharij. Una transacción solo puede ser lícita si es sobre una mercancía cuya cantidad está perfectamente definida. Un exceso de incertidumbre (gharar) puede convertir en ilícitas las transacciones sobre objetos no definidos, como el producto futuro de una pesca o un botín de guerra…

Dimachqi es autor del libro La belleza del comercio, en el que anticipa algunas teorías clásicas, como la gravitación del precio de mercado sobre el precio natural, tan apreciada por Adam Smith y David Ricardo. Al afirmar que “cada bien (…) tiene un valor medio conocido por los  expertos” que refleja el coste de producción del bien, observa que los precios del coral (del mar Rojo y del golfo Pérsico) no son los mismos en Oriente y Occidente. En su opinión, el precio corriente gravita sobre esa media. Y se le impone una conclusión: “Compra lo caro de lo barato, no lo barato de lo caro”. En otras palabras, hay que comprar cuando los precios estén bajos (pero después del punto bajo para estar seguro de que no bajará más) y revender cuando los precios estén altos (pero después del punto alto para estar seguro de que no aumentará más).
 

Reflexiones monetarias vanguardistas

Mercader de Damasco entre los siglos XI y XII, el enigmático Dimachqi evoca el problema de la “doble coincidencia de las necesidades”: en una economía de trueque, un individuo posee té y otro, aceite; si el que posee té no quiere aceite y el que posee aceite no quiere té, el intercambio es imposible. Para paliar ese problema se creó la moneda, con el fin de que “cada uno pueda comprar lo que necesita, y en el momento en que lo desee”. Pero ningún estudio antropológico ha demostrado que la moneda se crease para sustituir el trueque y su existencia es muy anterior a los intercambios comerciales.

En 1405, el historiador Ahmad al Maqrizi publicó su Tratado de las hambrunas, en el que explica las crisis que azotaban a Egipto. Además de las causas naturales, como los periodos de sequía o crecidas irregulares del Nilo, subraya los factores monetarios. Las hambrunas estarían relacionadas con un aumento excesivo de la moneda en circulación que provoca la inflación, así como la introducción de monedas de cobre, que provoca la tesaurización del oro y la plata.  Anticipa así la ley de Gresham, según la cual en un régimen monetario en el que se utilizan monedas de dos metales diferentes, la más valiosa se guarda en casa y se retira del comercio y solo la menos valiosa se utiliza en las transacciones cotidianas. “La mala moneda desplaza a la buena”, dirá al respecto Thomas Gresham.

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Busto de Ibn Khaldun
Busto de Ibn Khaldun

Ibn Jaldún

El economista preferido de Ronald Reagan

Abd al-Rahman Ibn Jaldún (1332-1406) es la mayor figura intelectual del mundo musulmán medieval. Nacido en Túnez en el seno de una familia burguesa andaluza que había llegado allí huyendo de la Reconquista, es durante toda su vida activa consejero de soberanos, trabajo que le llevó hasta Damasco pasando por El Cairo. 

En su obra más importante, Al uqaddima, una autoridad estatal es encargada de establecer un “filtro social” que contenga las pasiones humanas y permita el advenimiento de un “orden social”, condición indispensable para la vida económica. Ese orden hace posible una división del trabajo generando productividad, beneficios, progreso técnico e impuestos para financiar los servicios públicos (administración, ejército, justicia, etc.), que, a su vez, fortalecen el orden social. Ronald Reagan decía que Ibn Jaldún era su economista preferido, ¡pero solo tenía en cuenta los aspectos liberales de su teoría!

Ibn Jaldún desarrolla una teoría de la historia de las sociedades que hace coincidir con un ciclo político-económico. En principio, una dinastía honesta instaura un orden social que favorece la expansión económica y se apoya en una fiscalidad moderada. Una vez alcanzada la prosperidad, llega al poder una nueva generación que nunca ha conocido las dificultades. Para maximizar los ingresos fiscales, aumenta los impuestos en detrimento de los productores privados, que, desanimados, reducen su producción y, a la larga, los recursos del Estado. Para paliar esa disminución, una nueva generación de dirigentes aumenta aún más los impuestos. El descontento popular provoca un cuestionamiento del orden social y el derrocamiento de la dinastía en el poder.