Las máquinas de escribir y las mecanógrafas

Un siglo antes de la llegada del ordenador y de las tecnologías digitales, la máquina de escribir revolucionó el mundo de las oficinas

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Abril 2024 / 123
Máquina de escribir

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Qué sería de una mecanógrafa sin su máquina de escribir? La primera fabricación en serie data de 1873, a cargo de Remington. Después surgen en EE UU otras marcas como Underwood. Exportadas a Europa,
las máquinas estadounidenses deben competir pronto con marcas locales como Harmonía en Alemania y Mercury en Reino Unido (1884), y más tarde Terrot y Japy en Francia (1899) y Olivetti en Italia (1911). A partir de la década de 1890, se programan en Francia cursos de mecanografía como la famosa Pigier, école practique de commerce. Con el paso de los años, se multiplican las innovaciones técnicas con la inversión automática de la cinta, la cinta bicolor, el sistema de tecleado acelerado, la tabulación, etcétera. Enseguida se imponen una serie de normas, como el orden de las letras en el teclado (QWERTZ en Alemania, QWERTY para el inglés y el español y AZERTY en Francia).

En 1896 ya hay 450.000 máquinas de escribir repartidas por el mundo. En 1913 se fabrican 600.000. La demanda es grande. Con la segunda revolución industrial, el desarrollo de unas empresas cada vez más grandes, el aumento del sector público, la intensificación del comercio internacional y el auge de la prensa y de los servicios, las tareas de gestión crecen y el número de empleados aumenta considerablemente. Y entre todos esos empleados, cada vez hay más secretarias trabajando en las oficinas.

Los hombres dan paso a las mujeres

Las transformaciones no son únicamente cuantitativas, sino también cualitativas. Hasta comienzos del siglo XX, en Francia las oficinas estaban mayoritariamente pobladas por hombres, y tener buena letra era fundamental para acceder a los empleos públicos. Pero deja de serlo en los exámenes de 1913, pues el uso de la máquina de escribir se extiende rápidamente gracias a una profesión especial, la de las taquígrafas, que a la rapidez con la que toman nota a mano de los discursos y otras instrucciones orales añaden la de transcribirlos por escrito.

La irrupción de esa máquina y de la formación, unificada para utilizarla tienen el efecto de disminuir el prestigio que tenía la buena escritura manual. Los hombres la abandonan, facilitando el acceso de la mujer a la profesión de taquimecanógrafa y, cada vez más, a la de simple mecanógrafa.

Esa feminización es muy rápida en el país pionero, que es EE UU. Ante todo, porque la empresa Remington fabrica máquinas de coser y, como estas, las primeras máquinas de escribir están integradas en un pie de hierro fundido y tienen un pedal para accionar el retorno del carro. Se hacen demostraciones para las jóvenes y la publicidad presenta las nuevas máquinas como instrumentos para teclear como en un piano. Y el piano es un importante entretenimiento cultural para las jóvenes de la clase media de EE UU. A partir de la década de 1880, en ese país, cerca de la mitad de las taquimecanógrafas son mujeres.

Ese modelo cruza el Atlántico en una época en la que las mujeres de la clase media europea aspiran cada vez más a trabajar. La feminización del trabajo de mecanografía se inscribe también en un movimiento de aumento del número de empleadas, sobre todo en la función pública, y especialmente en Correos, donde son recepcionistas, telegrafistas, telefonistas, y en las cajas de ahorros y bancos. Lo mismo ocurre en aseguradoras privadas y en las oficinas de los grandes almacenes.

Primer modelo eléctrico

La feminización de los empleos en el sector terciario y la disminución del prestigio a ella asociada aumenta con la racionalización del trabajo tras la Primera Guerra Mundial. Esta racionalización no afecta únicamente a los talleres de las empresas industriales, sino también a las oficinas. Mecanización y racionalización van de la mano. Es la época en la que nacen los primeros equipos de mecanógrafas, en la que el trabajo se tayloriza, y la mecanografía se cronometra.

En un sentido más general, se trata de utilizar del modo más eficaz posible todas esas nuevas tecnologías, que son el teléfono, la máquina de escribir, las tabuladoras y las calculadoras. Estas últimas entran en las oficinas de contabilidad en la década de 1920 y llevan a cabo simultáneamente una serie de operaciones que antes realizaban varios empleados.

Al mismo tiempo, la máquina de escribir se perfecciona: Remington fabrica su primer modelo eléctrico en el año 1925; IBM, en 1931. La máquina también se hace más pequeña, y llega incluso a ser portátil en el caso de las Remington y las Olivetti. Aunque nació en las grandes estructuras, la máquina de escribir llega a las pequeñas oficinas, a las pequeñas administraciones y a las comisarías, donde, a veces, el policía de servicio escribe penosamente con dos dedos la declaración de un demandante. También fomenta el trabajo a domicilio: muchos escritores e investigadores no saben escribir a máquina y echan mano de una mecanógrafa capaz de interpretar su letra para que pase a máquina sus escritos, pues muchos editores solo aceptan textos mecanografiados.

Otra importante función de la máquina es la producción de copias, fundamentales en muchas ocasiones: una buena máquina permite teclear, gracias al papel carbón, dos o tres copias a la vez, en un papel fino, en una época en la que no existen las fotocopiadoras.

En el siglo XXI, la máquina de escribir ha desaparecido. Pero no completamente, ha dejado en herencia a los ordenadores su teclado QWERTY y a la sociedad, la feminización de los empleos de oficina.