Gustave Eiffel. No solo torres

El ingeniero francés fue, ante todo, un hombre de negocios innovador. Su época de esplendor coincidió con el desarrollo del ferrocarril en todo el mundo

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Junio 2023 / 114
Torre Eiffel

La historia de la torre construida para la Exposición Universal de 1889 resume los conocimientos técnicos que Gustave Eiffel adquirió y los éxitos que cosechó a lo largo de una larga carrera. Procedente de una familia de empresarios —su madre se enriqueció con el comercio de la hulla y su tío era dueño de una fábrica de productos químicos— y habiendo bebido de esa cultura, ingresa en la École Centrale des Arts et Manufactures, de la que sale como ingeniero a los 23 años, en 1855. Al año siguiente, gracias a una relación de negocios de su madre, entra en una empresa de construcción de material ferroviario que pronto es adquirida por otra mayor en la que Eiffel es jefe de proyectos. En esa calidad, dirige la construcción del puente del ferrocarril de Burdeos, sobre el río Garona, con una longitud de 500 metros. Emplea una técnica de construcción de los cimientos sobre pozos de cimentación empotrados en el suelo con ayuda de aire comprimido, especialmente útil cuando se trata de un medio acuático. Esa misma técnica se empleará en los cimientos de los cuatro pies de la famosa torre.

Un empresario precoz

Eiffel se convierte en especialista de puentes de ferrocarril de arquitectura metálica: al servicio primero de la Compagnie des Chemins de Fer du Midi y después de la Compagnie d’Orléans, construye varios puentes en el suroeste de Francia. Con ese motivo, se une a Jean-Baptiste Krantz, un ingeniero de la Compagnie d’Orléans. También construye el vestíbulo de la estación de Toulouse. Con la seguridad que le da su experiencia, Eiffel se establece por su cuenta en 1864 como ingeniero asesor y presta atención especial a la Exposición Universal prevista para 1867. Gracias a su relación con Krantz, que acaba de ser nombrado director de obras de la exposición, recibe el encargo de realizar la estructura metálica de la galería de Beaux-Arts, lo que le lleva, en 1866, a fundar su propia empresa, a los 34 años, y a instalar sus talleres en Levallois-Perret, en las afueras de París, a orillas del Sena, ayudado financieramente por su familia y por la de su mujer (su madre le había casado en 1862 con la hija de una familia de industriales).

Eiffel se da cuenta de la publicidad que podían proporcionarle las Exposiciones Universales: tras la de 1867, conseguirá el contrato para realizar el gran vestíbulo del pabellón de la Villa de París y el de la compañía parisina de gas en la de 1878. Sin embargo, es la Exposición de 1889 la que le hace entrar en la historia.

Imagen
Gustav Eiffel
Gustave Eiffel en las escaleras de su torre

Pero volvamos a sus comienzos como empresario, en los que destacan, en 1867, los dos contratos de viaductos sobre el río Sioule, que se llevó en las mismísimas barbas de los grandes del sector, Gail, Goüin y Schneider.  Fue un éxito logrado gracias a sus relaciones con la Compagnie d’Orléans y a su innovador proyecto en el modo de construir: el tablero de puente se construye primero en la orilla y después se lanza, mediante un ingenioso sistema, sobre los pilares, lo que ahorra tiempo y dinero. Eiffel utilizará en varias ocasiones ese sistema de prefabricación. En los años 1870-1880, se despacharán a las colonias francesas y a países pobres como Indochina, Bolivia, las Indias Neerlandesas muchos puentes pequeños portátiles, vendidos sin montar, provistos de un libro de instrucciones y prestos a ser ensamblados por menos de 12 hombres. Fue un invento enormemente lucrativo para la empresa.

A Eiffel también le importan el aspecto financiero y los beneficios que puede proporcionarle su trabajo. En 1868 se asocia con Théophile Seyrig, un joven ingeniero, formado también en la École Centrale y número uno de su promoción, quien aporta a la nueva compañía, Gustave Eiffel y Cia, 126.000 de los 200.000 francos que constituyen el capital de la empresa. Por contrato, Seyrig cobrará el 38% de los beneficios, pero no tendrá ningún poder directivo en la empresa. Ambos salen ganando y se aprovecha la competencia profesional de Seyrig para realizar, de 1869 a 1873, numerosos proyectos en América del Sur y, de 1875 a 1877, la estación de Budapest.

ente la reputación internacional de la empresa es el puente sobre el Duero en Oporto, construido de 1875 a 1877. Ideado por Seyring, el proyecto de la compañía Eiffel gana el concurso internacional convocado por Comboios de Portugal, la empresa pública de ferrocarriles: es menos caro que los demás, gracias sobre todo a un sistema de cables de acero que, mientras se va construyendo, mantiene el arco destinado a sostener el tablero, evitando así el uso de andamios. A partir de entonces, Eiffel construirá numerosos proyectos en la península ibérica, en Rumanía, en Hungría y, evidentemente, en Francia, como el viaducto de Garabit, en el Cantal, inspirado en el modelo del puente sobre el Duero. Terminado en 1884, es obra de un nuevo equipo, el que construirá la torre parisina.

Una prodigiosa hazaña técnica

Desde que, en 1885, se anuncia la Exposición Universal de París para conmemorar el centenario de la Revolución, se empieza a hablar de construir una gran torre. Muchos proyectos compiten por realizarla, pero el de Eiffel, una torre formada por un enrejado metálico, es el único que responde —curiosamente, dirán sus detractores— a la orden gubernamental de mayo de 1886 por la que se regulan las condiciones del concurso con vistas a la Exposición: su artículo 9 estipula que los concursantes “deberán estudiar la posibilidad de edificar en el Campo de Marte una torre de hierro de base cuadrada, de 125 metros de lado en la base y 300 metros de altura”. En enero de 1887, se firma un convenio entre Eiffel, el Estado y la Villa de París por el que obtiene una concesión por 20 años para su explotación y una subvención de 1,5 millones de francos.

Con sus 18.000 piezas unidas gracias a 2,5 millones de remaches, la torre, construida en 26 meses (entre el 28 de enero de 1887 y el 30 de marzo de 1889) es una prodigiosa proeza técnica montada in situ por 250 obreros. Las piezas se diseñan, fabrican y se preensamblan en la fábrica de Levallois, luego se transportan, en componentes de unos cuantos metros de largo, a través del Sena: 40 ingenieros y diseñadores y 150 obreros trabajan en ella. Si en la obra se constata algún defecto, la pieza se envía enseguida por barco a la fábrica.

El coste total de la construcción girará en torno a los ocho millones de francos, pero el gasto se amortizará en unos meses, durante la celebración de la Exposición, gracias a su éxito popular. A partir de entonces, la explotación de la torre pasará a ser un negocio muy rentable. 

La carrera de Eiffel tiene también fracasos. El más sonoro es su implicación en el escándalo de Panamá. Se había comprometido a entregar 10 exclusas por una suma total de 125 millones, es decir, 15 veces el precio de la torre. Eiffel hace que se incluya en el contrato la entrega de un beneficio colosal desde el comienzo de las obras. Pero la francesa Compañía del Canal carece de fondos y se liquida el 4 de febrero de 1889: la ruina de una serie de pequeños ahorradores es un escándalo que lleva a la compañía y al propio Eiffel ante los tribunales.

A partir de entonces y hasta el fin de sus días, Eiffel emprende una nueva carrera: la de sabio. No quiere que la torre sufra la suerte de tantas construcciones realizadas para las exposiciones que terminan por ser demolidas, y le da un uso científico como observatorios astronómicos, físicos, químicos y meteorológicos.
A lo largo de su larga carrera, Eiffel fue, ante todo, un ingeniero jefe de empresa formado en una gran escuela: un modelo que prevaleció en las cúpulas de las principales empresas industriales francesas hasta la década de 1970.