El gas ruso llega al Oeste

1973. La URSS comienza a suministrar gas a los países de Europa Occidental coincidiendo con una tregua en la Guerra Fría y la apertura de Alemania Occidental hacia el Este. Es el inicio de una futura dependencia.

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Febrero 2023 / 110
Gas ruso
Brotherhood, Bratstvo, Fraternité: sea cual sea la lengua que lo nombra, el nuevo gasoducto que debía permitir a la URSS vender el gas extraído en Siberia a los países de Europa occidental quiere ser una contribución económica al acercamiento Este-Oeste. Esta contribución se consagra políticamente en 1974, mediante los acuerdos de Helsinki sobre “la paz y la seguridad en Europa”.
Es gasoducto se empieza a construir en 1967, y entre 1968 y 1970 Austria, Italia y Francia firman los contratos para las futuras entregas. Pero es en la República Federal Alemana (RFA o Alemania Occidental) donde más rápido avanzan los negocios. El 1 de febrero de 1970, en Essen, en el corazón de la región del Ruhr, un acuerdo establece la entrega a la RFA de 52 millones de metros cúbicos de gas natural durante 20 años, a través de 2.000 km de tuberías de acero de gran calibre, del industrial alemán Mannesmann, y otros equipamientos sumistrados por diferentes industriales. El 1 de octubre de 1973, en una pequeña ciudad bávara en la frontera entre la RFA y Checoslovaquia, se inaugura la primera entrega de gas soviético a Occidente. 
 
Tregua política y cooperación económica
Es el resultado de incansables negociaciones. Del lado soviético no había problemas. En 1963 el lobby favorable al desarrollo del gas y su exportación prevalece frente al del carbón. Pero en Occidente había que vencer fuertes resistencias. También en 1963, en Alemania Occidental, mientras que varias empresas (Mannesmann, Krupp, etc.) surtían de modernos materiales de construcción a la URSS y se concretaba el proyecto de un gasoducto, el canciller Konrad Adenauer, influenciado por la OTAN, pone freno a todo. En efecto, tras la fuerte tensión de la Guerra Fría en los años 1961 y 1962 (construcción del Muro de Berlín, Crisis de los Misiles de Cuba), la Organización del Tratado del Atlántico Norte quiere aplicar el embargo sobre un equipamiento que juzga estratégico. Habrá que esperar algunos años para que empiece la tregua.

Los europeos necesitaban diversificar sus fuentes de energía

 
En la RFA, la llegada al poder en 1969 de Willy Brandt y su Ostpolitik, con la apertura a los países de Europa del Este, relanza el proyecto. Incluso el nuevo presidente estadounidenses, Richard Nixon, declara con motivo de su investidura en enero de 1969 que considera la posibilidad de “reemplazar la confrontación por la negociación”. Cierto es que no se terminan todas las suspicacias. La revista Time recuerda: “Los críticos temen que Mannesmann pueda otorgar a los comunistas el control de suministros esenciales”. Sin embargo, esta sospecha -manifesta durante mucho tiempo en EE UU- es muy minoritaria en el momento en el que el propio Nixon se desplaza a Moscú en mayo de 1972. El año siguiente, en 1973, la primera crisis del petróleo ayudará a convencer a los líderes occidentales de la importancia de la alternativa gasista. 
En cuanto a Francia, ya desde septiembre de 1969 la Comisión Franco-soviética (creada en 1964) empieza a poner a punto un contrato, firmado finalmente en agosto de 1971, “relativo al suministro por parte de la URSS a Francia de gas natural soviético y de Francia a la URSS, en condiciones de crédito, de equipamientos de tuberías y materiales destinados a la explotación de depósitos de gas y la construcción de gasoductos”.
En cumplimiento del acuerdo, el Gobierno soviético pone en conocimiento de los responsables económicos franceses su deseo de comprar las válvulas y la grifería industrial necesarias para equipar los gasoductos que suministrarán el gas de ruso en el extranjero. En 1974, coincidiendo con la visita del líder soviético Leónidas Breznev a París, se revisa el contrato: Francia acepta (en el contexto de la crisis petrolera de 1973) un aumento del 100% en el precio del gas y la URSS se compromete a suministrar 4 millones de metros cúbicos anuales a partir de 1984 y a encargar tanto los materiales para los gaseoductos como la construcción de una fábrica de contadores eléctricos y otra de aluminio a empresas francesas. En consecuencia, en 1980 llega gas ruso por primera vez a Francia a través de un gasoducto (antes lo hacía como gas licuado vía Países Bajos). En esta década de los 1970, EE UU intensifica sus intercambios comerciales con la URSS, suministrando también materiales modernos para la industria gasista.
 
Divisas para financiar la guerra
Sin embargo, al final de la década las relaciones Este-Oeste se deterioran. Para contrarrestar el despliegue de los misiles soviéticos con cabezas nucleares SS-20 en Europa del Este, en 1983-1985, se instalan en Europa Occidental misiles norteamericanos. Por otro lado, los soviéticos multiplican su apoyo a regímenes amigos en África e invaden Afganistán en 1979. El 13 de diciembre de 1981 se decreta en Polonia la ley marcial. Washington responde a estos acontecimientos con sanciones económicas y el refuerzo del embargo sobre productos estratégicos.

EE UU se opuso desde el principio a los contratos con Moscú

 
Así las cosas, cuando se trata de construir un gasoducto gigante de 5.400 km que permita enlazar el campo gasístico de Ourengoï, en el norte de Siberia, con Oujgorod, en la frontera occidental de la URSS (actualmente en la frontera Ucrania-Eslovaquia), las tensiones estallan entre los EE UU de Ronald Reagan y los países europeos. 
Los primeros se oponen, Reagan argumenta que los europeos corren el riesgo de volverse demasiado dependientes de los soviéticos, que dispondrían entonces de un “grifo que se podría abrir o cerrar en función de la coyuntura política”. Como anteriormente, para beneficiarse del suministro de gas, los europeos venderían a la URSS tuberías de acero, pero también estaciones de compresión y -hecho insólito- útiles de gestión electrónica que podrían servir también para fines militares. Además, las divisas obtenidas por los soviéticos mediante la venta de de gas contribuiría a financiar su costosa intervención en Afganistán.
Esta posición, evidentemente, no está desprovista de motivos económicos: EE UU, entre otros, prefería que los europeos se decantasen por su carbón antes que por el gas ruso. Y sobre el plano geopolítico buscaba reafirmar su dominación del bloque occidental. Con el tiempo las críticas continúan vivas. 

En esa época los europeos se resistían. Después de la segunda crisis del petróleo, en 1979, intentan diversificar sus fuentes de energía. La construcción del gasoducto les permite canalizar el abastecimiento de una industria siderúrgica en crisis, que en Europa ha perdido cerca de 20.000 empleos desde 1975: Mannesmann en Alemania, Vallourec en Francia, Dalmine en Italia y British Steel en Reino Unido se apuntan. En 1981 la RFA y la URSS firman un contrato que supone 15 millones de dólares para las empresas alemanas que participan en la construcción del gasoducto y nuevas entregas de gas. A partir de 1986, el gas soviético representa el 30% del gas consumido en la Alemania Federal. Francia firma, en 1982, un contrato de gas por tuberías.
Finalmente, las diferencias Europa-EE UU se relajan con la llegada al poder en la URSS de Mijaíl Gorbachov. Pero la cuestión de la dependencia energética de Europa sobre el gas ruso es manifiesta. Lo será todavía más a partir de la primera década del siglo XXI con el acuerdo entre Vladímir Putin y el canciller alemán Gerard Schöder para la construción del gaseoducto Nord Stream en el Báltico, con las consecuencias que ya sabemos.