Pensiones en China: cambio o quiebra

El envejecimiento de la población, la reducción de la fuerza laboral y un crecimiento económico evanescente complican el pago de las jubilaciones

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Septiembre 2024 / 127
Jubilados jugando

Fotografía
Henrik Berger Jørgensen

Deberíamos hacer más y hablar menos”. La máxima de Deng Xiaoping seguramente flotó en el ambiente de la reunión que celebró el comité central del Partido Comunista de China en julio pasado para decidir los objetivos socioeconómicos que debe alcanzar el país en la próxima década, así como las estrategias para lograrlos. Entre las metas se halla la de garantizar a los chinos un estado de bienestar de calidad equiparable al de los países occidentales. Es un deseo que tiene su talón de Aquiles en el sistema de pensiones diseñado por Pekín, que precisa unas reformas profundas para evitar la quiebra del sistema en pocos años.

El problema que afronta el presidente chino, Xi Jinping, no es ajeno al que afrontan los líderes de otros países, pero con el agravante de que en el caso del gigante asiático supondría dar al traste con el sueño y las promesas de todos sus líderes —empezando por Mao Zedong— de alcanzar la riqueza colectiva para toda la población. El problema hace años que se diagnosticó y tiene su origen en la falta de recursos para facilitar unas pensiones dignas a los más de 400 millones de jubilados que contabilizará China en 2035, más del 30% de la población, según el diario Global Times.

Práctica insostenible

El drama para los dirigentes chinos es que las dificultades para superar esa falta de recursos crecen con el paso del tiempo, en lugar de disminuir. Hasta ahora no se han atrevido a acometer las reformas necesarias por temor a provocar protestas y el Gobierno ha ido aumentando la pensión básica de los jubilados año tras año, aunque los incrementos cada vez son más pequeños. Es una práctica que se torna más insostenible a medida que cae la población activa y crece la cifra de jubilados.

La Academia de Ciencias Sociales, el principal think thank chino, ya dio la señal de alarma en 2019. Ese año publicó un informe en el que advertía de que el dinero para pagar las pensiones básicas corría peligro de agotarse en 2035, una fecha importante para Xi, que la había marcado como el año en que los chinos deberían alcanzar un estado de bienestar equiparable al de Occidente. El problema es que desde 2019 la situación no ha hecho más que agravarse.

El diagnóstico es claro: Pekín ejecuta una política de pensiones con unos parámetros desfasados que contribuyen al estrangulamiento del sistema. Y es que en China las edades de jubilación son las que decidió Mao en 1951 y señalan que las mujeres deben jubilarse a los 50 años, las directivas a los 55 años y los hombres a los 60 años. Son unas edades que en la China de aquellos años parecían muy longevas, ya que la esperanza de vida era de 34 y 32 años, respectivamente.

A ello se añade que el periodo mínimo de cotización para jubilarse es de 15 años, según una decisión adoptada en 1997 por el presidente Jiang Zemin. Es un límite bajo que se fijó para dar cabida a los millones de despedidos en las reformas de las empresas estatales de la década de 1990. La medida ha quedado desfasada, genera tensiones y ahonda una brecha sociofinanciera que aumenta al crecer la esperanza de vida de los chinos.

Esta compleja coyuntura sugiere un futuro social turbulento, agravado por los efectos de una desaceleración económica que se prolonga desde el fin de la pandemia de la covid-19, una población activa a la baja formada por 779 millones de personas (el 55% de la población) y una cifra de jubilados creciente que en 2023 sumaba ya  97 millones, el 21% de sus habitantes.

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Pensiones China
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Menos nacimientos

Este conjunto de datos lleva a las autoridades de Pekín y a sus técnicos a preguntarse si en el futuro los chinos podrán gozar de unas pensiones dignas y de qué panera se pondrán financiar. Esta inquietud está provocada por el declive de nacimientos, que en 2023 se limitó a nueve millones de bebés, frente a los 10,6 millones del 2021, y por las restricciones para contratar mano de obra extranjera, que supone el 0,07% de la población. Este contexto hizo que, en 2023, la pensión de cada jubilado chino fuera financiada por 2,62 trabajadores, cifra que se prevé que baje a 1,03 empleados en 2050.

Ante esta realidad, tanto el Gobierno como los expertos estiman que las medidas para superar esta situación serán amargas para la población, según las conclusiones de un foro organizado por la revista Caixin, una respetable publicación china dedicada al periodismo económico y de investigación. En esa reunión surgió un consenso acerca de que para mantener unas pensiones dignas será imprescindible elevar la edad de jubilación, ampliar el periodo de cotización y alentar a los trabajadores a tener planes de pensiones privados adicionales.

Se trata de un esquema difícil de poner en práctica en China y más cuando coexisten varios sistemas de jubilación. Uno es el de los exfuncionarios gubernamentales, que no contribuyen a su retiro y el Estado les garantiza el 80% del salario que percibían, una pensión que en 2022 era de unos 773 euros mensuales. Otro es el retiro que cobran los trabajadores, tanto de empresas públicas como privadas, que se financian por contribuciones empresariales y personales y suponen menos del 50% de su salario, que en 2022 era de unos 400 euros mensuales.

La realidad es que en Pekín llevan más de una década discutiendo cómo retrasar la jubilación y hay planes elaborados, pero hasta ahora no han visto la luz por temor a desencadenar protestas. No obstante, según Caixin, cada vez hay más voces a favor de acelerar dichas reformas y atajar la brecha económica intergeneracional, al igual que hay consenso en priorizar la unificación de la edad de jubilación entre hombres y mujeres y hacerlo a los 60 años. Es un paso previo de un plan cuya meta sería elevar la edad laboral a 65 años en 2045.

Los expertos apuntan, sin embargo, que alargar la edad laboral debería formar parte de una reforma más amplia. Sugieren que también debería incluir la posibilidad de que los trabajadores puedan disponer de planes privados de pensiones complementarias, la opción de seguir trabajando una vez alcanzada la edad de jubilación y la alineación del periodo de contribuciones con los estándares internacionales.

Transformar el sistema

Un panorama, en definitiva, que convierte la reforma de las pensiones en uno de los retos más complejos para el Partido Comunista. Supondrá la transformación de un sistema que durará años y que para ser aceptada por los chinos deberá ofrecer una pensión básica igual para todos los jubilados, incentivos en función del tiempo de contribución y que haya opciones para elegir pensiones complementarias. Es, posiblemente, el desafío más trascendental para Xi: dotar de confort a la tercera edad china.