El crac de 1929, un filón para la literatura

A diferencia de la mayoría de novelas sobre la gran debacle financiera del siglo XX, que se centran en su impacto sobre las clase trabajadora, 'Fortuna', de Hernán Díaz, ofrece el punto de vista de un magnate financiero

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Octubre 2023 / 117
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Ilustración
Furiaaaaa

La historia se repite siempre dos veces: la primera, como una tragedia, y la segunda, como una farsa. El conocido aforismo de Karl Marx parece haberse forjado a golpe de crisis financieras. 

Hemos comparado mucho la crisis de las hipotecas tóxicas (subprime) que estalló en el verano de 2007 con el crac de octubre de 1929 en la Bolsa de Nueva York y la Gran Depresión que le siguió. Es justo reconocer que la medicina liberal de hoy parece una broma en comparación con los tiempos del New Deal, pero a mucha gente le inquietan las consecuencias sociopolíticas mucho más graves de la crisis de las hipotecas de alto riesgo, que continúan aquí. Y como suele suceder, un desvío hacia el pasado y hacia la ficción puede ser muy útil para entender lo que nos está pasando, entre el resurgimiento de la desigualdad y el resurgimiento de la extrema derecha.

Más vale una buena novela que algunos manuales de historia. Es lo que nos recuerda con maestría el argentino afincado en Nueva York Hernán Díaz en una de las mejores novelas de esta rentrée literaria. Galardonada con el premio Pulitzer 2023, Trust (publicada en España con el título de Fortuna) parece confirmar el regreso del interés novelesco por la figura de los especuladores, después de obras como La fortune de Sila, de Fabrice Humbert, en 2010, o La trilogía Lehman, de Stefano Massini, en 2020, para pasar, dos años después, por Elena Morozov, con Oligarque, más de un siglo después de la obra pionera de Frank Norris El pozo (1903), parte de la trilogía La epopeya del grano, que aborda la especulación en los mercados de materias primas agrícolas. 

Ahora, Fortuna cuenta la historia de un magnate financiero de Nueva York que amasó su fortuna comerciando con el tiempo que transcurría entre la colocación y la entrada de las órdenes bursátiles, un precursor de la negociación de alta frecuencia, por así decirlo. Este héroe moderno, una especie de encarnación de las fuerzas del mercado, consiguió capear el temporal y las dudas de la crisis de 1929, pero perdió a su esposa a causa de una larga enfermedad. 

Además de una construcción muy hábil que pilla desprevenido a los lectores en varias ocasiones y sitúa así en el centro la noción de confianza que le da título (Trust significa confianza), la novela de Hernán Díaz explora la ambigüedad de un capitalismo financiero triunfante, pasado y presente. “La mayoría de nosotros preferimos creer que somos los sujetos activos de nuestras victorias, pero solo somos los objetos pasivos de nuestras derrotas. Triunfamos, pero, en realidad, no somos nosotros los que fracasamos: nos arruinan fuerzas que escapan a nuestro control”, dice uno de los narradores, mientras que el protagonista principal se celebra constantemente a sí mismo como el salvador de la economía real. Para mejorar su imagen, incluso contrata a una joven aspirante a escritora para que escriba su biografía. Ella se encuentra dividida entre la lealtad a su padre anarquista y el miedo y la fascinación que le inspira su jefe.

El misterio en torno a su difunta esposa persiste: ¿se la llevó por delante la otra gran depresión o un cáncer corriente? Y, sobre todo, ¿cuál fue exactamente su papel en la vida de su marido? La novela ganadora del premio Pulitzer pone de relieve el papel crucial que desempeña la familia, y también la filantropía, en el éxito de la gente ultrarrica, que no para de afirmar que el mercado siempre tiene razón y que quienes intentan controlarlo siempre se equivocan.

La denuncia de Steinbeck

La mayor parte de novelas que abordan el periodo de la Gran Depresión ponen el foco más bien en el otro extremo de la escala social. Pensemos en la obra maestra de John Steinbeck, Las uvas de la ira (1939), que nos sumerge en el entorno de una familia de Oklahoma, forzada, como tantas obras, a abandonar su granja para trasladarse a California con la esperanza de conseguir trabajo en alguna de las plantaciones aún en pie. 

Más allá de los efectos muy concretos de la crisis económica sobre el pequeño pueblo de EE UU transformado en refugio del interior y sufriendo todo tipo de violencia, la novela está sembrada de análisis sobre el (dis)funcionamiento del sistema socioeconómico. 

“La banca no es lo mismo que los hombres. Resulta que cada persona en un banco odia aquello que hace la banca y, sin embargo, el banco lo hace. La banca es más que los seres humanos, os digo. Es el monstruo. Son los hombres que la han creado pero son incapaces de dirigirla”. O bien: “Hubo un tiempo en que California perteneció a México y sus tierras, a los mexicanos; pero una horda de americanos harapientos y codiciosos se tragó el país. Y su sed de tierras era tal que se apoderaron de ellas (...). Con el tiempo, los ocupantes ilegales se convirtieron en terratenientes, y sus hijos crecieron en esta tierra y tuvieron a sus propios hijos". Marx no podría haber descrito mejor la acumulación primitiva. 

De Steinbeck también es recomendable leer En lucha incierta (1936) y De ratones y hombres (1937), que completan su trilogía del trabajo en el contexto de la Gran Depresión. La primera describe la huelga de los temporeros de una explotación agraria de California, instigada por dos militantes comunistas y reprimida ferozmente. La segunda presenta a otra pareja de temporeros, pero que aspiran a la pequeña propiedad y no a la revolución, y que se enfrentan a una violencia implacable por todas partes.

El baile del capitalismo

En una línea próxima a la de Steinbeck, La ruta del tabaco (1932), de Erskine Caldwell, describe el éxodo urbano forzoso de una familia de aparceros georgianos, donde la obsesión por la muerte de los mayores convive con las aspiraciones frustradas de los más jóvenes. Al año siguiente, Caldwell publicó La parcela de Dios, todavía ambientada en la campiña georgiana, pero esta vez con los protagonistas presa de sus propias obsesiones, ya sea por el oro o por el sexo.

Nadie mejor que Tom Kromer describió la mezcla de desamparo y desesperación que caracteriza la experiencia de quienes se enfrentan a la crisis en Nada que esperar, publicada por primera vez en 1934. Sin duda porque el autor se basó en su propia experiencia, y sus páginas rezuman nihilismo. 
Es fácil comprender por qué algunas personas siguen aferrándose al famoso sueño americano y a la loca esperanza de formar parte de la extrema minoría que puede pasar de la miseria a la riqueza. Es esta falsa promesa y sus consecuencias mortales lo que Horace McCoy describe en ¿Acaso no matan los caballos?, a través de la historia de un maratón de baile [con derecho a comida y la promesa de un eventual premio en metálico] con un trágico desenlace en Hollywood. Estos concursos, muy populares hasta su prohibición en 1937, podían durar varias semanas hasta que solo quedaba una pareja en la pista de baile. Es una metáfora bastante transparente del capitalismo de mercado, tan despiadado en la década de 1930 como hoy.