Un laboratorio con poca ambición

A pesar de innovaciones y esfuerzos para reducir los impactos, los Juegos parisinos aún castigarán al medio ambiente

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Julio 2024 / 126
Olimpiadas

Ilustración
Lola Fernández

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¿Se están engañando los franceses? El 61% cree que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París tendrán un impacto negativo sobre el medio ambiente. Sin embargo, los organizadores están convencidos de que van a marcar una diferencia con los precedentes al fijar ya desde el planteamiento inicial de la candidatura, en 2016, objetivos de “sobriedad”.

El objetivo de “neutralidad de carbono” se abandonó, pero Georgina Grenon, directora de excelencia medioambiental del comité organizador, proclama: “Nuestro compromiso, muy ambicioso, es reducir a la mitad las emisiones medias de los Juegos de Londres y de Río y financiar proyectos de contribución climática equivalentes a las emisiones que no habremos podido evitar”.

El hecho de que la gran mayoría de infraestructuras necesarias ya existieran y la densidad de los transportes públicos favorecen este compromiso. “Los Juegos de París son los primeros en fijarse este tipo de objetivos y la reducción de emisiones es significativa”, celebra Martin Müller, profesor del Instituto de Geografía de la Universidad de Lausana, quien, sin embargo precisa: “La mitad de un mal resultado no significa un buen resultado. Es el inicio de un viaje que debe proseguir”. ¿Qué parte del viaje han recorrido los Juegos de París?

Buenas prácticas

“Antes de reducir los impactos, es necesario comprenderlos: se ha realizado un trabajo de fondo inédito sobre sus tres componentes: el impacto climático, el impacto material (la utilización de recursos) y el impacto en la naturaleza”, expone Grenon. La acción reposa sobre cuatro pilares: contribuir a la neutralidad de carbono, preservar y regenerar la biodiversidad, desarrollar la economía circular y reforzar la resiliencia frente al cambio climático.

Las 52 hectáreas de la villa olímpica se presentan como modelo: fomento del reciclaje, materiales de bajas emisiones y de base biológica (incluida la madera procedente de bosques con gestión ecológica), transporte por vía fluvial, energía geotérmica y fotovoltaica, tejados vegetalizados o con protecciones solares... La aspiración es reducir el 30% las emisiones por metro cuadrado y el 47% en el conjunto del ciclo de vida.

En el plano energético, Grenon anuncia “un cambio completo de escala” y una reducción del 80% de emisiones gracias a la conexión a la red de todas las sedes de competición para eliminar los grupos electrógenos diésel y a un mix de electricidad de fuentes 100% renovables, asegurado por EDF.

Para los 13 millones de comidas que van a distribuirse, además de una drástica reducción de plásticos, se aspira a reducir a la mitad las emisiones de una comida típica francesa, incluyendo el doble de alimentos vegetales, la compra local del 80% de los ingredientes y medidas para reducir el desperdicio.

“Hemos hecho la opción de transformar estos Juegos en un laboratorio para poner en práctica soluciones innovadoras a gran escala. Y si es posible para los Juegos, entonces también lo será para todo el mundo”, asegura Grenon. Nuevas técnicas de construcción, prácticas que se transmitirán a los comités organizadores de próximas ediciones, guía para ayudar a los promotores de grandes eventos a reducir los impactos... el principal valor ecológico de estos Juegos sería el del ejemplo.

“El diseño ecológico de los edificios de la villa olímpica y la contabilidad del carbono han comprometido a todo el mundo y han contribuido al desarrollo de competencias de las partes involucradas y a la evolución de las normas de comportamiento”, quiere creer también Maël Besson, consultora que ha trabajado para WWF Francia y el Ministerio de Transición Ecológica. Martin Müller se muestra más escéptico: “Estos acontecimientos excepcionales no cambian realmente las estructuras, los modelos económicos ni las políticas públicas. Sus efectos son muy transitorios”.

Un modelo problemático

En un informe publicado el 15 de abril, la ONG Carbon Market Watch y el gabinete Eclaircies juzgan la estrategia climática de París 2024 “incompleta y lejos de asegurar una transparencia suficiente”. “Todavía hay muchas incertidumbres, sobre todo en relación con el número de espectadores y a su origen, lo que implica que la estimación del balance de carbono es optimista”, analiza Maël Besson. No obstante, sí comparte la pregunta retórica que se hace Georgina Grenon: “¿Existen eventos o actividades económicas en Francia que se hayan fijado objetivos parecidos? ¿Y que los hayan alcanzado?”.

Una reducción a la mitad de las emisiones colocaría la edición de 2024 alineada con los Acuerdos de París. Pero para mantenerse en este marco, y tomando como referencia Londres 2012, sería necesario dividir los impactos entre 10 en el horizonte de 2050, calcula Martin Müller, quien añade que, en cambio, el COI no se ha fijado objetivos al respecto y que su modelo se basa más bien en el turismo de masas. “Tanto transporte aéreo es matemáticamente incompatible con los límites planetarios”, recalca Besson.

Con los siguientes Juegos, en 2028, previstos en Los Ángeles, metrópoli con alta huella de carbono, y los de 2032 en Brisbane (Australia), en los antípodas, “el rediseño completo del modelo de Juegos Olímpicos” por el que aboga Carbon Market Watch parece que quedará en letra muerta.

Patrocinadores poco ecológicos

El evento es también un factor de greenwashing. A pesar de que Total Energies ha sido descartado, “al menos cinco patrocinadores (ArcelorMittal, Air France, Danone, Saint-Gobain y Vinci) tienen una trayectoria climática incompatible con los Acuerdos de París”, subraya César Dugast, del gabinete Eclaircies, sin olvidar Coca-Cola, colaborador histórico del COI.

Para hacer frente a la sobrerrepresentación de empresas contaminantes en el patrocinio deportivo, Maël Besson aboga por “una ley que descarbonice la financiación privada del deporte y prohíba la publicidad de los productos y servicios perjudiciales para el medio ambiente”.

Martin Müller recalca “la paradoja de los Juegos, tanto de invierno como de verano: dependen del clima, pero dañan sus propias condiciones de existencia con emisiones de CO2 muy importantes”.

El problema no son tanto los Juegos de París como el modelo general y su gigantismo. Sin embargo, “la mayor parte de sus ingresos no dependen ni de su tamaño ni del número de espectadores, sino de los derechos de transmisión y de los patrocinios, con lo que el acontecimiento podría descarbonizarse sin perjudicar su modelo económico”, estima el profesor universitario.

Para reinventarse, se han esbozado ya algunas ideas: reducción del número de atletas y disciplinas, elección de una o varias series permanentes, cuotas de espectadores extranjeros, desarrollo de tecnologías para vivir con más realismo la competición a distancia, etc. Los Juegos Olímpicos de París 2024, que Georgina Grenon no quiere calificar de “Juegos ecológicos” pero sí de “Juegos responsables”, habrán abierto una vía sin poder garantizar que no acabe en un callejón sin salida.