30 años sin Joan Robinson

Comparte
Pertenece a la revista
Marzo 2013 / 1
Foto artículo: 30 años sin Joan Robinson

Periodista

· La economista, que destacó por sus estudios sobre la competencia imperfecta, se consideraba a sí misma “una keynesiana de izquierdas” e intentó aunar la obra de su maestro Keynes con la de Marx.

· Para muchos, la pensadora debió de ser la primera mujer que ganara el Nobel de Economía. Pero nunca fue distinguida con el premio.

Este año se cumplen 30 de su muerte, y es una ocasión para recordar a una mujer economista que fue una de las discípulas predilectas de Keynes, y que se definía a sí misma como “una keynesiana de izquierdas por antonomasia” frente al “keynesianismo bastardo” (reaccionario) que denunció. Casi olvidada desde su desaparición, algunos colegas de profesión entendieron que debió ser la primera mujer Premio Nobel de Economía, y que si no obtuvo el galardón fue o por su condición de mujer, por sus veleidades izquierdistas favorables a las políticas de Stalin y de Mao, o por sus intentos de aunar la obra de Marx y de su maestro Keynes, que resultaban demasiado extremistas para los jurados del premio.

Joan
Ilustración: Jotaere

La vida y la obra de Joan Robinson [a partir de ahora JR] cubre una evolución que va desde las posiciones neoclásicas a las postkeynesianas y a las marxistas. Para cada uno de sus estudiosos pasará a la historia por un aspecto concreto que “como si fuera un abanico, fue abriendo y abordando recurrentemente todos los temas de máxima actualidad en la academia del siglo XX”. Para unos quizá pase por su aportación al estudio de la competencia imperfecta; para otros, por el análisis y desarrollo a largo plazo de las ideas de Keynes; más allá habrá quien subraye su teoría del capital y los planteamientos de un modelo de crecimiento; y otros probablemente se fijarán en sus intentos de conjugar a Marx y Keynes.

LA COMPETENCIA IMPERFECTA

La obra principal de JP se puede distribuir por etapas y libros. Más o menos cada una de ellas ocupa una década, la de los años treinta, cuarenta y cincuenta. En la primera desarrolló su concepción de la competencia imperfecta, en la segunda se ocupó de la economía  marxista, y en la tercera y última analizó una teoría del capital y del crecimiento.

Para Joan Robinson, la competencia es imperfecta en los mercados reales

En 1933 publicó La economía de la competencia imperfecta, en la que oponía una variante a la tradición neoclásica que dividía la economía  entre la competencia perfecta y el monopolio absoluto, ambos modelos trabajados por Alfred Marshall y que habían sido los únicos cultivados durante los siglos XIX y primera década del XX. El libro tuvo de inmediato un éxito entre la crítica especializada. Schumpeter diría que “Joan era uno de nuestros mejores hombres”, consideró que tenía una “genuina originalidad” y que el volumen le daba “derecho a ocupar un puesto importante, quizá el primero” entre los teóricos del área, y Galbraith escribió que “pocas veces en la historia económica ha habido ideas recibidas con tanto entusiasmo y tan poca crítica”.

Para JR, la competencia es imperfecta en los mercados reales. También en aquellos años era improbable encontrar ejemplos de competencia perfecta y existía una tendencia hacia la monopolización, por lo que era necesario intentar el análisis de un mundo en el que todas las mercancías y muchos servicios se producían o se generaban en dichas condiciones tendentes al monopolio o al oligopolio. En este trabajo JR se apoyó en el que durante toda su vida sería uno de sus referentes: Piero Sraffa (“la fuente del que fluye todo mi trabajo”, declaró), que había publicado previamente al libro de Robinson un artículo de referencia sobre “el análisis económico de la tiranía del supuesto de competencia perfecta”, y que fue uno de los pocos economistas a los que JR respetó siempre por su competencia profesional.

ENSAYOS DE ECONOMÍA MARXISTA

No hay ruptura en JR entre los estudios sobre la competencia imperfecta y sus Ensayos de economista marxista, de 1942, pero si un cambio de énfasis. En estos últimos trata de rescatar los aspectos más puramente económicos de la obra de Karl Marx (“llevo a Marx en la médula de los huesos”) y complementarlos con los modelos keynesianos. Durante gran parte de los años treinta y cuarenta, JR fue una de las principales colaboradoras del maestro Keynes, que decía de ella que ”estaba sin duda entre los seis o siete mejores economistas” de Cambridge, un grupo que incluía a Pigou, Sraffa, Richard Kahn (el primero que se acercó al concepto tan keynesiano del “multiplicador”),  James Meade o el marido de Joan, Austin Robinson, casi todos ellos miembros del famoso Cambridge Circus, el grupo de la universidad del mismo nombre en el que se discutía permanentemente de economía, con fructíferos resultados. La guerra civil y la lucha de los españoles contra el fascismo tuvo gran influencia en muchos de los intelectuales británicos de la época y, como no podía ser menos, en el Cambridge Circus.

La académica estuvo muy vinculada a la URSS de Stalin y la China de Mao

 Algunos de sus miembros simpatizaron abiertamente con el comunismo o militaron en sus filas. El periodista escocés Andrew Boyle, que a finales de los años setenta destapó que Anthony Blunt era el cuarto miembro de la famosa red de espías soviéticos en el Reino Unido, ha asegurado que JR fue miembro fundadora de la primera célula comunista en Cambridge, una célula probablemente organizada por el historiador Maurice Dobb, que también había reclutado al más famoso de todos estos espías: Kim Philby.

El hecho es que JR estuvo muy vinculada primero a la URSS de Stalin y luego a la China de Mao. No rompió con la URSS –como sí hicieron otros miembros del Partido Laborista, como Harold Lasky–, con motivo de la actuación soviética en países como Hungría o Alemania del Este, y posteriormente apoyó El Gran Salto Adelante chino, que dio lugar a terribles matanzas y a una de las más importantes hambrunas del siglo XX, lo que le significó el alejamiento con uno de sus discípulos más significativos, el indio Amartya Sen (también Nobel de Economía). JR terminó una conferencia que impartía en la Facultad de Economía de Delhi enarbolando el Libro Rojo de Mao.

Ilustración: Jotaere


Dice la periodista Sylvia Nasar que la generación que se interesó por la economía durante la Gran Depresión o a consecuencia de ella se aferró al mensaje de la Teoría general como si fuese un salvavidas. Keynes era su héroe y ellos sus discíp ulos. Ser keynesianos no implicaba para ellos estar de acuerdo con su maestro en todo y mucho menos con su ideología política; algunos eran conservadores, otros (sobre todo en Europa) socialistas. Keynes tendía a ver el fanatismo de los jóvenes comunistas como una especie de excentricidad inofensiva en fase pasajera. No pensaba que la ideología pudiera ser un obstáculo para la amistad o la investigación. Y en todo caso, al mismo tiempo que odiaba a Stalin y al comunismo soviético, admiraba el valor de sus compañeros que eran compañeros de viaje o militantes del comunismo. En 1939 dijo que “en la política de hoy no hay nadie que valga la pena fuera de las filas de los liberales, salvo la generación de comunistas intelectuales de menos de 35 años”. Aunque estuvieran engañados, según Keynes eran “un material magnífico”, demasiado bueno como para no aprovecharlo.

LOS DOS CAMBRIDGE

Tampoco hay ruptura entre la segunda y la tercera etapa intelectual de JR, desarrollada durante parte de los años cincuenta y sesenta, aunque surjan contradicciones. Su vida intelectual completa estuvo influenciada por tres grandes figuras del pensamiento económico: Marx, Marshall y Keynes, que tenían tres concepciones del capitalismo. En La segunda crisis del pensamiento económico, una recopilación de sus ensayos publicada en 1973, JR escribe: “Estos tres nombres están asociados con tres actitudes hacia el sistema capitalista. Marx representa el socialismo revolucionario. Marshall, la defensa desilusionada del capitalismo. Marx desea comprender el sistema para acelerar su destrucción. Marshall acepta sus aspectos agradables para hacerlo aceptable. Keynes busca encontrar lo que está mal con el propósito de diseñar medidas destinadas a salvarlo de destruirse a sí mismo”. Ante estas tres formulaciones, JR entiende que es absurdo rehusar las ideas de un economista cuya ideología nos desagrada y es igualmente absurdo apoyarse en ideologías que nosotros aprobamos. Una teoría económica es cuando mucho una hipótesis que no nos aclara el caso sino que nos sugiere una posible explicación de algunos fenómenos y no puede aceptarse como correcta hasta ser comprobada por medio de hechos. La función de los discípulos de un gran economista no es la de propagar sus doctrinas sino la de probar sus hipótesis.

Con esta visión, en el año 1956 JR publica La acumulación de capital, copiando el título del libro de la dirigente comunista alemana Rosa Luxemburgo, que había prologado tiempo antes. En La acumulación… el punto medular es la medición del capital. JR defiende que para medir la tasa de beneficio es necesario calcular el capital heterogéneo y de ahí derivar la magnitud del beneficio por medio de la teoría de la productividad marginal: el capital como unidad independiente de la distribución y los precios.

La economista creía en la relación entre la ideología y la ciencia económica

A Robinson la siguieron Sraffa, Nicholas Kaldor, y otros pero se encuentra con la crítica de algunos de los economistas keynesianos más importantes de la Cambridge americana (Instituto Tecnológico de Massachussets): Paul Samuelson, Robert Solow, Modigliani (los tres, futuros premios Nobel), David Levhari, Edwin Burmeister…A este debate se le ha denominado “la controversia de los dos Cambridge”. Unos le han concedido un papel central en los avances del pensamiento económico; otros, sin embargo, entienden que su mayor influencia fue en el campo de la metodología y sólo como “una tempestad en una tetera”. 

Joan Robinson, que inició la controversia, dio mucha importancia a las relaciones entre la ideología y la ciencia económica. La pensadora opinaba que los economistas teóricos de la primera parte del siglo XX habían estado más preocupados por la formación y propagación de la ideología que por entender el mundo, llegando a afirmar que “la lógica es corrompida por las opiniones (…) La economía es una rama de la teología”. Esta es una de las lecciones que tenemos que recuperar tres décadas después de su muerte.

OBRAS CONSULTADAS:

· Sylvia Nasar. La gran búsqueda. Editorial Debate. Barcelona, 2011.

· Begoña Pérez Calle. Joan Robinson y la competencia imperfecta, en Mujeres economistas. Luis de Perdices de Blas y Elena Gallego Abaroa, coordinadores. Ecobook, Madrid, 2007.

· Covadonga de la Iglesia Villasol. Robinson , keynesiana de izquierdas, en Mujeres Economistas, idem.

· Joan Robinson. La segunda crisis del pensamiento económico. Editorial Actual, México, 1973.

· Joan Robinson. La acumulación de capital. Fondo de Cultura Económica, México, 1960.

· Joan Robinson. Ensayos de economía poskeynesiana. Fondo de Cultura Económica, México, 1959.

· Alfons Barceló. Economía política radical. Síntesis, Madrid, 1998.

· Diego Pizano Salazar. Algunos creadores del pensamiento económico contemporáneo. Fondo de Cultura Económica, México 1980.

SRAFFA, ENTRE KEYNES Y GRAMSCI

J. E.

Sraffa fue un economista singular, punto de atención de cualquier historia de la economía política radical. Su propia vida, su obra científica y su compromiso con el mundo que le tocó vivir hacen de él un paradigma que merece ser estudiado. Nacido en Turín en 1898, se licenció en Derecho y estudió con Luigi Einaudi, gobernador del Banco de Italia y luego presidente de la República. En 1921 viaja por primera vez a Gran Bretaña y conoce a Keynes, que desde un primer momento se da cuenta de la formación, inteligencia y rigor intelectual del italiano. En la universidad italiana había conocido a un tal Antonio Gramsci, con quien mantendrá una relación de amistad hasta la muerte de este último. Gramsci, uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano y gran teórico del marxismo renovado había fundado la revista Ordine Nuevo, en la que colaboró Sraffa. Tras pasar a la clandestinidad, Gramsci fue detenido por los fascistas en 1926 y pasó el resto de su vida, hasta su muerte en 1937, en prisión. Sus aportaciones teóricas, condensadas en sus Cuadernos de la cárcel, influyeron poderosamente en la adaptación democrática del comunismo occidental que se produjo, bajo el nombre de eurocomunismo, en los años sesenta y setenta del siglo pasado.

Sraffa ayudó mucho a Gramsci que le definió como un intelectual de formación demócrata-liberal, es decir, “normativa y kantiana, no marxista y no dialéctica”. En su exilio de Cambridge (nunca abandonará la nacionalidad italiana) combatirá el encarcelamiento de Gramsci. A pesar de la separación física nunca olvidará al líder intelectual de los comunistas italianos. Hasta la muerte de éste, Sraffa le proporcionará todo tipo de materiales sobre el debate económico que se estaba produciendo entre las dos guerras mundiales y, sobre todo, el que se estaba originando con especial brillantez en Cambridge, con una generación incomparable de intelectuales como JR, Nicholas Kaldor, Maurice Dobb, Hicks, Robertson, además de Keynes y el propio Sraffa.

El economista italiano es el eslabón perdido entre un liberal como Keynes y un comunista como Gramsci, entre dos mundos muy diferentes como la Italia fascista y el Círculo de Cambridge. A través de Sraffa, Keynes se interesará por la enfermedad fascista del sur de Europa. Gramsci demandará continuamente los trabajos de Keynes y su círculo.

Sraffa fue un intelectual semiágrafo y toda su obra reunida no llega a las trescientas páginas. Su único libro Producción de mercancías por medio de mercancías (traducido al castellano por un joven economista llamado Luis Ángel Rojo, que luego sería gobernador del Banco de España) apenas supera los cien folios en su edición original inglesa; el resto son artículos, recensiones, críticas, introducciones… y poco más. Sraffa contribuyó, dentro de los ambientes keynesianos, a las discusiones preparatorias de la Teoría general de Keynes. De su categoría humana e intelectual dan cuenta una anécdota y una declaración. La primera: preguntado el gran economista polaco Michal Kalecki (otro keynesiano de izquierdas) sobre los gentleman británicos, contestó: “Sólo he conocido a dos: el uno, un comunista [Maurice Dobb], el otro, un italiano [Sraffa]. La declaración es de JR, poco antes de morir: “Yo mantuve innumerables discusiones con Piero Sraffa, pero todas apuntaban siempre a librarme de errores: él jamás decía nada en positivo”.

Entre las labores más importantes de Sraffa estuvo la preparación de una edición de las Obras Completas de David Ricardo en nueve tomos, siendo director de la Biblioteca Marshall, y con la colaboración de Dobb. A su  muerte, en 1986, el presidente de la República italiana, Sandro Pertini, lo despidió con estas palabras: “Fue el heredero genial y el renovador de una gran tradición de una gran tradición del pensamiento económico, un profesor ilustre para generaciones de estudiantes, un monumento a la cultura europea democrática y antifascista, un militante activo de la lucha por el desarrollo de la civilización democrática”.