La resistencia de las iraníes desvela los fallos de la República Islámica

La agitación social tras la muerte de la joven Masha Amini por llevar 'mal puesto' el velo es el resultado de 43 años de discriminación de las mujeres y un espejo de las contradicciones inherentes a la República Islámica.

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Diciembre 2022 / 108

Fotografía
Esteve Eason

A pesar de la censura de Internet impuesta por el régimen, desde hace tres meses nos llegan vídeos en los que las iraníes desafían abiertamente la ley islámica.
 Las mujeres se quitan los velos en la calle y los hacen ondear sobre sus cabezas; se cortan el pelo, cuando se supone que el pelo largo es un símbolo de pureza; queman sus velos gritando “Zan, zendegui, azadi” ("Mujer, vida, libertad"); las chicas de los institutos dirigen la V de la victoria hacia las inmutables imágenes de los ayatolás Jomeini y Jamenei que presiden sus clases. 
Tras el 16 de septiembre, día en que Masha Amini, de 22 años, murió a causa de los golpes que le propinó la Policía de la Moral, que la detuvo en Teherán por llevar el velo “mal puesto”, las mujeres iraníes han estado en primera línea de la movilización contra el régimen.
Rápidamente, el movimiento se ha extendido a los universitarios, luego a los estudiantes de instituto y ahora a toda la población a lo ancho y largo de este enorme país, con una superficie tres veces superior a la de España. El sábado 8 de octubre, incluso el bazar de Teherán se declaró en huelga, seguido unos días después por miles de asalariados del estratégico sector petroquímico. 
 
El retroceso de 1979
Las heroínas de la revuelta siguen siendo las mujeres. Se ve dolorosamente en las víctimas de la sangrienta represión que se propagan en Twiter, como Hadis Najafi, de 22 años, Nika Shakarami, de 16, Sarina Esmailzadeh, también de 16… El 8 de octubre, unos hackers interrumpieron los programas de televisión para difundir las fotos de Mash, Hadis, Nika y Sarina, bajo una imagen del Guía Supremo, Alí Jamenei, envuelto en llamas.
Al quitarse los velos, las iraníes atacan un símbolo, fundamento de la República Islámica. Nada más tener lugar la revolución de 1979, el estatuto de las mujeres sufrió un retroceso con la imposición de la ley islámica. Haleh Esfandiari, profesora iranoestadounidense del  Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos, en Washington, recuerda que una de las primeras medidas del ayatolá Jomeini fue anular la ley de protección de la familia, promulgada en 1967 bajo el régimen del sah, que fijaba la edad mínima legal para casarse en 18 años, otorgaba la guardia y custodia de los hijos prioritariamente a la madre y exigía el permiso de la primera mujer en caso de poligamia.
Se fijó la edad mínima para casarse en 13 años, se restableció el repudio y la guardia y custodia de los hijos volvió a ser prioritariamente del padre en caso de separación. Paralelamente, se excluyó a las mujeres de la profesión de juez, y, a la hora de heredar, perciben la mitad que los hombres. Incluso les está prohibido cantar en público.

 

En 1980 se impuso el velo en las Administraciones públicas y en 1983 se generalizó la obligación de llevarlo en todos los espacios públicos: en la calle, los restaurantes, los transportes… Esa imposición autoritaria del uniforme islámico a todas las mujeres fue un modo de sojuzgar a toda la sociedad iraní, de organizar su permanente vigilancia por los Guardias de la Revolución, el cuerpo armado de élite del régimen, o por las milicias basich, encargadas de vigilar a la población cotidianamente, haciendo que sobre ella planee una constante amenaza de castigo.
A pesar del flagrante retroceso de sus derechos, la evolución de la situación de las mujeres en Irán bajo la República Islámica ha sido dispar. Libres antes de moverse con la cabeza descubierta, las mujeres de las clases medias y superiores han vivido el velo como una opresión insoportable mientras que las de las clases populares, más tradicionales, lo han utilizado para facilitar su acceso al espacio público. Así lo han señalado los estudios antropológicos llevados a cabo por la investigadora francoiraní Fariba Adelkhak , detenida en Irán desde junio de 2019. En suma, las mujeres iraníes han podido decir a sus padres y maridos: “de acuerdo, me pongo velo, pero en este caso no me puedes impedir dar mi opinión, tomar la palabra, hacer deporte, conducir un coche, estudiar, trabajar, etcétera”.
Paralelamente, Irán se ha urbanizado: tres cuartas partes de la población viven hoy en ciudades, frente a la mitad en 1979. La República Islámica también ha invertido masivamente en educación: el 85% de los iraníes de 15 años está alfabetizado frente a únicamente la mitad hace 43 años. A pesar de la discriminatoria ley islámica, el nivel de educación de las mujeres, especialmente de las más jóvenes, es muy elevado: el 98% de las que tienen de 15 a 24 años está alfabetizado.
El porcentaje de universitarias ha dado un salto del 29% en 1986 al 48,5% en  2019, año en el que representaban el 60% de los efectivos médicos. En el mismo sentido, la edad media del primer matrimonio ha pasado de 19,7 años en 1976 a 24 años en 2016 . Pero, a pesar de ese nivel de educación, el índice de actividad laboral de las mujeres es muy bajo, el 19%, lo que aviva el descontento popular y anquilosa la economía iraní.
 
Transición demográfica
Otra flagrante paradoja es que, bajo la República Islámica, Irán ha tenido una transición demográfica ejemplar. Mientras que el sah no logró imponer a los iraníes que tuvieran menos hijos, tras la guerra con Irak llevó a cabo una eficaz política de control de la natalidad. Los religiosos chiíes en el poder distribuyeron gratuitamente la píldora anticonceptiva y preservativos, y realizaron numerosas campañas de publicidad. Rápidamente, el índice de fecundidad de las iraníes ha alcanzado 1,7 hijos por mujer, similar al de la Unión Europea.
El régimen iraní pronto se dividió entre “reformadores” y “conservadores”. Todos estos progresos han tenido lugar cuando los reformadores han estado en el poder, con Mohamed Jatami (presidente entre 1997 y 2005) y Hassan Rohani (presidente entre 2013 y 2021).
En 2003 se promulgó una ley por la que la mujer podía pedir el divorcio y se modificó la legislación relativa a la guarda y custodia de los hijos en un sentido más favorable a la mujer. Bajo Rohani, por primera vez en Irán se ha nombrado a una mujer embajadora. Iran Air está dirigida por una mujer.  Y Masoumeh Ebtekar, nombrada jefa del Departamento de Medio Ambiente por Jatami, ha sido, tras la elección de Rohani en 2013, la primera mujer vicepresidenta del país. 
En el día a día y mucho antes de la revuelta causada por la muerte de Mahsa Amini, las iraníes han dado muestras de su valor llevando pañuelos provocativos, de muselina transparente o de estampado de leopardo, a pesar de la permanente amenaza de ser detenidas por la policía de la moral que persigue a las mujeres mal veladas. Además, están muy conectadas entre sí en un país en el que la inmensa mayoría de la población posee teléfono móvil y acceso a internet (el 84% de la población en 2020, según el Banco Mundial).
Todo esto hace que quien viaja a Irán se vea sorprendido por la distancia existente entre la madurez sociodemográfica del país y la arcaica ley islámica. Es una distancia que permite suponer que, a la larga, el cambio político es inevitable.
La vuelta al poder de los conservadores significó un nuevo retroceso de los derechos de las mujeres. Mahmoud Ahmadinejad, presidente entre 2005 y 2013, intentó impulsar “una política que acabara con el continuo aumento de la edad media del primer matrimonio”, distribuyendo ayudas a las jóvenes casadas, recuerda el economista Thierry Coville. Asimismo, la República Islámica volvió a la política de planificación familiar que se había instaurado con éxito tras la guerra con Irak. Su resultado fue que se dejaron de subvencionar los contraceptivos.
Pero la edad media del primer matrimonio sigue siendo 24 años. Y el índice de fecundidad, que había bajado de 6,4 a 1,9 hijos por mujer entre 1986 y 2011, solo aumentó ligeramente a 2,2 en 2015 para volver a bajar y alcanzar un 1,7 en 2019. Las costumbres adquiridas y el alto nivel de educación de las mujeres han impedido una vuelta atrás.
 
Compromisos rotos
A pesar de la ley islámica, había una serie de espacios de compromiso entre la sociedad y el Estado. Pero se han roto tras la llegada al poder en 2021 de Ebrahim Raisi tras unas elecciones a las que no se permitió que se presentara ningún candidato reformador y en las que la abstención alcanzó el 50%.
Raisi ha intensificado el “orden moral islámico”, según expresión de Thierry Coville, instalando cámaras en los autobuses para verificar que las mujeres se ponen correctamente el velo o recurriendo a los castigos islámicos, como la mutilación en caso de robo. En el Parlamento se discute una ley para crear un internet exclusivamente iraní.
El régimen ha logrado situarse, pues, en un impase político, lo que explica, en parte, la rebelión a la que asistimos estos días. Pero esta revuelta, que no solo moviliza a los defensores de las mujeres, se debe también a la situación económica. La carestía de la vida había provocado ya movilizaciones en 2017 y en 2019. La inflación llega actualmente a casi el 40%.
No se puede negar que ese aumento de los precios está ligado a las sanciones internacionales contra el programa nuclear iraní, que, desde el año 2000, impiden que Irán venda libremente su petróleo a EE UU y Europa. En 2015, el presidente Rohani logró firmar un acuerdo histórico en Viena. Los cinco países del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, Alemania, Estados Unidos, China y Rusia) y la Unión Europea aceptaron el levantamiento de las sanciones si Irán limitaba su programa nuclear, sometido a estrecha vigilancia.
La salida unilateral de los Estados Unidos de Trump de dicho acuerdo, seguida de la imposición de nuevas sanciones estadounidenses, ha reducido a la nada todos los esfuerzos y ha provocado que Teherán relance su programa de enriquecimiento del uranio.
Irán, que ocupa el tercer lugar en la lista mundial de países productores de gas natural y el cuarto por sus reservas de petróleo, sigue siendo enormemente dependiente de los hidrocarburos y del sector público o semipúblico, que supone el 80% de la actividad.
Todas estas características, que favorecen la formación de oligarquías rentistas, frenan el establecimiento de una fiscalidad moderna y no favorecen la integración en el mercado laboral de las generaciones de jóvenes diplomados formados por el sistema educativo. El índice de paro oficial, situado en torno al 20%, es mucho más elevado en el caso de los jóvenes y las mujeres, que hoy son los que encabezan las movilizaciones.