La hoja de ruta china: más chips y menos viviendas

En busca de alternativas para reactivar su alicaída economía, el gigante asiático apuesta por la industria de semiconductores y por recuperar la confianza de la inversión privada

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Enero 2024 / 120
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Trabajador de la construcción

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Ding Zhou

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Ha transcurrido apenas un año, pero en ese tiempo China ha pasado de insuflar optimismo económico a todo el planeta a transmitir inquietud sobre su futuro. El coloso asiático despidió 2023 con una economía renqueante y arranca el nuevo año sin arrojar luz suficiente acerca de cómo piensa reactivar su desarrollo.

Ciertamente, a finales de 2022, el abrupto final de la política de covid cero decretada por las autoridades de Pekín alimentó las esperanzas de una fuerte recuperación económica tras tres años de autoaislamiento, que debía contribuir a una reactivación de la economía internacional. Era un optimismo que The Economist describió como “el mayor acontecimiento económico del 2023”. Sin embargo, 12 meses después, los retos se acumulan a los líderes chinos y su silencio y opacidad acerca de cómo superarlos rebaja las expectativas sobre la marcha de la segunda potencia mundial en 2024 y su aportación al desarrollo global.

Los analistas y los mercados confiaban en que la reunión que el presidente de EE UU, Joe Biden, y el líder chino, Xi Jinping, mantuvieron en San Francisco en noviembre despejaría la relación entre los dos países y alumbraría el desarrollo de la economía china. Esta cita, a su vez, debía preceder a la tercera sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista, un cónclave de alto perfil que tiene lugar cada cinco años y que establece la estrategia económica que China desarrollará a lo largo de los próximos 5 o 10 años. El evento normalmente tiene lugar en otoño, un año después de la elección de los nuevos dirigentes, y, en esta ocasión, tenía su lógica que Xi esperara a conocer la posición de Biden para convocarla y plantear propuestas concretas a la cúpula comunista, dada la pugna comercial y tecnológica que mantienen los dos países.

Pero 2023 llegó a su fin y los planes económicos sobre el futuro de China siguen sin desvelarse. Este silencio sugiere que los retos a superar son muy complejos y los dirigentes chinos analizan la situación al detalle antes de tomar decisiones de calado.

Panorama sombrío

Pekín, sin embargo, ya ha anunciado que sus prioridades para 2024 son la estabilidad económica y la recuperación de la confianza de inversores privados y extranjeros, según la agencia oficial Xinhua. Estos objetivos, junto con la apuesta por estimular la demanda interna, deberían impulsar el crecimiento del comercio y favorecer el flujo entre mercados. Son unas metas imprescindibles para que la economía china remonte las dificultades que atraviesa. Este panorama sombrío incluye un consumo interno débil, un elevadísimo endeudamiento de los gobiernos locales que supera los ocho billones de euros, un sector inmobiliario en crisis desde hace tres años y unas exportaciones inestables a medida que el crecimiento global se desacelera. A todo esto se suman unas medidas implementadas en los últimos meses que no han logrado frenar la tendencia a la baja y la aparición de la deflación.

No obstante, a pesar de que aún se desconocen los planes a medio plazo de Pekín, algo se mueve en los cenáculos del Partido Comunista. El informe de la reunión de diciembre del Polítburo, máximo órgano decisorio de la organización, destacó la importancia de “establecer lo nuevo antes de abolir lo viejo”, un refrán que en China se interpreta como un enfoque paso a paso para desarrollar un nuevo plan en lugar de hacerlo de forma apresurada. Este proverbio justificaría el viraje de los principales bancos del país, que en 2023 realizaron una reducción sostenida de los préstamos inmobiliarios, al tiempo que facilitaban recursos a las industrias de semiconductores y de los automóviles eléctricos.

No habrá rescate

Se trata de un movimiento que explicaría algunas de las incógnitas que subyacen en la gestión de la economía china. Indica que Pekín apuesta por reducir la dependencia del sector inmobiliario y del endeudamiento local como motores de crecimiento. Es una manera clara de comunicar a los promotores de viviendas que el Gobierno no acudirá en su rescate y a las autoridades locales que deberán apretarse el cinturón y acostumbrarse a impulsar políticas de ahorro.

Es una opción política que la evolución de las cifras de los préstamos bancarios y su destino confirmarían. Los créditos a la industria pasaron de 58.300 millones de euros en los primeros nueve meses de 2019 a 630.000 millones de euros entre enero y septiembre de 2023 y gran parte de ellos fueron a parar a la industria de semiconductores, un sector estratégico para Pekín, en la medida en que es un elemento clave en cualquier dispositivo electrónico. En caso de éxito, dicha iniciativa permitiría a China superar los controles impuestos por Washington a la importación de chips y aspirar a romper la supremacía estadounidense en este ámbito. Es una batalla que el presidente Xi está obsesionado en ganar para que su país sea autosuficiente tecnológicamente y pueda convertirse en la primera potencia mundial. 

El año del dragón

La industria de los microprocesadores no es, sin embargo, la única que se ha beneficiado de este cambio de objetivos; los sectores de las energías renovables y de los vehículos eléctricos también se han visto favorecidos, como lo demuestra el hecho de que sus productos inundan ya los mercados occidentales y, en especial, el europeo.

No obstante, numerosos economistas locales se interrogan si la apuesta por estos sectores industriales será suficiente para reactivar la economía. Su aportación al PIB chino se sitúa en torno al 13%, una cifra muy alejada del 30% que aporta el sector inmobiliario, que sigue en crisis y sin recuperarse. 

Lo que sí parece seguro es que esta iniciativa va a facilitar un repunte de las exportaciones, que en noviembre crecieron por primera vez en siete meses, aunque solo fue un pírrico 0,5%, respecto al mismo periodo del año anterior. Pero apostar por las ventas al exterior tampoco es un envite seguro, ya que ni EE UU ni Europa están dispuestos a que crezca su déficit comercial con China, con lo que a Pekín solo le queda cortejar a los países en desarrollo para vender su producción, aunque muchos de ellos ya están muy endeudados con el país asiático.

En cualquier caso, no hay que olvidar que el 10 de febrero arranca el año del dragón según el horóscopo chino, un signo que simboliza honor, poder, prestigio y energía, atributos todos ellos que encajan con el estilo de liderazgo de Xi, que podría optar por promover cambios profundos para reactivar la economía china a medio y largo plazo y, con ello, el  desarrollo global.