Impulsada en la COP28, la energía nuclear sigue retrocediendo

Un informe independiente pone en cuestión la aspiración expresada en la cumbre del clima de triplicar la capacidad nuclear mundial de aquí a 2050
 

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Febrero 2024 / 121
Central nuclear Turquía

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Getty images

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La industria nuclear al auxilio del clima? El pasado 2 de diciembre, durante la celebración de la COP28 en Dubái, 22 Estados hicieron un llamamiento a triplicar la capacidad mundial de generar energía nuclear de aquí a 2050. El anuncio lo hizo John Kerry, representante de EE UU, en compañía de dirigentes como el presidente francés, Emmanuel Macron. Junto a ellos estuvieron otros países nucleares del mundo industrializado, entre ellos Canadá, Finlandia, Reino Unido, Ucrania, Japón y Corea del Sur.[España estuvo ausente.] La causa de que sean tantos los países que no apoyan la idea es, seguramente, su discordancia con los proyectos futuros y las evoluciones del pasado. En todo caso, la iniciativa se parece mucho a un espejismo en el desierto.

Trabas económicas

En su escenario de “cero emisiones netas” para 2050, la Agencia Internacional de la Energía (AIE), muy favorable a lo nuclear pero que, a diferencia de los actores del sector, reconoce honestamente sus trabas económicas e industriales, prefiere más bien que se duplique y no que se triplique su producción mundial. Duplicar el nivel actual supondría no solo construir en menos de 30 años 400 gigavatios adicionales de capacidad de producción (es decir, la misma cantidad que los Estados nucleares han logrado instalar en 60 años), sino sustituir buena parte de la capacidad actual, el grueso de la cual entró en funcionamiento en el periodo 1970-1990. Es un plan titánico si, además, se tiene en cuenta que esa nueva capacidad debería construirse y operar fundamentalmente en países emergentes y en desarrollo que, dejando a un lado a China, no tienen los mismos conocimientos tecnológicos, en el caso de que no carezcan de ellos. Y suponiendo que este escenario de duplicación sea creíble, la energía nuclear solo tendría un papel muy secundario en el mix energético descarbonizado de mañana: apenas el 8% a escala mundial, mientras que más de dos tercios de la capacidad procedería del desarrollo masivo de energías más competitivas y fáciles de fabricar: la solar y la eólica. 

La ambición de los firmantes de la declaración de Dubái descansa también en un terreno bastante pantanoso a juzgar por la evolución pasada y presente del sector. Así lo atestigua el último informe anual sobre el estado mundial de la industria nuclear dirigido por el experto independiente Mycle Schneider y publicado el pasado 6 de diciembre (The World Nuclear Industry Status Report 2023).

En 2022, el porcentaje de la energía nuclear en la producción mundial de electricidad disminuyó hasta el 9,2%, su nivel más bajo tras el pico de 17,5% en 1996. En volumen, la producción también descendió en 2022, estableciéndose en 546 TWh. El máximo histórico, de 2.660 TWh, se alcanzó en 2006 y, desde esa fecha, la producción  se ha ralentizado y, aparte del caso de China, no ha dejado de bajar.
Esta decadente situación desde hace cerca de dos décadas se explica porque las nuevas unidades que han entrado en funcionamiento no compensan el cierre de las que han llegado al fin de su vida útil. Aunque en el periodo 2003-2022 el mundo logró a duras penas poner en funcionamiento 99 nuevos reactores, se cerraron 105. 

Aparte de los costes y de la duración de la construcción, hay otros problemas que afectan al nivel de producción de la energía nuclear, especialmente, que cada vez son más frecuentes y largos los cierres por reparación o mantenimiento de unos equipos que han envejecido. El informe señala que, fundamentalmente por dicha razón, la producción de energía electronuclear francesa ha descendido en 129 TWh entre 2010 y 2022 (la central de Fessenheim solo produjo una decena de TWh). Esto supone más que la pérdida de producción electronuclear en Alemania en el mismo periodo (100 TWh) debida a la política de abandono del sector puesta en marcha por el país. 

Competencia

El voluminoso informe (549 páginas), que se ha convertido en una referencia por ser muy preciso, completo, independiente y por utilizar fuentes oficiales, desmiente también los comunicados de la industria nuclear y, apoyándose en las cifras, deja por los suelos el entusiasmo de los viajantes de comercio gubernamentales presentes en Dubái. 

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Electricidad de origen nuclear

Un capítulo especial sobre la economía de esa industria tan capitalista muestra su mal estado y su dependencia de la financiación pública, debido a sus costes, muy superiores al de la energía eólica y fotovoltaica, máxime considerando que los mercados de capitales exigen unas primas de riesgo cada vez más elevadas en un sector marcado por los retrasos en las obras, que se cuentan por años, y por costes ocultos como la imprecisa factura del desmantelamiento.

Frente a ello, la energía eólica y la solar dan muestras de estar en plena forma. A escala de la Unión Europea, por ejemplo, su producción acumulada alcanzó los 624 TWh de electricidad en 2022, superando no solo a la nuclear por primera vez, sino también al gas y al carbón. A escala mundial, la inversión llevada a cabo en el sector de las renovables (sin contar las cintas transportadoras) alcanzó los 495.000 millones de dólares en 1992, un aumento del 35% en un año, frente a 35.000 millones en el sector nuclear.

Los Estados que carecen de capacidad industrial y que, a pesar de su evidente poco interés económico, quisieran equiparse con centrales nucleares ¿se dirigirían a los dos principales interesados de la declaración de Dubái? No es nada seguro. Los costes de los reactores nucleares estadounidenses y franceses son mucho más elevados que los de sus homólogos surcoreanos, chinos y rusos.

Rusia es hoy la reina en los mercados de exportación, con 19 unidades en construcción en siete países. Sin embargo, subraya el informe, su capacidad de llevar a cabo las obras debido a la guerra en Ucrania y a las sanciones internacionales añade una duda más al radiante futuro del átomo