Abusos y lucro en el negocio de las revistas científicas

Algunos editores de publicaciones científicas aprovechan su relevancia para enriquecerse, en detrimento de las universidades y los laboratorios. Los excesos erosionan la confianza en la investigación y en la ciencia

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Abril 2024 / 123
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Técnica en laboratorio

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Josbel A. Tinoco

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Es simplemente extorsión. Me está volviendo loco”, protestaba el economista del decrecimiento Timothée Parrique en la red social X en noviembre pasado. Para consultar un estudio científico, este investigador debía pagar nada menos que 30 euros. “Es imposible acceder a los textos porque están sujetos a modos de pago por parte de editores que no aportan nada a su producción”, se lamenta.

De hecho, los editores de revistas científicas no financian la actividad investigadora ni pagan a los autores. Los científicos son remunerados por las estructuras que los emplean, y los presupuestos de investigación los fijan los gobiernos.  Incluso la etapa de revisión por pares, una fase esencial durante la cual los científicos verifican la relevancia y el rigor de la investigación antes de su publicación, no les cuesta nada a los editores: los pares trabajan para las revistas de forma voluntaria.

Las universidades producen la investigación... y luego pagan enormes sumas de dinero para acceder a las publicaciones. Solo en 2020, las instituciones francesas gastaron 87,5 millones de euros en suscripciones a revistas científicas.

“Los costes de las suscripciones se han disparado desde la década de 1980. Es la llamada crisis de las revistas [científicas]: las grandes editoriales han incrementado los precios mucho más que la inflación”, como explica Margaux Larre-Pérez, consultora de ciencia abierta de Dataactivist, una empresa cooperativa especializada en la apertura de datos. “Estas revistas se permiten hacerlo porque tienen prestigio y satisfacen una necesidad. Entonces las universidades pagan”.

Esta situación permite que el mercado editorial científico, dominado por un puñado de empresas, sea especialmente lucrativo. En 2015, las seis principales editoriales mundiales (Elsevier, Springer Nature, Wiley, Wolters Kluwer, Thomson Reuters y Taylor & Francis) presentaron una facturación combinada de 7.500 millones de euros. Elsevier y Springer Nature lograron márgenes extraordinarios cercanos al 40%, mayores que Apple (35%).

Pagar por publicar

El mundo académico se está asfixiando con este modelo. El director general de ciencia del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) francés, Alain Schuhl, señala otro abuso: el de las tasas de publicación o APC (Article Processing Charges), que los autores pagan para permitir la publicación inmediata en acceso abierto. Las APC pueden ser caras: hasta 9.750 euros por artículo para revistas del prestigioso grupo Nature.

“Las APC, desarrolladas en la década de 2000, eran una alternativa de financiación para las revistas que nacieron en oposición a las revistas tradicionales basadas en las suscripciones”, explica Larre-Pérez, quien añade: “El objetivo era construir otro modelo económico, esto es, que todos los artículos fueran accesibles de forma gratuita y los autores cubrieran los costes de publicación”.

Sintiendo que había un buen negocio, el oligopolio integró gradualmente esta alternativa en su propio modelo económico, en particular mediante el desarrollo de revistas híbridas, que funcionan tanto por suscripción como por APC para artículos de acceso abierto. “Se ha convertido en el modelo dominante en revistas prestigiosas, como Nature. Estas revistas recaudan dinero por ambas vías, pues las universidades pagan por el acceso a las revistas y también pagan las APC”.

A nivel mundial, las instituciones pagaron entre 2015 y 2018 más de 1.000 millones de dólares en costes de publicación al oligopolio formado por Elsevier, Sage, Springer Nature, Taylor & Francis y Wiley. La cantidad pagada en concepto de APC en Francia se triplicó entre 2013 y 2020, pasando de 11,3 millones de euros al año a más de 30 millones, y se estima que la factura alcanzará los 50 millones de euros en 2030 si la tendencia continúa, o incluso los 68 millones si se acelera.

La causa radica en la proliferación de las APC, pero también en la explosión de sus costes. Por ejemplo, entre 2017 y 2020 el CNRS constató un aumento del 139% en los costes de publicación en las editoriales Frontiers Media y del 746% en Mdpi.

Publicar o morir

Los científicos están atados de pies y manos, pues en el mundo de la investigación nadie desconoce la máxima publicar o morir. El mérito de un investigador —y, por tanto, el progreso de su carrera— está determinado principalmente por la cantidad de artículos que publica y el prestigio de las revistas en las que lo hace.

Las universidades también tienen mucho interés en motivar a sus investigadores a publicar mucho y en revistas reconocidas, pues las propias instituciones son clasificadas según estos criterios, en particular en  la prestigiosa clasificación anual de las mejores universidades elaborado por la Universidad de Shanghái. Asimismo, cumplir estos requisitos también permite acceder a importantes fondos para la investigación.

Revistas fraudulentas

Por un lado, hay científicos obligados a publicar, así como universidades y laboratorios obligados a demostrar su excelencia, y, por otro, hay editores que se enriquecen gracias a sus gallinas de huevos de oro. Es suficiente para atraer al zorro al gallinero.

En 2020, un estudio destacó  entre las numerosas investigaciones sobre la epidemia de covid-19. El original afirmaba que tomar hidroxicloroquina, entonces considerada un remedio contra el coronavirus, ayudaba a prevenir… accidentes de monopatín.

Los autores eran Didier Lembrouille, Otter F. Hantome (“autor fantasma”, en francés) y Nemo Macron, en honor al perro del presidente. El estudio consistía en una serie de bromas y, sin embargo, se publicó en el Asian Journal of Medicine and Health, tras un pago de 55 dólares.

Los investigadores (reales) detrás de este engaño tenían el objetivo de concienciar al público sobre las “revistas depredadoras”. Estas publicaciones fraudulentas tienen apariencia de revistas científicas serias, pero no respetan su ética. Por ejemplo, la revisión por pares es parcial o inexistente.

Estas revistas, a menudo, alientan directamente a los científicos a que les envíen sus investigaciones. ¿Correos electrónicos de revistas depredadoras? “Tengo muchos, lo mismo ocurre con mis colegas”, confirma Paule-Emily Ruy, estudiante de doctorado en la Universidad Tecnológica Atlántica, en Galway (Irlanda). “Empecé a recibirlos cuando publiqué por primera vez. “Cuanto más vas publicando, más te contactan”, advierte.

Entre los correos electrónicos de Ruy que aún no ha eliminado se encuentra una propuesta del Mdpi. Larre-Pérez afirma: “Es evidente que algunas revistas son totalmente fraudulentas, pero otras se encuentran en una zona gris, como Mdpi”. Esta editorial tiene unas pocas docenas de revistas con la revisión tradicional por pares y, al mismo tiempo, publica miles de números especiales, que no son revisados ​​rigurosamente, pero que generan mucho APC”.

Fábricas de artículos

Atraídas por este mercado lucrativo, las fábricas de artículos nacieron a la sombra de la producción científica. Estas empresas producen manuscritos falsos y ofrecen a los investigadores la posibilidad de comprar la autoría, sin participar en el desarrollo del estudio. The Science Publisher Company, por ejemplo, propone por 2.150 dólares asumir el papel de primer autor del artículo Obesidad en hombres en edad laboral: factores, riesgos hormonales, metabólicos y hemodinámicos de las arritmias cardíacas.

“Estas empresas nacieron de la presión sobre los investigadores, especialmente en ciertos países. Un estudiante de doctorado chino en Medicina debe, por ejemplo, publicar un artículo en una revista reconocida para obtener su diploma”, explica Marie Soulière, directora de la editorial Frontiers y miembro del Comité de Ética de Publicaciones de Francia (COPE). “Ante ese requisito, las empresas comenzaron a ofrecer la posibilidad de pagar para agregar el nombre a un artículo. Con la tecnología, han evolucionado para vender artículos completamente falsos, mucho más rápidos de producir”.

Las fábricas de artículos funcionan principalmente en China, India, Rusia, Ucrania e Irán. Su importancia no es anecdótica. Según un estudio basado en un análisis de 53.000 artículos científicos y publicado en 2022 por el mencionado COPE y el sindicato de editores científicos STM , las revistas científicas reciben entre el 2% y el 46% de artículos fraudulentos. En total, 457 artículos falsos pasaron desapercibidos 
y fueron publicados.

Estos abusos proliferan en detrimento de la confianza del público en la ciencia y de la propia investigación, que depende de publicaciones previas para avanzar.

Algunos gobiernos han empezado a actuar, exigiendo que los criterios de evaluación de los científicos se basen en la calidad de los resultados y ya no en el número de publicaciones y el prestigio de las revistas. También se promueve el desarrollo de las denominadas revistas diamante, que sean de acceso abierto inmediato y sin coste para los investigadores.