El riesgo de una década perdida para los países más pobres

El Banco Mundial alerta del retroceso en las zonas del mundo menos desarrolladas a causa de múltiples crisis y dificultades estructurales

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Julio 2024 / 126
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Pobreza en Etiopía

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Anmede

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Es un grito de alarma lo que lanza el Banco Mundial en un informe publicado a mediados de abril sobre la situación económica de los países más pobres del planeta. Se trata de un bloque de 75 países repartidos en diferentes continentes: buena parte de ellos se ubican en el África subsahariana, pero también en América Latina y en Asia. Suman una cuarta parte de la población de la Tierra (1.900 millones de personas) y, sobre todo, el 70% de la población en situación de extrema pobreza, lo que significa que sobrevive con menos de 2,15 dólares por día. Las economías de estos países representan solo el 3% del producto interior bruto (PIB) mundial.

Una serie de factores confluyen para que estos países —el Banco Mundial los denomina con el acrónimo IDA (International Developement Association), el organismo  mediante el cual les otorga ayudas o préstamos a intereses muy bajos—, encaren, literalmente, “una década perdida para su desarrollo”. Así lo dice la institución internacional, justo cuando se habían constatado progresos sustanciales en las últimas décadas, tales como el aumento de la esperanza de vida y la reducción de la mortalidad de las madres.

El crecimiento registrado en estos países entre los años 2020 y 2024 será el más lento en un periodo quinquenal desde principios de la década de 1990. Por primera vez desde que comenzó el siglo XXI, la tasa de crecimiento de estos países apenas equivale a la registrada por aquellos considerados desarrollados en el mismo periodo. Durante los últimos 20 años, el ritmo que habían seguido había sido superior, lo que hacía pensar en una convergencia a base de pequeños pasos.

Más preocupante aún es el hecho de que la mitad de los países IDA crezcan incluso menos de lo que lo hacen los países desarrollados, lo que aumenta la brecha de ingresos entre ambos grupos.

¿Cómo explicar este cambio de tendencia? La pandemia de la covid-19 supuso un golpe para estos países frágiles y borró de un plumazo tres años de avances en la reducción de la pobreza. Pero el impacto de la crisis sanitaria se ha multiplicado debido a una serie de debilidades preexistentes.

El fallo de los sistemas de salud locales es uno de ellos, y también lo es la debilidad estructural de los ingresos fiscales, pues, de media equivalen al 11,9% de su PIB, en comparación con el 17% en el caso de los países emergentes, lo que priva a los Estados de recursos muy valiosos para hacer frente a estos choques y para poder invertir a largo plazo. Los países que antes se consideraban pobres y que han conocido un incremento sustancial de su riqueza por habitante, es el caso de India y de China, son los que han conseguido en un momento dado realizar inversiones masivas, subraya la institución.

Ucrania y la inflación

A todo ello se le ha sumado el episodio de inflación desatado por la guerra en Ucrania, que ha tenido repercusiones muy duras, debido a su elevada dependencia de las importaciones de alimentos y de energía. También ha impactado sobre los países exportadores de materias primas que, como Nigeria, venden petróleo bruto para importar después petróleo refinado.

Otro factor agravante es el predominio del sector agrícola en la economía, que se ha visto muy tocado por el aumento del coste de los fertilizantes. Como resultado, mientras que la inflación está bajando en Europa, un tercio de los países del África subsahariana seguían teniendo una tasa de inflación de dos dígitos a principios de 2024, según otro informe reciente del Banco Mundial dedicado específicamente a las economías africanas.

La inflación se ha visto alimentada, además, por la devaluación de un cierto número de monedas nacionales en los países pobres, causada, en parte, por el alza de los tipos de interés decidido en los países occidentales, con EE UU en cabeza. El mecanismo es conocido: cuando Occidente sube los tipos para intentar que bajen los precios en sus países, su deuda pública se vuelve más rentable, y resulta, pues, más atractiva para los inversores. A la inversa, ello desvía acreedores de la deuda de los países pobres, que se encarece.

La diferencia entre el rendimiento de los títulos del Tesoro estadounidense y lo que pagaría un país pobre por una emisión equivalente “ha pasado de 4,7 puntos porcentuales en 2019 a un máximo de 12,4 puntos en mayo de 2023, antes de volver a caer a 7,8 puntos en marzo de 2024”, describe el Banco Mundial. Y ello en un momento en que “las necesidades anuales de inversión en infraestructuras en el África subsahariana superan el 9% del PIB, y se estiman en el 7,5% en el sur de Asia, Oriente Medio y el norte de África”.

El coste del calentamiento global

Este sombrío panorama ilustra hasta qué punto los países más pobres lo tienen difícil para salir de la serie de crisis que los ha golpeado desde 2020. Y se les añaden  dos riesgos mayores de cara a los años venideros: la multiplicación de conflictos y el calentamiento global, cuyos costes crecientes para los más pobres ocupan un lugar central en las negociaciones climáticas.

A medida que aumentan los fenómenos meteorológicos extremos, existe el riesgo de que la población más pobre de estos países se vea más afectada, y de que se ralenticen de forma considerable los avances en la reducción de la pobreza. Aunque la proporción de población pobre sobre la población total sigue una tendencia a la baja, en el grupo de los denominados países IDA hay más personas en situación de pobreza extrema que en 1990, y el Banco Mundial augura como probable que los avances en la reducción de esta cifra “sean modestos durante la próxima década”. En consecuencia, “el objetivo de reducir la pobreza mundial del 9% de la población al 3% de aquí a 2030 parece inalcanzable”.

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Evolución países pobres

La multiplicación de conflictos, y en particular en el Sahel, y la aceleración de la emergencia climática, junto con las subidas de precios, forman un cóctel dramático que explica el incremento de la inseguridad alimentaria: en 2023, 651 millones de personas se vieron afectadas por ella en estos países, el doble que  en 2019.

En número de personas, los países más afectados son República Democrática del Congo (25,8 millones), Nigeria (24,9), Sudán (20,3), Afganistán (19,9) y Etiopía (18,7), según el primer informe sobre crisis alimentarias mundiales realizado de forma conjunta por varias organizaciones internacionales. Es en la franja de Gaza donde hay mayor riesgo de hambruna para la población.

Materias primas... ¿y?

Las bazas potenciales de los países más pobres del mundo —una población dinámica y una riqueza de materias primas, entre las cuales algunos materiales críticos para la transición energética— tienen un doble filo. “Los beneficios no están garantizados”, insiste el Banco Mundial.

Por ejemplo, los ingresos de la minería pueden tanto sostener la economía como crear rentas de las que solo se beneficien los más ricos e impedir que los países afectados se diversifiquen, lo que, a su vez, los hace más vulnerables a las crisis. Este es un escollo que Senegal, que acaba de embarcarse en el desarrollo del petróleo y el gas, está tratando de evitar.

La juventud: ¿ventaja o no?

El rápido aumento de la población en edad de trabajar (de entre 15 y 64 años) puede ser una fuente de riqueza, siempre que se le ofrezca suficiente formación y se generen puestos de trabajos. Al mismo tiempo, puede suponer una dificultad añadida si los recursos de los países más pobres no aumentan al mismo ritmo que su población, por problemas de acceso a los servicios públicos básicos (agua, electricidad, vivienda, sanidad).

“La reducción de las brechas de renta y desarrollo entre los países más pobres y los más ricos beneficia a todas las economías”, remarca  el Banco Mundial. Y concluye: para evitar una década perdida, es esencial la ayuda al desarrollo.