¿Puede la soberanía europea financiarse con deuda internacional?

Europa necesita fondos para evitar que siga creciendo la distancia industrial que la separa de EE UU y de China

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En 2024 y 2025 se decidirá si Europa será soberana o no”, declaró el presidente francés, Emmanuel Macron, en la cumbre de Davos, el pasado enero. El mandatario propuso dos herramientas para poder construir dicha soberanía: por un lado, profundizar en la unión de los mercados de capitales en Europa, de modo que el ahorro privado financie los proyectos de modernización industrial del viejo continente y, por el otro, “quizá haya que atreverse de nuevo con los eurobonos”, es decir, financiar los nuevos proyectos con dinero público, prestado a escala europea.

La primera opción es una especie de serpiente de mar europea, como un tesoro escondido que resulta tan cercano como inaccesible, debido a la insuficiente liberalización de las finanzas europeas. Es cierto que, según los últimos datos del Banco Central Europeo (BCE), “en el periodo de 12 meses que terminó en noviembre de 2023, la balanza por cuenta corriente registró un superávit de 231.000 millones de euros”, es decir, el 1,6% del producto interior bruto (PIB) del conjunto de la zona euro. Una cuantía semejante no sería desdeñable si este ahorro permaneciera íntegramente en Europa. Los inversores internacionales podrían verse tentados a acudir al continente si los capitales pudieran circular por él con mayor facilidad.

Sin embargo, la liberalización financiera ya permite que los acreedores internacionales inviertan prácticamente donde les plazca. La necesidad de diversificar las inversiones, el habitus nacional y la debilidad de las perspectivas de una Europa sobrepasada desde el punto de vista tecnológico por EE UU y China no dan al continente ninguna gran ventaja en la competencia mundial por el ahorro. Una unión de los mercados de capitales no garantizaría que las cosas fueran a cambiar. Seguramente, el jefe del Estado francés piensa que su país podría atraer más que otros parte del ahorro europeo y mundial, lo que supondría elegir un modelo en el que la banca desempeñaría un papel menos directo que los mercados financieros. Bajo esta hipótesis, el Elíseo acepta que la soberanía económica europea requiera más deuda y mayor dependencia de los acreedores internacionales, tanto más cuando Macron propone que parte de esta deuda se contraiga a escala europea y no que cada país aumente demasiado la suya.

Es cierto que, según las nuevas reglas presupuestarias europeas, los gastos que se financian mediante fondos de la Unión no se incluyen en el cálculo del gasto público. Pero el nuevo marco presupuestario parece lo bastante complejo como para que los países que lo deseen o necesiten puedan evitar las drásticas políticas de austeridad impuestas por la Unión Europea. Una cuestión bien distinta es que quieran utilizar las reglas para recortar sus gastos.

El debate es de fondo: cómo financiar las inversiones masivas que necesita Europa para evitar ampliar aún más la distancia industrial que la separa de EE UU y de China. La respuesta de Macron es endeudándose más con los acreedores internacionales y haciendo que la Unión Europea asuma parte de la deuda adicional del sector público. 

La financiación de Northvolt

La manera en que la empresa sueca fabricante de baterías eléctricas Northvolt acaba de financiar la ampliación de su capacidad productiva demuestra que este tema es un poco más complicado: después de haber obtenido dinero del capital riesgo el año pasado, Northvolt acaba de conseguir 5.000 millones de un grupo de bancos internacionales al que se ha sumado financiación pública del Banco Europeo de Inversiones (BEI) con 1.000 millones, lo que supone una parte sustancial. Se trata, pues, en realidad de una mezcla de dinero público y privado, de bancos y de mercado. Sin embargo, la orientación general que propone el presidente francés es que esta industrialización verde se ha financiado con deuda. 

Christian  Chavagneux es editorialista de Alternatives economiques.