Clara Zetkin. La clarividencia de una feminista y socialista

Gran impulsora del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, la escritora y activista alemana fue una luchadora incansable en favor del sufragio femenino y de la escuela pública mixta y laica, entre otras causas

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Marzo 2024 / 122
Clara Zetkin
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No es guapa, pero tiene algo de sólido que va más allá de la mujer. Más bien menuda, sorprende por la anchura de su cara. Su cabello aún es rubio, con ese pelo fuerte que ni peine ni horquillas son capaces de mantener sujeto. La estructura ósea de su rostro es acusada, poderosa. Es imposible no reparar en ella en medio de la multitud.”

Así describe el poeta y novelista francés Louis Aragon a Clara Zetkin en Las campanas de Basilea, publicado en 1934. La acción se desarrolla en el Congreso de Basilea, una conferencia de paz organizada por el Partido Socialista en 1912, dos años antes de que estallara la Primera Guerra Mundial. El pacifismo marcaría la trayectoria de esta militante socialista de origen alemán. Sin embargo, esa convicción, que no abandonará en toda su vida, pronto será olvidada: en 1994, unos años después de la reunificación de Berlín, la calle Clara Zetkin cambiará de nombre por considerar a la feminista “una adepta a la dictadura comunista”.

Clara Eißner nació en 1857 en Wiederau, Sajonia. Su padre, profesor y organista protestante, simpatiza con la revolución de 1848. Su madre es feminista, una ventaja para la joven Clara, que emprende unos estudios especialmente avanzados para una mujer de su tiempo en la escuela de institutrices de Leipzig. Trabaja como profesora cuando conoce a Ossip Zetkin, procedente de una familia de comerciantes judíos rusos.

Expulsado de Alemania por su participación en el movimiento obrero, Ossip se instala en París con Clara, que adopta su apellido aunque no están casados. Tienen dos hijos, Maxim y Costia. Clara describe el concepto de doble jornada en una carta a Karl Kautski, un amigo marxista:

“Soy costurera, cocinera, hago la colada, etc., en resumen, soy una chica para todo. Y, además, hay dos gamberrillos que no me dejan un minuto tranquila. Apenas había empezado a concentrarme en el estudio de Louise Michel cuando he tenido que sonar la nariz del nº 1, nada más sentarme a escribir, he tenido que dar de comer al nº 2”.

Mujeres y obreros

En 1889, Ossip Zetkin muere de tuberculosis. Poco después, el Partido Socialista Obrero de Alemania pide a Clara que organice el Congreso Socialista Internacional en París, donde se fundará la II Internacional, a iniciativa de Friedrich Engels1 . En él, Clara Zetkin tendrá una intervención memorable sobre el trabajo, al que considera una condición fundamental para la emancipación de la mujer, gracias a la independencia económica que proporciona.

Esta toma de posición, que hoy no tendría nada de revolucionaria, provoca, sin embargo, un debate en el seno del movimiento obrero de finales del siglo XIX. Las mujeres son consideradas una competencia desleal que provoca que bajen los salarios.

“No es el trabajo femenino en sí el que, por el juego de la competencia, hace bajar los salarios, sino la explotación de dicho trabajo por parte de los capitalistas”, explica durante la fundación de la II Internacional.

En 1890, Clara vuelve a Alemania con sus hijos y se instala en Sillenbuch, donde trabaja como traductora antes de dirigir la revista feminista y socialista Die Gleichheit (La Igualdad). En ella publica a Henrik Ibsen, Friedrich Nietzsche, Arthur Rimbaud, Rosa Luxemburgo…

En 1896 conoce al pintor Friedrich Zundel, 18 años más joven que ella, con el que se casa en 1899. La pareja lleva una vida social intensa. August Bebel y Rosa Luxemburgo son asiduos invitados suyos. Su amistad con esta última, explica Florence Hervé, coordinadora del libro Je veux me battre partout oú il y a de la vie2  (Quiero luchar allí donde haya vida), le permite “luchar en un contexto muy antifeminista”.

Clara milita a favor de la libertad de elección en las relaciones amorosas, del derecho al aborto y del derecho al voto de la mujer. En 1904 critica la política presupuestaria alemana, que gasta tres veces más en el ejército que en educación. Paralelamente, aboga por una escuela accesible a todo el mundo, mixta y laica, con comedor gratuito, educación sexual, desarrollo de la educación artística y por una escuela sin castigos corporales.

En 1907 funda el Secretariado Internacional de la Mujer, que ella encabeza. Mientras que la mayoría del movimiento feminista burgués reivindica un derecho al voto limitado a ciertas categorías sociales, ella milita por el sufragio directo y universal. En 1910, a pesar de la fuerte oposición del Partido Socialista Demócrata alemán, propone, junto a la feminista Käte Duncker, que los socialistas de todos países, junto a los sindicatos, organicen cada año un Día Internacional de la Mujer.

Contra la guerra

En ese marco, el 19 de marzo de 1911, un millón de mujeres se manifiestan en Alemania, en Austria, en Suiza, en Dinamarca y en Estados Unidos. No será hasta 1921 cuando, el Día Internacional de los Derechos de la Mujer se fije el 8 de marzo, en recuerdo de la huelga de obreras del textil que había tenido lugar en Petrogrado en 1917.

Tras el Congreso de Basilea de 1912, Clara Zetkin emprende, en 1914, un viaje a diferentes ciudades alemanas para luchar contra la guerra que ya ha comenzado. Sus dos hijos son movilizados, su marido se alista en la Cruz Roja militar. Ella reparte un manifiesto contra la guerra y octavillas pacifistas que la llevarán a la cárcel durante unos meses por tentativa de alta traición.

Tras la guerra, bajo la república de Weimar, es elegida diputada por el Partido Comunista de Alemania (KPD) en el Parlamento de Baden-Wurtemberg y en el Reichstag. Pero 1919 será sobre todo el año del asesinato de su amiga Rosa Luxemburgo por los freikorps, encargados por el ministro socialdemócrata (SPD) de Defensa, Gustav Noske, de aplastar la insurrección organizada por el diputado comunista Karl Liebknecht.

Antifascista y antirracista

Clara Zetkin se anticipó a la hora de alertar sobre el peligro del fascismo. Tras un viaje a Italia, en 1923, redacta un largo texto en el que recuerda que el terror amordaza a los sindicatos, que los salarios han bajado drásticamente y que la ayuda social a las personas mayores, a las personas con discapacidad y a los enfermos ha sido suprimida. Decide instalarse en Rusia. Allí publica un libro de reportajes sobre las mujeres musulmanas del Cáucaso.

Según ella, el comunismo las ha liberado, pero el sistema patriarcal se perpetúa. También redacta Las guerras imperialistas contra los trabajadores, un texto publicado tras su muerte, en el que refuta la idea según la cual el auge de la industria de armamento tendría consecuencias positivas para la economía. Las sumas necesarias para los conflictos armados salen de los impuestos y las tasas. Y la guerra provoca miseria y un aumento de la mortalidad infantil.

En 1931, participa desde Moscú en la redacción de un proyecto de ley del KPD que reivindica la igualdad total de hombres y mujeres en el empleo, la instauración de una baja por maternidad, así como la despenalización del aborto. Más tarde, en 1932, evoca, en una carta a Wilhem Pieck, fundador del KPD, el fracaso de este partido a la hora de “frenar la enorme ola nazi”. Los periódicos hitlerianos fustigan a la “judía comunista”, a “la moscovita”…

En 1932, muestra una vez más su clarividencia y su modernidad al tomar una postura antirracista en un llamamiento del Socorro Rojo Internacional sobre los negros de Scottsboro (EE UU), acusados injustamente de violar a prostitutas blancas. Florence Hervé la considera una precursora del pensamiento interseccional. Klara Zetkin muere en 1933 y está enterrada en la Plaza Roja.