Los trabajadores dan la espalda a Vox

Las clases populares mantienen en España su apoyo a  las izquierdas, a diferencia  de la tendencia en Francia y otros países occidentales

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Septiembre 2023 / 116

Montaje sobre foto de @Vox

El fracaso de Vox en las elecciones del 23-J no se debe solo a su retroceso electoral —perdió 600.000 votos— o a la imposibilidad de llevar a Alberto Núñez-Feijóo a la Moncloa y precipitar con ello el fin de lo que llama el “sanchismo”. Es peor: uno de los grandes objetivos estratégicos de la formación ultra se ha revelado por ahora una auténtica quimera, puesto que Vox no ha conseguido penetrar de forma significativa en el electorado de las clases populares, a diferencia de varios partidos ultraderechistas europeos.

Las expectativas de Vox para pescar de forma sustancial en caladeros populares eran altas y se habían agrandado tanto por su propio discurso, con guiños constantes a los trabajadores a los  que les cuesta llegar a fin de mes, como por la insistencia mediática hacia esta supuesta tendencia, sobre todo en medios de derechas, desde 2019, cuando Vox irrumpió con mucha fuerza en el Congreso con el 15,1% de los votos y 52 escaños.

Ahora Vox se ha quedado en el 12,4% y 33 diputados y por debajo del 10% entre las clases trabajadoras, según el macrosondeo preelectoral del CIS, que con 30.000 entrevistas ofrece la mejor radiografía sociopolítica de los votantes en España. A pesar del atronador ruido mediático sobre el “sanchismo”, las clases trabajadoras mantuvieron muy mayoritariamente su apoyo a los partidos del Gobierno de coalición de izquierdas (véase gráfico): el 29% optó por el PSOE; el 21%, por Sumar, ambos por delante del apoyo cosechado en esta franja por el bloque integrado por el PP (19%) y Vox (apenas el 9%).

Ya en 2021, una investigación exhaustiva (1), coordinada por el politólogo Fidel Oliván Navarro, analizó todos los datos disponibles con una perspectiva europea y subrayó el fracaso de Vox a la hora de penetrar en las clases populares en comparación con muchos de sus homólogos del continente. “Vox no triunfa entre los obreros como lo hace la extrema derecha europea, y no comparte con este modelo de partidos otras tantas características ligadas al nativismo del bienestar”, subrayaba en sus conclusiones Oliván. 
Ultraliberales

El nativismo es un término técnico que implica una defensa, desde posiciones proteccionistas, de los modelos de estado del bienestar, pero restringiendo el acceso a los autóctonos. El estudio subraya que los ultras que se han hecho con apoyo obrero significativo, sobre todo en los países escandinavos y en Francia, abrazan en todos los casos el nativismo. En cambio, por mucho que Vox se prodigue en guiños hacia los trabajadores, se trata únicamente de gestos retóricos: su programa económico es ultraliberal y muy alejado de la tradición nativista. 

Las mismas conclusiones ha apuntado Clara Martínez-Toledano, economista del Imperial College de Londres e investigadora del World Inequality Lab, muy vinculado al economista francés Thomas Piketty, al subrayar: “Vox creció en España apoyando políticas neoliberales y como reacción nacionalista al movimiento independentista en Cataluña y no apoyando a las capas con menos ingresos y menores niveles educativos que sienten que son dejados de lado” (2). 

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Porcentaje de voto obrero
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Simpatía del voto obrero

Martínez-Toledano y Piketty son los coordinadores del estudio más ambicioso hasta la fecha (3) sobre la evolución de la brecha de clase en las elecciones democráticas en el mundo, con una perspectiva muy amplia, de 70 años (1948-2020) y 50 países, incluido España, de todos los continentes. El trabajo recopila una ingente cantidad de datos que muestran cómo sectores cada vez más amplios de las clases populares han ido desertando de los partidos históricos del movimiento obrero, singularmente de la tradición socialdemócrata, y refugiándose en la abstención o en los nuevos partidos nativistas al sentirse abandonados en detrimento de una nueva agenda progresista menos centrada en la redistribución económica, sobre todo a partir de la década de 1990.

Piketty ha explicado: “la sacralización de la globalización sin contrapartidas” por parte de la izquierda mayoritaria ha llevado a una situación en que “cualquier programa de redistribución parecía casi prohibido por las reglas internacionales”, lo que ha contribuido a un “sentimiento de abandono” en muchos sectores populares vinculados a industrias en retroceso, que se sitúan entre los perdedores de la globalización neoliberal.

Obreros de Le Pen

El caso francés es especialmente brutal. Los sucesivos estudios demoscópicos muestran que la opción ultraderechista encabezada por la familia Le Pen ha sido la mayoritaria entre los obreros en las últimas dos décadas. Al menos desde 2002, cuando Jean-Marie Le Pen logró pasar a segunda vuelta, tras el hundimiento absoluto del Partido Comunista y la adopción de una agenda social-liberal por parte de los socialistas (4).

La tendencia se ha ido reforzando cada vez más (véase gráfico). En 2002, los ultras recogieron el 23% del voto obrero, un porcentaje que en 2022 llegó ya al 45%. Y en la segunda vuelta de 2022, Marine Le Pen escaló nada menos que hasta el 67% entre los votantes obreros.
Nada de esto ha sucedido en España, que se mantiene el esquema histórico, según el cual las clases populares votan mayoritariamente a la izquierda, con un programa que incluye la redistribución, mientras que las más pudientes optan por la derecha, con un programa neoliberal.

La última legislatura ha reforzado este antagonismo con el primer gobierno de coalición de izquierdas desde la II República, lo que ha comportado la adopción de una agenda social más acentuada que cuando gobernaba el PSOE en solitario y la aprobación de importantes medidas de apoyo a las clases populares, como el aumento significativo del salario mínimo y de las pensiones más bajas, la reforma para aumentar los ingresos del modelo público de pensiones, el Ingreso Mínimo Vital, la reforma laboral para mitigar la precariedad, etc.

Las encuestas del CIS muestran que la correlación de clase sigue siendo muy importante en la política española. El PSOE y Sumar superaron el 51% de apoyo entre las clases trabajadoras, mientras que el PP y Vox se quedaron en el 28% en esta franja. Entre la clase media-media, las diferencias fueron de apenas dos puntos a favor de la derecha: 41,5% frente a 39,2%. En cambio, entre las clases altas el apoyo al bloque de derechas fue muy nítido, con casi 10 puntos de ventaja. 

A pesar de que el sector neofalangista de Vox, liderado por Jorge Buxadé, ha desplazado ahora a los ultraliberales, que encabezaba Iván Espinosa de los Monteros, muy bien conectado con los poderes económicos, nada indica que Vox mejore con ello su implantación entre los trabajadores: “Levantar la bandera ultracatólica y la agenda reaccionaria en uno de los países más secularizados de Europa asusta y no supone ningún atractivo para las clases populares, ni siquiera las más reacias a la inmigración”, zanja Xavier Rius Sant, experto en la extrema derecha y autor de Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron (Akal, 2023).

  1. El toro por los cuernos. Vox, la extrema derecha europea y el voto obrero. Fidel Oliván Navarro (coord.). Tecnos, 2021
  2. Historical political cleavages and post-crisis transformations in Italy, Spain, Portugal and Ireland, 1953-2020. World Inequality Lab Working Paper 2021/01. L. Bauluz, A. Gethin, C. Martínez-Toledano, M. Morgan
  3.  Clivages politiques et inégalités sociales. A. Gethin, C. Martínez-Toledano, T. Piketty. Hautes Études EHESS/Gallimard/Seuil, 2021. 624 pág.
  4. Radiographie des votes ouvriers. Jérôme Fourquet. Fondation Jean Jaurès. Artículo publicado el 27/3/17.