El debate económico más crucial en cuatro décadas

Las diferencias entre las izquierdas y las derechas trascienden la mera gestión y apuntan por vez primera al marco neoliberal

Comparte
Pertenece a la revista
Julio 2023 / 115
Image
Políticos

Ilustración
Andrea Bosch

La campaña para las elecciones del 23-J parece discurrir sobre todo por terrenos emocionales y hasta metafísicos: el peso del sanchismo, la Nación, el papel de las fuerzas independentistas y de Bildu… Y ello a pesar de que pocas veces como ahora España ha vivido una encrucijada económica tan clara como la que se dirime el 23-J, con dos caminos que apuntan hacia direcciones contrarias: el retorno a un marco neoliberal, la opción que lidera el PP con el apoyo de Vox o la exploración de un nuevo paradigma más social que prosiga las políticas del Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, ahora integrado en Sumar.

La economía ha sido central en muchos comicios anteriores, pero sin opciones reales de impugnación del marco ortodoxo en que se desarrollaban. Obviamente, existían diferencias económicas entre el PSOE y el PP, los dos partidos que han dirigido la política económica en las últimas cuatro décadas y los únicos con posibilidades de formar gobierno. Pero eran básicamente de matiz, sin margen para el cuestionamiento del marco neoliberal compartido por el conjunto de países occidentales desde la irrupción de Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en EE UU hace más de 40 años.

Los planteamientos de los dos líderes anglosajones desplazaron el paradigma socialdemócrata, y los partidos de izquierda con cultura de gobierno se fueron amoldando a la nueva situación en todos los países occidentales. A esta adaptación al marco neoliberal por parte de la izquierda se le acabó llamando Tercera Vía, liderada por el laborista británico Tony Blair, pero el PSOE de Felipe González ya había sido uno de los pioneros avant la lettre, con perfiles tan ortodoxos en economía como Miguel Boyer y Carlos Solchaga.

También la Unión Europea adoptó férreamente este marco al tiempo que ganaba competencias de supervisión de la política económica de los Estados miembro, con lo que los debates económicos en las sucesivas elecciones, también en España, fueron derivando hacia la gestión y la eficacia de las medidas emprendidas sin poner en cuestión jamás el marco.

Así ha sido en los últimos 40 años. Hasta ahora: el 23-J supone el primer gran pulso electoral en el que va a dirimirse también el paradigma económico al confluir dos características novedosas: por un lado, el marco neoliberal está en crisis en todo el mundo y el debate se ha reabierto incluso en la propia UE. Por el otro, el primer Ejecutivo de coalición de izquierdas en España de la II República presenta una obra de gobierno real que se ha salido ya de los márgenes de la ortodoxia y aspira a ir más allá. 

Más flexibilidad

La crisis del paradigma neoliberal, precipitada por la Gran Recesión de finales de la década de 2000 y agravada por los estragos causados por la respuesta ortodoxa a la crisis, ha convencido a sectores clave del capitalismo global (desde el Foro de Davos hasta el Financial Times) de la necesidad flexibilizar el modelo para hacerlo más inclusivo y contener el descontento, capitalizado por los populismos. Esta evolución ha sido muy bien registrada por el historiador estadounidense Gary Gerstle en su imprescindible Auge y caída del neoliberalismo (Península, 2023) y ha permeado también a la UE, que se ha mostrado mucho más flexible, no solo respecto a la propia inversión pública —con programas muy ambiciosos para responder a la pandemia y a la transición ecológica— o al cumplimiento de las estrictas reglas de deuda y déficit, sino también con las reformas exigidas a los países miembros.

Hace unos años habría sido impensable que la UE avalara la reforma laboral española, que se ha centrado en luchar contra la precariedad y ha reforzado el poder de los sindicatos, y la de las pensiones, que busca equilibrar el modelo por la vía de aumentar los ingresos y no a través de recortes.

Estas dos reformas en España han orillado dogmas esenciales del marco neoliberal y solo se explican por la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, con un reparto de papeles insólito en la democracia española: el socio menor empujando hacia medidas fuera del marco ortodoxo, osadas para la tradición del PSOE, y este partido aportando el realismo propio de su cultura de gobierno y el aval para que las medidas recibieran el visto bueno de Bruselas.

Dos mujeres que empezaron la legislatura muy alejadas entre sí, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño (independiente del PSOE), y la de Trabajo, Yolanda Díaz (líder de Sumar), simbolizan ahora esta entente ante el 23-J incluso sin necesidad de que la primera sea candidata. El balance económico del Ejecutivo ofrece buenos datos macroeconómicos —mayor crecimiento y menor inflación de la UE, récord de afiliados a la Seguridad Social, etc.—, pero sobre todo medidas fuera del marco neoliberal: reforma del modelo público de pensiones con más ingresos y mejores prestaciones; aumento del 50% del salario mínimo, aprobación del ingreso mínimo vital, refuerzo del papel de los sindicatos, reformas en energía y la vivienda partiendo de la base de que no pueden dejarse solo al albur del mercado, impuestos extraordinarios a las grandes fortunas, la banca y las eléctricas, etc.

Enfrente, el PP y Vox se aferran a los planteamientos neoliberales y ortodoxos que han sido hegemónicos en las últimas cuatro décadas: prevalencia del mercado en todos los sectores, promesa de reducción y supresión de impuestos, prioridad del equilibrio presupuestario por encima de cualquier otra consideración y, en particular, de los programas contra la desigualdad y la pobreza, retraimiento del sector público y estímulo del privado también en áreas asociadas al estado del bienestar —educación, sanidad, pensiones—, etc. 

Trinchera ultraliberal

A pesar de que Vox se inscribe en las corrientes políticas autoritarias que los académicos consideran “iliberales”, en economía abraza posiciones ultraliberales, una combinación que inauguró el dictador chileno Augusto Pinochet en la década de 1970 bajo la mentoría económica del premio Nobel Milton Friedman, héroe del neoliberalismo. Luego, muchos movimientos ultras siguieron esta misma senda, aunque aceptando ya la existencia de elecciones pese a repudiar el liberalismo, como los partidos hoy en el gobierno en Hungría y Polonia, dos grandes referentes de Vox.

Alberto Núñez-Feijóo rehúye en lo posible el debate económico para el 23-J, más allá de adherirse a las líneas genéricas neoliberales, que, por otro lado, son su gran escaparate a través de las comunidades autónomas donde gobierna el PP y de algunos lapsus, como cuando recalcó su preferencia por la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron en Francia, basadas en los parámetros ortodoxos de recortes. A falta de ungir a un referente económico claro, toda la nebulosa de asesores y fundaciones a su alrededor tienen el mismo perfil neoliberal, con diferencias solo de matiz.

La gravedad de disyuntiva económica ante el 23-J la ha subrayado con rotundidad el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, asesor de Sumar: “Si el PP y Vox gobiernan, las consecuencias económicas serán desastrosas: el neoliberalismo ya ha demostrado en los últimos 40 años que trae consigo más desigualdad”.