Responder con votos a la extrema derecha

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Junio 2024 / 125
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La profusión de encuestas que pronostican un aumento del voto a la extrema derecha en las elecciones al Parlamento Europeo podrían ser interpretadas erróneamente y conducir a posturas derrotistas. El auge de la extrema derecha en Europa es un hecho incuestionable. Lo realmente inquietante son las maniobras para unir los dos principales grupos: Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), liderados por la primera ministra italiana, Georgia Meloni, e Identidad y Democracia (ID), encabezado por la francesa Marine Le Pen. Si prosperase la alianza de los dos grupos ultra y el apoyo del Fidez, del húngaro Viktor Orbán, podrían sumar el 25% de los escaños y constituir la fuerza más numerosa de la Eurocámara.

Ante este escenario, sirven de muy poco las advertencias dramáticas del estilo del presidente francés alertando: “Europa puede morir”. Más bien hay que reflexionar sobre el por qué se ha producido este corrimiento hacia la extrema derecha y qué es lo que está realmente en juego.

Parece evidente que, a pesar de los notables esfuerzos realizados, la Unión no ha sabido dar respuesta al cúmulo de desafíos que ha tenido que afrontar en los últimos años. La lista es bien conocida:   pandemia, cambio climático, aumento de la inmigración, pérdida de relevancia en la economía mundial ante los avances de EE UU y China y, sobre todo, la desestabilización que ha supuesto la guerra de Rusia contra Ucrania.

Puede parecer injusto que Europa, que ha liderado avances importantes como la lucha contra el cambio climático y ha duplicado su presupuesto para reactivar su economía y proteger a los trabajadores, vea tan poco recompensados sus esfuerzos. Los análisis complacientes, sin embargo, solo sirven para alargar aún más nuestro retraso. Europa debe tomar conciencia de la urgencia de las medidas necesarias.

Dictadura o democracia

La UE debe acabar con las deficiencias en su manera de funcionar. Seguir atados a la regla de la unanimidad retrasa decisiones importantes, la incapacidad para desarrollar una auténtica Europa social que nunca pasa de las recomendaciones, la impotencia para regular debidamente unos poderes financieros hipertrofiados o los retrasos para culminar el mercado interior y la unión bancaria, por la falta de un seguro de depósitos europeo. La UE funciona mal por sus propias deficiencias. Más de 300.000 millones de euros de ahorro europeo huyen cada año a EE UU en busca de mejores oportunidades. Y la cuota de mercado de las exportaciones europeas en el mundo ha caído el 30% en las últimas tres décadas.

De acuerdo con el historiador británico Timothy Garton Ash, los europeos tienen que tomar ahora decisiones importantes: “Europa tiene que elegir entre dictadura o la democracia, entre integración o desintegración”. Como han indicado Anne Lorraine Bujon y Céline Spector en la revista Esprit, “no es la existencia de la Unión Europea lo que hoy está hoy amenazada, sino su razón de ser, la democracia, el Estado de derecho y la justicia social”. Estos son precisamente los valores que quiere liquidar la extrema derecha.

Europa ha encomendado su respuesta a dos destacados políticos italianos: Enrico Letta, ex primer ministro, y Mario Draghi, ex presidente del Consejo de Ministros, que han elaborado dos informes que pueden ser decisivos. El trabajo de Letta lleva un título bien significativo: Mucho más que un mercado. De alguna manera apunta uno de los errores históricos de la Unión por haber dado demasiado peso a la economía. Propugna una mayor integración en ámbitos como la energía, las comunicaciones electrónicas y las finanzas, menos burocracia y más ayudas efectivas administradas a nivel comunitario. El informe de Draghi, que se conocerá a mediados de junio, aboga por “un cambio radical”. Considera que necesitamos “una Europa que esté a la altura del mundo de hoy y de mañana”.

La aplicación de ambos informes se traducirá en propuestas que exigirán sacrificios para estar a la altura de los países más eficientes. Los ciudadanos europeos que no quieren perder los logros conseguidos exigirán que las cargas se distribuyan equitativamente y que se ponga freno a la insoportable desigualdad que paraliza a Europa.

En las elecciones participarán 21 millones de jóvenes que votarán por primera vez. Nada está decidido. Los europeos pueden detener la oleada ultra en contra de la justicia social y los derechos conquistados con enormes sacrificios. Es cuestión de voluntad política. Europa no se rompió, ni volvimos a las monedas nacionales. Pero hay que actuar.