Montpellier, la mayor ciudad de Europa con transporte público gratis

La ciudad francesa culmina su gran apuesta sin despejar las dudas sobre la financiación y abre el debate sobre las prioridades: ¿mejorar el servicio o gratuidad de uso?

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Febrero 2024 / 121
Tranvía de Montpellier

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Getty images

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Montpellier ha entrado en la historia del transporte público en Francia. Desde el pasado diciembre, la metrópoli ofrece a sus 500.000 habitantes la gratuidad en el uso del transporte público. Todos los que adquieran su pase gratuito pueden subirse a cualquier autobús y tranvía sin pagar ni un céntimo, sea cual sea su edad o su nivel de ingresos. Solo los visitantes de fuera del área metropolitana deben pagar por acceder al transporte público.

El giro total hacia la gratuidad de Montpellier es una pequeña revolución, puesto que hasta ahora solo era posible en ciudades más pequeñas. Es el caso de las pioneras (Colomiers y Compiègne, en 1971 y 1975, respectivamente) y de sus seguidoras en la década de 2000 (Aubagne, Castres, Châteauroux). Más recientemente, urbes más importantes se habían sumado a la propuesta, como Niort en la década de 2010 y, sobre todo, Dunkerque y sus 200.000 habitantes en 2018. Esta vez se trata de una metrópoli regional de primer rango la que se apunta.

La decisión culmina una promesa de campaña de Michaël Delafosse (Partido Socialista) y de sus aliados verdes tras su rotunda victoria en las elecciones municipales de 2020. En septiembre de ese año, el transporte público devino gratuito durante los fines de semana. Un año después, la gratuidad se extendió a los menores de edad y a los mayores de 65 años. Y un poco más tarde, ahora, la gratuidad es ya total para los habitantes de la ciudad.

Esta medida política tiene la inmensa ventaja de conciliar dos cuestiones que en ocasiones son contradictorias: la del fin de mes (es buena para el poder adquisitivo de las familias) y la del fin del mundo (es buena para el clima). Las experiencias ya existentes, y sobre todo la de Dunkerque, han demostrado que, efectivamente, la gratuidad conlleva un aumento de la frecuencia de uso y una (modesta) transferencia de automovilistas hacia el transporte público. La medida parece beneficiar también al comercio del centro y no supone ningún alza significativa de acciones incívicas, a diferencia de lo que algunos temían.

A pesar de estas ventajas, la medida cuenta, sin embargo, con la oposición de algunos de los principales actores económicos y hasta del mundo del transporte, puesto que en economía nada es gratis: lo que los usuarios dejan de pagar directamente hay que sacarlo de otro lado.

¿Y esto quién lo paga?

Para entender bien el reto, conviene empezar por el pequeño recordatorio previo de que la financiación del transporte público en Francia depende sobre todo de tres vías: el impuesto a la movilidad pagado por las empresas, las subvenciones públicas (aportado por los ciudadanos a través de los impuestos) y los pasajes comerciales (billetes o abonos pagados por los usuarios). La parte que aporta cada una varía según la ciudad.

De media, en Francia los usuarios aportan el 17% del coste total, un porcentaje que suele ser más bajo en los pueblos y en las ciudades medias, pero que asciende al 22% en Montpellier, el 29% en Lyon y que roza el 40% en Ile-de-France, la región parisina. En el caso de Montpellier, pues, se requerirán entre 30 y 35 millones de euros anuales para compensar el cambio hacia la gratuidad total.

¿Podrán las empresas y los contribuyentes tomar el relevo para llenar el agujero? El consistorio cuenta con el dinamismo económico de la metrópoli y con el alza de la tasa a la movilidad para obtener lo que ahora dejará de ingresar en billetes y abonos, puesto que se ha comprometido a no aumentar los impuestos locales. De ahí las inquietudes ante una posible degradación del servicio, básicamente a partir de una hipotética reducción de la oferta (frecuencia, amplitud horaria, etcétera).

“La oferta existente incluso va a mejorar por el pedido de siete nuevos tranvías para adaptarse al alza de frecuencias vinculadas a la gratuidad”, sostiene el equipo de gobierno, que subraya que, además, ocho nuevos tranvías sustituirán a algunos de los existentes más antiguos y contribuirán al mantenimiento permanente de la oferta.

Dudas y críticas

Algunos no acaban de estar convencidos con el plan, como el colectivo de usuarios de transporte público, que exige que se dé prioridad a la mejora del servicio por encima de la gratuidad total. La Cámara regional de cuentas de  la región de Occitania también se ha mostrado crítica, en un informe reciente, sobre un sistema de transporte que considera demasiado orientado hacia los tranvías del centro de la ciudad e insuficientemente desarrollado en la periferia.

¿Conviene, por tanto, rectificar la apuesta por la gratuidad? Así lo cree Bruno Bernard, presidente de los ecologistas (EELV) de la metrópoli de Lyon, que dirige una de las redes más caras pero también con más frecuencias de Francia. 

“Las clases populares tienen necesidad de nuevas líneas, de mejores autobuses, de mayores frecuencias. La gratuidad para todos no les ofrecerá nada de esto”, ha escrito Bernard en un hilo de la red social X crítico con la medida apoyada por sus correligionarios en Montpellier.
Por ello, Bernard prefiere apoyar el establecimiento de una tarificación social que, eventualmente, incluya ofrecer la gratuidad solo a determinados segmentos de la población.

Con su decisión, Montpellier relanza un debate apasionante sobre políticas públicas que solo acaba de empezar.