Cooperativismo: motor de cambio y desarrollo económico

El sector conmemora 125 años de cooperativismo con un congreso que muestra la fortaleza de un modelo clave para afrontar los grandes desafíos planteados

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Septiembre 2024 / 127
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Confederació de Cooperatives de Catalunya

Oiko-nomia, del griego, significa gestión del hogar. Surge así, en la antigua Grecia, el concepto de economía para referirse a la administración diaria de los recursos para cubrir las necesidades básicas. Con el tiempo, el concepto ha (des)evolucionado hacia procesos de acumulación y especulación que caracterizan la economía moderna.

Y de aquellos vientos, estas tempestades. El 1% más rico posee casi dos terceras partes de la riqueza generada desde 2020, y sigue acaparando. La concentración conduce a la desigualdad, la falta de oportunidades, la pobreza y una justicia social en peligro de extinción. En contraste, las formas de organización social y socioempresarial de base asociativa que ponen las personas y el territorio en el centro adquieren un protagonismo en la economía que no debe perderse. Entre estas formas destaca principalmente la cooperativa, que, guiada por los valores de apoyo mutuo, autogestión, democracia, igualdad y solidaridad, supone una realidad socioeconómica de larga tradición.

Este año conmemoramos los 125 años de historia del cooperativismo organizado en Cataluña. Es un movimiento heterogéneo en el que conviven cooperativas de gran dimensión y proyección exterior con las de ámbito local. Todas son imprescindibles para dar respuesta al sinfín de necesidades en todos los rincones del país. Porque somos  economía de base colectiva para dar respuesta a las necesidades de cada momento. Esta heterogeneidad ha impulsado un desarrollo endógeno de muchas comarcas catalanas, pues las cooperativas se crean, también, con lógica territorial.

Arraigo

Cataluña lidera el número de cooperativas en el Estado, con cerca del 20% del total y con un modelo propio reconocido internacionalmente, que se distingue por el arraigo territorial, la diversificación de sectores económicos, la apuesta por la innovación, la construcción participativa de políticas, la intercooperación y el acompañamiento a la creación de nuevas cooperativas.

Y, así, en el primer cuarto del siglo XXI, 125 años después, somos un modelo de empresa de base democrática y en auge. En los últimos 10 años se han creado 1.562 nuevas cooperativas, que representan el 30% del total, con lo que se consolida un crecimiento cooperativo que ronda los tres millones de personas socias en todas sus variantes.

Con esta riqueza y pluralidad, este año hemos querido recuperar esos espacios propios del cooperativismo que quedaron aparcados con el fin de la democracia. Y el 4 de julio más de 1.000 personas acudieron al Primer Congreso del Cooperativismo Catalán desde la restitución democrática.  La muestra para los cercanos: políticos, sociedad civil, mundo académico y universitario y otros agentes socioeconómicos. La fuerza para los propios, venidos desde todo el territorio catalán, Estado español y otros puntos de Europa y del mundo. Fue un éxito de participación, capacidad, de puesta en escena y de visibilidad, un orgullo de espacio que, una vez recuperado, repetiremos trienalmente.       

Con la efeméride encargamos una encuesta para conocer la percepción social del cooperativismo. Porque llevamos siglo y medio dando respuestas, pero no comunicándolas con la suficiente fuerza. Y lo que no se comunica, no existe. El sondeo arroja que la cooperativa es el modelo de empresa mejor valorado, con una nota media de 7,4 y que el 81,3% de la población catalana cree que las cooperativas deben tener un peso más importante en la economía. Ambas cifras reflejan la confianza y el apoyo de la ciudadanía hacia nuestro modelo y demuestran el arraigo y la importancia del cooperativismo para el desarrollo de la Cataluña del ayer, pero, sobre todo, para la del mañana.

Los retos

El gran objetivo es ir ganando terreno a esa economía de unos pocos. Cada punto que ganemos a la individualidad se repartirá entre la sociedad. A partir de aquí podemos hablar de estrategias o de sectores clave. Podemos seguir trabajando para la transición energética, pensando en digitalización y en cooperativismo de plataforma, sosteniendo nuestros campos para que sigan en manos de la gente autóctona, regando nuestra cultura, cuidando a nuestra gente, ofreciendo un sistema alternativo de acceso a la vivienda o reflexionando sobre el turismo para que no sea sinónimo de expulsión; todo desde prismas innovadores e inclusivos. Porque sabemos que cada punto que ganemos será en pro de una sociedad más justa y equitativa.

En una época de urgencias sociales y climáticas, el cooperativismo sigue siendo un motor de cambio. Y las personas cooperativistas debemos ser conscientes de ello y, a la vez, prescriptoras del modelo. Tenemos que ser capaces de mostrar al resto de agentes socioeconómicos y administraciones públicas que, en una coyuntura de múltiples crisis, el cooperativismo es un modelo económico pionero, eficiente y sostenible. Necesitamos que nuestra voz sea más escuchada y considerada en la toma de decisiones en la política pública y en la cocreación de esta. Pero, más allá de voces distintas, necesitamos lógicas distintas. Pretender que los cambios estructurales sean liderados por quienes no quieren moverse de su posición actual tiende a ser un oxímoron. Si se trata de diálogo social, seguro que faltamos nosotros.

Y, a mayor participación y decisión, mayor presencia y repercusión. Debemos añadir un marco legislativo que nos promocione y defienda, que considere nuestro recorrido y nuestras especificidades. Porque nuestra desdicha es que no solo tenemos que seguir trabajando; también tenemos que justificar que lo que hacemos no está mal, sino que simplemente es distinto y tiene un impacto positivo, sin olvidar la importancia de comunicar.

Decía Eduardo Galeano: “El desarrollo es un viaje con más náufragos que navegantes”. Pero si la pobreza de una parte de la población es proporcional a la riqueza de su tierra, es porque así se ha diseñado. E igual que ha podido ser de una forma, habría podido ser de otra.

El cooperativismo no es un modelo empresarial más, sino una forma de vida que promueve la solidaridad, la ayuda mutua y el trabajo en equipo. Es un llamamiento a la colectividad, en el que cada persona aporta en pro del beneficio común. A lo largo de la historia, ha quedado demostrado que las cooperativas somos una respuesta efectiva a las necesidades sociales y económicas de las comunidades y de los territorios, mostrándose un modelo resiliente ante las crisis y ofreciendo una alternativa de futuro sostenible y equitativa a las estructuras tradicionales de mercado.

Tras 125 años del cooperativismo organizado, pero casi dos siglos desde las primeras cooperativas, el modelo cooperativo sigue vigente. No solo resistiendo en un entorno económico agresivo, sino adquiriendo importancia en la visión a largo plazo; en la construcción de la economía del futuro y en la promoción de nuevos caminos de emancipación social.