Un lastre para la convergencia con Europa

La productividad es, para muchos expertos, el talón de Aquiles de la economía española. Mejorarla es esencial para sostener el Estado de bienestar

Comparte
Pertenece a la revista
Septiembre 2024 / 127
Ancla

Ilustración
Lola Fernández

La economía española crece con fuerza inusitada desde el fin de la pandemia y crea empleo a un ritmo desconocido en casi dos décadas. En el segundo trimestre del año, el Producto Interior Bruto (PIB) avanzó un 2,9% en tasa interanual, muy por encima del 0,6% de la eurozona, mientras el número de personas ocupadas alcanzaba un máximo histórico de 21,68 millones y la tasa de paro caía hasta el 11,27%, la más baja desde 2008. Las predicciones del Gobierno, los organismos internacionales y las firmas de análisis económico coinciden: las condiciones seguirán siendo favorables al menos durante lo que resta de este año y el que viene.

Pese a las buenas cifras, España arrastra desde hace décadas un problema de fondo que la aleja de los grandes países de la Eurozona: la baja productividad. Entendida en términos generales como la capacidad de un país o de una empresa para sacar el máximo partido a los recursos de que dispone —ya sea la fuerza de trabajo o el capital— la productividad no crece al mismo ritmo que el PIB o el empleo y su bajo nivel es una de las razones —para muchos economistas, la fundamental— de que España no consiga cerrar la brecha con los países más prósperos de Europa en materia de bienestar. Aunque los datos más recientes son alentadores, mejorar la productividad sigue siendo la gran asignatura pendiente de la economía española.

En su último informe anual, correspondiente al año 2023, el Banco de España subraya que el proceso de convergencia con Europa en renta per cápita se interrumpió tras el desastre financiero de 2007 y calcula en 15 puntos porcentuales la distancia que separa España de la media de la Eurozona en ese terreno. “La baja productividad es el principal problema estructural de la economía española”, escribió el gobernador Pablo Hernández de Cos en el blog de la entidad.

¿Salarios estancados?

Para Raymond Torres, director de coyuntura económica de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), el escaso avance de la productividad “nos condena a competir con salarios estancados, al tiempo que complica la financiación del Estado de bienestar”. Ello significa que si los salarios españoles continúan estando por debajo de la media europea, como sucede históricamente, el Estado no tendrá la capacidad recaudatoria suficiente para financiar una educación, unas pensiones y una sanidad de calidad.

Un estudio de Rafel Doménech, responsable de Análisis Económico de BBVA Research, y Ángel de la Fuente, del think tank liberal Fedea, concluyó que la productividad es el factor dominante a la hora de explicar las diferencias y la convergencia en materia de renta per cápita entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en las últimas seis décadas.

No es fácil medir la productividad de un país, y los economistas discrepan sobre cuál es la mejor manera de hacerlo (véase artículo de Juan Torres López en la página 46). Dos de los métodos más utilizados son dividir el Producto Interior Bruto (PIB) entre el empleo total —es decir, cuántos bienes y servicios produce un país con su población ocupada— y dividir el PIB entre el total de horas trabajadas. También puede medirse la productividad del capital, que es la eficiencia con que una empresa utiliza sus activos en el proceso de producción.

Según Funcas, la productividad por hora trabajada apenas ha crecido un 4,2% en España en los últimos diez años, comparado con el 5,3% de la media de la eurozona, una brecha que no se ha estrechado ni con la pandemia ni con la inyección masiva de fondos europeos Next Generation. El Observatorio de la Productividad y la Competitividad, un proyecto conjunto de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), calcula que España acumuló entre 2000 y 2022 un retroceso del 7,3% en su nivel de productividad total de los factores (PTF) —resultado de dividir la cantidad de bienes o servicios producidos entre los factores de producción utilizados (trabajo, capital, tecnología...)—, un dato que contrasta con los avances de países desarrollados como EE UU, donde la PTF creció un 15,5% en este mismo periodo, o Alemania, que registró un avance del 11,8% en el mismo periodo.

Imagen
Evolución productividad

“Para que el aumento de la actividad económica perdure en el tiempo y se transforme en una mejora del bienestar de todos los ciudadanos es imprescindible darle la vuelta a esta situación”, opina Oriol Aspachs, director de Economía Española de Caixabank Research. “Es deseable que el crecimiento de la actividad económica sea impulsado, fundamentalmente, por las mejoras en aquello que se produce durante la jornada laboral: la productividad”.

En este contexto, hay sectores que avanzan más rápido que otros. Para Raymond Torres, de Funcas, hay dos que destacan sobre los demás: la industria manufacturera, que ha experimentado en los últimos años un incremento del valor añadido por persona ocupada superior al de las grandes economías europeas, y los servicios de alto valor añadido, como las comunicaciones, las actividades profesionales, científicas, técnicas y administrativas , que han registrado un avance “netamente superior a Alemania, Francia o Italia”. Por el contrario, el resto de del sector servicios y el sector primario (agricultura, ganadería, minería…) han sufrido una caída en su productividad que lastra el resultado de conjunto.

Nuevo paradigma

Hay más señales alentadoras. España solía dar un salto de productividad únicamente en periodos de recesión —cuando la destrucción de empleo era aún mayor que el retroceso de la actividad económica—, pero la actual fase alcista está demostrando que es posible aumentar la productividad al mismo tiempo que crecen la economía y el empleo. Los datos más recientes  lo corroboran.

Según el Observatorio de la Productividad y la Competitividad, tras la Gran Recesión la productividad total de los factores registra un cambio de tendencia, con una modesta mejora acumulada del 1,2%, entre 2013 y 2019. La covid-19 supuso un paréntesis, pero el indicador ha vuelto a crecer, con un 2,8% acumulado entre 2021 y 2022 (un 1,4% cada año). La situación continúa mejorando: en el primer trimestre de 2024, la productividad por hora trabajada aumentó un 1,3%, mientras que la productividad del capital creció un 1,5%. La mejoría, según el Observatorio, obedece a un crecimiento más rápido del PIB que del empleo y la inversión, que se desaceleran ligeramente. La misma fuente apunta que el 60% del avance del PIB entre enero y marzo se debió a las mejoras de la eficiencia productiva. “Es una buena noticia, porque se combina con un aumento del empleo que permite seguir reduciendo el paro”, apuntan el Ivie y la Fundación BBVA.

Los sindicatos aseguran que la mejora de la productividad es perfectamente compatible con el aumento de los salarios y la reducción del tiempo de trabajo, rebatiendo así los argumentos de las organizaciones patronales como CEOE y CEPYME en contra de la subida de las retribuciones —especialmente del Salario Mínimo Interprofesional (SMI)—y al recorte de la jornada laboral para no perjudicar la productividad (véase artículo de la página 42). Tomando como referencia el Observatorio de Márgenes Empresariales, publicado por el Ministerio de Economía con datos de la Agencia Tributaria y el Banco de España, CCOO destaca que la productividad real por persona asalariada aumentó un 13% entre 2018 y 2023, la primera vez en décadas que se produce un aumento de ese indicador en una fase ce crecimiento de la actividad y del empleo en España. “No es cierto que en nuestro país no esté aumentando la productividad”, afirmó el secretario general de la organización, Unai Sordo. Según CCOO, el avance de la productividad en ese periodo fue muy superior al de los salarios.

También en Europa

La baja productividad no es un fenómeno exclusivamente español, pues su crecimiento también se está desacelerando en el resto de Europa, EE UU y otras economías desarrolladas, especialmente desde el estallido de la crisis financiera. Según cálculos de CaixaBank Research, si la productividad crecía a un ritmo del 1,9% anual en el conjunto de la UE en los primeros años del siglo, a partir de 2007 lo hace al 0,9%. EE UU, por su parte, ha pasado de un 2,4%, a un 1,3%; Reino Unido, de un 1,8% a un 0,4%, y Japón, de un 1,5% a un 0,8%.

Imagen
Evolución salario frente a productividad

Al mismo tiempo, tanto en Europa como en EE UU se está produciendo una concentración de la productividad en un puñado de países y regiones, lo que significa que la distancia entre las zonas menos productivas y las más productivas está aumentando. CaixaBank Research apunta que mientras que Dinamarca, Países Bajos, Bélgica, Alemania y Austria concentraban el 75% de las regiones europeas con mayor productividad al comenzar el siglo, hoy aglutinan el 82%. El sur de Europa sale claramente desfavorecido de las comparaciones. En España, País Vasco es la única comunidad con una productividad elevada. Aragón, Asturias Baleares, Cataluña, Cantabria, Comunidad de Madrid, Navarra y La Rioja en encuentran en la franja media, mientras el resto se ubica en la zona baja. En EE UU sucede algo parecido: la productividad sólo crece en Estados como en California, Nueva York o Massachussetts, mientras que retrocede en el resto.

Reto mayúsculo

En Bruselas se habla mucho de la baja productividad como una de las causas de la pérdida de influencia del Viejo Continente en el mundo. Es la idea central del informe elaborado por el exprimer ministro italiano Enrico Letta sobre el futuro del mercado único por encargo del Consejo de la Unión Europea. Durante una reciente visita a Madrid, Letta advirtió calificó de “dramática” la pérdida de competitividad de Europa frente a China o EE UU e hizo un llamamiento urgente corregir la situación. “En el mundo pequeño de ayer éramos grandes”, dijo Letta, al recordar que en 1985 España e Italia juntas tenían el mismo peso económico que China e India. “Hoy el mundo es grande y somos países medianos; sólo Europa nos permite ser grandes y capaces de competir”.

Con el objetivo de mejorar la productividad y la competitividad de la economía española, el Gobierno ha creado el Consejo de la Productividad, que estará integrado por expertos en la materia  cuya misión será proponer medidas para avanzar en ese ámbito. La creación del Consejo, cuyo presidente será Juan Francisco Jimeno, economista del Banco de España, da respuesta a la recomendación del Consejo de la Unión Europea para que los Estados miembros cuenten con un organismo que se encargue de forma específica de la cuestión.

Para Raymond Torres, la buena noticia es que una parte del tejido productivo español se está abriendo paso en el cambio tecnológico, la transición energética y la reconfiguración de la globalización. Sin embargo, agrega el economista de Funcas, este avance de las empresas más punteras no se está filtrando al resto de las actividades económicas, ensanchando las desigualdades entre unos sectores y otros.

Es preciso, en su opinión, reformar la fiscalidad y la financiación para facilitar la creación de empresas de tamaño medio más productivas y con salarios más alto y adecuar la formación de las personas jóvenes a las necesidades del mercado laboral. Rafael Doménech hace hincapié en otra cuestión: el crecimiento de la productividad es una condición necesaria para el progreso social, pero no suficiente sin no va acompañado de una distribución equitativa de sus ganancias.

“El objetivo está identificado y diagnosticado desde hace tiempo, pero es difícil alcanzarlo”, afirma Oriol Aspachs, de Caixabank Research. “Requiere paciencia, recursos públicos y privados y determinación y cooperación entre las distintas instituciones y agentes implicados, precisamente porque el reto es mayúsculo.”

Imagen
PIB

LAS CAUSAS

¿A qué obedece el retraso español en materia de productividad? Los economistas destacan varios factores.

Innovación

La escasa capacidad de innovación y de adaptación a las nuevas tecnologías contrasta con la de los países más avanzados. España tiene un porcentaje muy bajo de empresas innovadoras y el gasto en I+D+i sigue siendo comparativamente muy reducido. Está aún por ver qué efectos tendrán en la modernización de las empresas españolas los fondos europeos Next Generation. El uso cada vez más generalizado de la Inteligencia Artificial y otros avances tecnológicos van a transformar la organización del trabajo y pueden tener efectos favorables para la productividad, pero desfavorables para el empleo en determinadas ocupaciones.

Tamaño de las empresas

El tejido empresarial español se caracteriza por la gran cantidad de empresas pequeñas, que suelen ser menos productivas. Las empresas grandes tienen mayor capacidad para innovar, adaptarse a los cambios, y organizar mejor el trabajo, así como más recursos para invertir y atraer talento, algo especialmente relevante en el contexto actual de cambios vertiginosos en el terreno de la tecnología. Los sectores más pujantes de la economía española son los más exportadores, y las empresas exportadoras suelen tener un tamaño sensiblemente superior a la media.

Formación de los trabajadores

El nivel de formación de la fuerza laboral española es tradicionalmente inferior a la media europea. La mayoría de los economistas coinciden en la necesidad de reformar el sistema educativo, reducir el abandono escolar, adaptar los planes de estudio para adaptarlo a las demandas de las empresas, así como potenciar la Formación Profesional dual y la formación continua de los trabajadores y trabajadoras.

Inestabilidad institucional

Otra cuestión importante es la falta de confianza de la población y de los agentes económicos en las instituciones democráticas, un factor que lastra la modernización y el crecimiento a largo plazo de la economía española.