Más que 'gran renuncia', 'gran rotación'

Cada vez más europeos y europeas se niegan a aceptar unas malas condiciones laborales, pero queda mucho por hacer contra la precariedad

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Junio 2023 / 114
Señal trabajador

Ilustración
Andrea Bosch

En toda Europa, los anuncios de ofertas de empleo que se muestran en las cristaleras de los restaurantes terminan por volverse  amarillos por falta de candidaturas interesadas para disgusto de los propietarios, un disgusto que no se limita al sector de la hostelería y de la restauración.
El índice de empleos vacantes alcanza máximos en la zona euro: en el tercer trimestre de 2022, el 3,1% de los puestos de trabajo asalariado no se habían cubierto, frente al 2,6% en el mismo periodo de 2021 y al 2,2% de finales de 2019, antes de la crisis sanitaria, según datos de Eurostat.

El mercado de trabajo está especialmente tensionado en Austria, Bélgica, Holanda y Alemania. En Holanda hay 123 puestos vacantes frente a 100 peronas en paro. En Alemania, el índice que mide la escasez de mano de obra alcanza también máximos: cada año faltan 400.000 personas en edad de trabajar. Y Francia no se queda atrás: en julio de 2022, el porcentaje de empresas industriales que declaraban tener dificultades para contratar alcanzaba el 67%, un nivel que no se observaba desde 1991, cuando la media a largo plazo de ese indicador se establece en el 31%, según el Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos (Insee) francés. 

Un fenómeno en EE UU

Aprovechando las dificultades de contratación de las empresas, cada vez es mayor el número de asalariados que se despiden voluntariamente para encontrar un trabajo mejor en otra parte. En Francia, el número de trabajadores que se despiden alcanza un nivel históricamente alto desde finales de 2021, con cerca de 520.000 dimisiones por trimestre, de las cuales, 470.000 son de contratos indefinidos. En el primer trimestre de 2022, el índice de dimisiones en relación con el número de asalariados se elevaba al 2,7%. No lejos de Estados Unidos, donde la expresión gran renuncia ha causado furor, al otro lado del Atlántico, ese porcentaje llegaba al punto máximo, el 3%, en diciembre de 2021.

En Italia se registraron también más de 1,6 millones de despidos voluntarios a lo largo de los nueve primeros meses de 2022, lo que significa el 22% más que en el mismo periodo de 2021. España asiste a un fenómeno similar, aunque menor: más de 70.000 personas dejaron voluntariamente su puesto de trabajo en 2022, un récord desde 2001, es decir, desde que existe esta serie estadística. 

Es difícil saber si se trata de un fenómeno generalizado a escala continental, pues no hay estadísticas precisas a ese nivel. Se sabe que 3,5 millones de europeos dejaron su empleo en 2022, de los cuales, 545.400 lo hicieron tras despedirse o porque su empresa había quebrado.  Pero no se conoce el reparto detallado entre estos dos factores. Sí se sabe que eran más numerosos que un año antes (+23.100).

“El índice de despidos voluntarios es un indicador cíclico”, explica una nota del Ministerio de Trabajo francés. “Es bajo durante las crisis y aumenta en periodos de recuperación, tanto más cuanto más rápida es la mejoría coyuntural. Durante las fases de expansión económica, aparecen nuevas oportunidades laborales que incitan a despedirse con más frecuencia”. Por tanto, los datos anteriores no parecen raros dado el buen comportamiento actual de los mercados laborales europeos.

Irse para volver

La escasez de mano de obra tiene tendencia a acentuar el fenómeno, a través, sobre todo, de la captación de mano de obra entre empresas. Por ello, la vuelta al mundo laboral de quienes dimiten es rápida pese al elevado número de dimisiones: en Francia, 8 trabajadores con contrato indefinido de cada 10 que se despidieron en el segundo semestre de 2021 habían vuelto a trabajar seis meses después.

A lo que asistimos en Europa no es tanto a una gran renuncia a lo anglosajón sino a una gran rotación de la mano de obra. En EE UU, el fenómeno se traduce en una disminución de la población activa: muchos estadounidenses, especialmente mujeres, abandonaron el mercado laboral por no tener quien cuidase de sus hijos durante el confinamiento. Y la tasa de actividad de las mujeres mayores de 20 años sigue sin alcanzar su nivel de antes de la pandemia (el 58,3% en enero de 2023, frente al 59,2% en enero de 2020). 

Nada que ver con Europa, donde la tasa de actividad es superior en 1,6 puntos al nivel de antes de la aparición del coronavirus. Y en lo que a las mujeres respecta, ha aumentado aún más (+1,8 puntos). El vuelco se ha acelerado. 

Porque si los europeos no dudan a la hora de dar un portazo a su empresa no es porque rechacen el trabajo en sí, sino, más bien, porque ya no están dispuestos a trabajar en no importa qué condiciones. En un contexto económico favorable, por fin tienen la posibilidad de exigir: la relación de fuerzas se ha invertido.

Cuando la inflación se come la subida salarial

En buena lógica, esta situación favorable de los trabajadores debería alimentar las reivindicaciones salariales. Eso es lo que se observa: según las últimas previsiones del Banco Central Europeo (BCE), publicadas el pasado diciembre, en la zona euro, los salarios aumentarían el 4,5% en 2022 y el 5,2% en 2023. Son unos aumentos nada despreciables, pero están muy por debajo de la inflación: en 2022, los precios aumentaron el 8,4% de media y seguirán subiendo el 6,3% en 2023, siempre según el BCE. Por tanto, el salario real de los europeos va a disminuir. 

La paradoja de la situación actual del mercado laboral es la siguiente: la relación de fuerza nunca había sido tan buena para los trabajadores, pero, a pesar de todo, van a sufrir una pérdida de poder adquisitivo. Así lo demuestra la evolución del salario mínimo, cuyos aumentos concedidos en numerosos países europeos se han visto mutilados por la inflación, como subrayaba el pasado mes de junio una nota del Eurofound, la agencia europea encargada de la mejora de las condiciones de vida y de trabajo.
En 15 países del Viejo Continente de los 21 que lo tienen, el salario mínimo ha bajado en términos reales, es decir, teniendo en cuenta el aumento de los precios, entre el 1 de enero de 2021 y el 1 de enero de 2022.

Sobre esta situación mostraba también su preocupación la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su último informe mundial sobre los salarios. En él subraya una caída del 2,4% de los salarios reales en la Unión Europea entre los dos primeros trimestres de 2021 y los de 2022. Y recuerda que, dejando a un lado las medias, son los asalariados peor remunerados los que han pagado una factura más alta debido a la inflación.

“Habitualmente, cuando aumentan las dificultades para contratar, los directivos de las empresas intentan compensarlo mejorando la productividad, lo que se traduce en un aumento del salario real”, explica Eric Heyer, director del Departamento de Análisis y Previsión del Observatorio Francés de las Coyunturas Económicas (OFCE). “Hoy, es a la inversa: las dificultades a la hora de contratar se traducen en pérdidas de productividad y disminución del salario real, sin duda porque estamos atravesando un periodo de inflación increíble. Esto significaría que la relación de fuerza a favor de los asalariados no se traduce en un aumento de productividad, sino en muchos empleos, y unos empleos generalmente de calidad. Como si los trabajadores no negociaran aumentos salariales, sino mejores condiciones laborales”, añade.

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Despidos

De hecho, en el seno de la Unión Europea, el porcentaje de empleos temporales ha bajado 1,8 puntos entre el tercer trimestre de 2018 y el mismo periodo de 2022, y han pasado del 15,9% al 14,1%. Esta disminución se constata en la mayoría de los países exceptuando Holanda. Y es especialmente manifiesta en Polonia, Portugal y España, aunque la reforma laboral ha atajado los elevados niveles de temporalidad en este último país.

Francia no está bien situada en este terreno: el índice de precariedad ha bajado, pero muy ligeramente (-0,4 puntos) y está por encima de la media europea. 

Tiempo parcial 

Otro síntoma de que la calidad del empleo mejora es que cada vez es más frecuente la contratación a tiempo completo. El porcentaje de contratos a tiempo parcial en el cómputo total del empleo ha pasado del 17,9% en el tercer trimestre de 2018 al 17,4% cuatro años después. Esta disminución del tiempo parcial es especialmente grande en Holanda (-7,3 puntos porcentuales), pero hay que tener en cuenta que los holandeses partían de un nivel muy elevado. La disminución también es significativa en Grecia (-1,5 puntos), en Suecia (-1,9) y en Francia (-1,4). 

[En España, según la última Encuesta de Población Activa correspondiente al periodo de enero a marzo de 2023, el empleo a tiempo completo se incrementó en el último año en  372.000 personas, mientras que el empleo a tiempo parcial se redujo en 4.000, o el 0,4%, aunque en el primer trimestre respecto del anterior sí aumentaron más los contratos a tiempo parcial. Es el primer año de aplicación de la reforma laboral pactada por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con la patronal y las centrales sindicales mayoritarias, CC OO y UGT. ]

“En Europa no se ha producido la gran renuncia como en Estados Unidos, pero sí se ha observado un fenómeno de abandono de los empleos de mala calidad”, afirma Wouter Zwysen, investigador del Instituto Sindical Europeo (ETUI en sus siglas en inglés). “El auge de los empleos vacantes se puede explicar no solo por el hecho de que la gente tiene más opciones o por que se da una especie de revaluación de lo que es importante, del sentido que se quiere dar al trabajo, sino también por un rechazo de los empleos que exigen estar en contacto con el público, considerados menos seguros tras la covid”, añade.

Antes de la pandemia, las condiciones laborales desempeñaban ya un papel importante en las dificultades de contratación. Así lo muestra un estudio realizado en Francia por el economista Thomas Coutrot para la dirección de la Animación, Investigación, Estudios y Estadísticas (Dares en sus siglas en francés), el servicio estadístico del Ministerio de Trabajo de Francia, publicado en junio de 2022. Demuestra que los empleadores que indican que sus asalariados están expuestos a condiciones laborales penosas tienen más dificultades a la hora de contratar: el 89% frente al 71% en el conjunto del sector privado. Afecta especialmente a los empleados y los obreros.

Los puestos más difíciles de cubrir son los implican penalidades de tipo físico, como soportar cargas pesadas, ruido y manipular productos químicos, así como penalidades horarias, como trabajo nocturno y, sobre todo, horario atípico. Y los empleadores cuyos asalariados tienen trabajos agotadores, no solo tienen dificultad a la hora de contratar, sino también a la hora de fidelizar a sus trabajadores.

Cargar maletas y menos 'minijobs'

Es una constatación recientemente verificada a escala mundial en un informe de Eurofound. Y la recuperación poscovid lo ha intensificado: “En Holanda, el 14% de los asalariados ha cambiado de empleo tras la covid”, afirma Pieter Gautier, investigador en la Universidad Vrije de Ámsterdam. “Por ejemplo, los maleteros de los aeropuertos, que estaban mal pagados, se han despedido y han encontrado otro empleo. La gente no tenía ningún poder antes de la covid, pero eso está cambiando. En los aeropuertos, frente a las enormes filas de pasajeros que hay que gestionar, los directivos comienzan a comprender que no pueden salir de apuros pagando mal”, explica.

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Trabajo

Otro ejemplo: en Alemania, se constata un importante descenso de los minijobs, esos empleos precarios que se desarrollaron en la dñecada de los 2000, emblema de la estrategia de un aumento de competitividad a través de la disminución del coste laboral en ese país. 

“El coronavirus ha puesto claramente en evidencia tanto los puntos fuertes como los puntos débiles de nuestro mercado laboral”, estima el investigador alemán Enzo Webwe, del Institut für Arbeitsmarktund Berufsforschung (IAB), “centenares de miles de minijobs  han desaparecido en poco tiempo, sin derecho a prestación por desempleo parcial”.

Para el investigador, la recuperación del mercado laboral alemán después de la covid debe pasar por la calidad y no por la cantidad, vinculando al contrato laboral el derecho a una protección social y a la formación. A finales del pasado marzo, el país se vio enfrentado a huelgas masivas para obtener un aumento salarial del 10,5%.

En un sentido más amplio, la estructura de los empleos ha cambiado en Europa gracias a la pandemia, como demuestra otro informe de Eurofound. Entre finales de 2019 y finales de 2021, la creación de puestos de trabajo era especialmente dinámica en los empleos con salarios más elevados: 2,5 millones de puestos más en el 20% de los empleos mejor remunerados. A la inversa, los trabajos mal pagados no se recuperaron: se destruyeron más de tres millones de puestos en el 20% de los empleos peor pagados. Como si la calidad de empleo hubiera tenido una “puesta al día” o un ascenso, y hubiéramos asistido a una reasignación de la mano de obra de los sectores mal pagados a los mejor pagados. “Se trata de una situación totalmente diferente a la de la polarización del empleo que tuvo lugar en la última crisis de la misma gravedad, la Gran Recesión de 2007-2009”, añade el informe. “La buena noticia es que en la parte más baja de la escala social, la situación de los trabajadores comienza a mejorar debido a que su fuerza de trabajo escasea”, se felicita Pieter Gautier. 

 

Países a contracorriente

Pero, aunque la tendencia va en el buen sentido, todavía queda camino por recorrer antes de acabar con la precariedad y los empleos mal pagados. Por el momento, la inflación hace que se esfumen los aumentos salariales logrados por los trabajadores, mientras que el porcentaje de empleos temporales sigue siendo alto en cierto número de países, como Holanda, España, Italia, Francia, Portugal y Suecia. “El auténtico reto es mejorar la calidad del empleo”, comenta Eric Heyer, “al final, no es difícil llegar al pleno empleo. Haciendo una caricatura, basta con crear empleos a un cuarto de jornada. Alemania ha llegado al pleno empleo al precio de un importante aumento del índice de pobreza. Un pleno empleo de calidad, es un empleo con contrato indefinido y a jornada completa, y ello significa no dejar a nadie en la cuneta, ni a los jóvenes no diplomados ni a los séniores que se hallan al final de su carrera”.

No es nada seguro que todos los jefes de Estado compartan esta preocupación. Antes de apoyar a ese movimiento hacia un pleno empleo de calidad, algunos gobiernos prefieren reequilibrar las relaciones de fuerza a favor de las empresas. Ese es el caso de Francia, donde la normativa del seguro de desempleo se ha modificado dos veces en tres años en un sentido desfavorable para los trabajadores, y les obliga a ser menos exigentes con las ofertas de empleo. Lo mismo pasa en Italia, donde Georgia Meloni endureció el pasado diciembre las condiciones para tener derecho a percibir la renta de ciudadanía establecida en 2019. El famoso “mundo de después” del que nos han hablado no es para ya: en lo referente a la política de empleo, la revolución tendrá que esperar.