Las dos Españas, más económicas que políticas

Reducir las crecientes desigualdades sería un buen comienzo para calmar el desencanto y la tensión social

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Diciembre 2023 / 119
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Dos Españas

Ilustración
Lola Fernández

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Para quienes dicen que España se rompe hay que concederles que aciertan. Pero la fractura no es territorial, sino económica. Las dos Españas no son políticas, sino económicas porque cada día se separan más las rentas más altas de las más bajas. En nuestro país, los suelos y los techos sociales son pegajosos y los estratos sociales en los que uno nace empiezan a ser calabozos económicos en los que uno muere. La menguante movilidad social se traduce en que dos de cada tres personas pobres en nuestro país (65,7%) seguirán siéndolo dentro de cuatro años, según la OCDE, 18,4 puntos más que hace tres décadas. Por el contrario, quienes nacen ricos tienen la certeza casi absoluta de que morirán ricos y, si en 1990 uno de cada tres millonarios podía descender de clase social, ahora solo es uno de cada cuatro. El ascensor social se rompe.

La explicación técnica es que el retorno del capital es mucho mayor que el del trabajo. En castellano, quien tiene dinero puede obtener una rentabilidad sin riesgo que supera con mucho a la que consigue quien tiene un empleo.  Mientras que las letras del tesoro ofrecen rentabilidades sin riesgo que rondan el 5%, los salarios apenas han crecido hasta octubre el 3,4%, una cifra que todavía se considera una proeza económica, ya que es la mayor subida desde 2008. El resultado es que quien tiene renta puede tener cada vez más, mientras que quienes tienen empleo lo que tienen es cada vez más problemas para llegar a fin de mes.

Así se explica el boom de millonarios que vive nuestro país, se tome la estadística que se tome. Los datos de la Agencia Tributaria muestran que el número de personas que disponen de una renta de más de 30 millones de euros ha crecido el 15% en el último año y se ha duplicado en la última década. Si hace 10 años había 300 grandes millonarios, hoy son 831.        

Esa desigualdad no es solo personal, sino que se replica en el nivel corporativo. Mientras que las pymes y los autónomos han luchado por sobrevivir a un entorno de inflación y costes crecientes, las grandes multinacionales con poder de mercado han registrado durante los dos últimos años los mayores beneficios de su historia. No solo han ganado más dinero que nunca, sino que lo han hecho aumentando sus márgenes de beneficio. 

El ejemplo de la banca es especialmente sintomático: en los nueve primeros meses de 2023 solo las seis entidades del IBEX han registrado un beneficio neto de 19.761 millones de euros, después de pagar impuestos, incluido el tan protestado recargo temporal fijado por el Ejecutivo. Esa cifra de 19.761 millones es el 23% más que el récord que ya marcaron en el mismo periodo del año pasado. En dinero, eso significa ganar 3.723 millones más gracias a una política que pasa por cobrar más a los hipotecados (aumentar la retribución del activo), pero no pagar más a los ahorradores (no retribuir el pasivo) y que ha llevado a algunas entidades a aumentar su margen de beneficios hasta el 22,6% a costa de una menor retribución a sus clientes.

Democracia dual

Este es hoy uno de los grandes problemas económicos del país: la concentración de la riqueza cada vez en menos manos. Y ese problema desborda lo económico y explica también parte de nuestra situación política, porque está creando clases sociales que quedan atrás y lo que el minucioso análisis de los investigadores del CIS Manuel Trujillo Carmona y Braulio Gómez Fortes, catedráticos de la Universidad de Deusto, definen como “agujeros negros democráticos”. 

Cuando los diferentes gobiernos olvidan a las rentas más bajas, el resultado es un desencanto que lleva a una de dos desembocaduras: la primera es que muchos pobres dejan de votar y se desentienden de la política. La descomposición de rentas muestra que los más pobres dejan de participar en las citas electorales y que la activación de voto empieza a partir de rentas de 25.000 euros anuales o más. 

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Movilidad social

La segunda salida a este desencanto es una caída en populismos y radicalismos que no ofrecen soluciones, sino culpables de por qué la situación económica que estamos viviendo les ha dejado atrás. Son el caldo de cultivo perfecto para quienes predican que la culpa es de los inmigrantes, de las mujeres que “piden demasiado” al incorporarse al mercado laboral o que cargan contra quienes cuestionan instituciones como la familia en la que él gana y ella cuida. 

La economía dual está dejando también una democracia dual que genera un ciclo pernicioso que se retroalimenta. Si solo votan las rentas  altas, concurrir a las elecciones con un programa que atienda a quienes serán abstencionistas es una receta para el suicidio político. El resultado es que el único debate que nos queda en la escena pública es si hay que bajar los impuestos mucho o si hay que bajarlos más. La economía dual deja una democracia dual que se traduce en políticas prácticas también duales, para proteger más a los que más tienen. 

Soluciones salariales y fiscales 

Esa concentración de recursos no es un meteorito que se dirige irremediablemente contra la Tierra ni contra España. Es una opción política que amenaza con seguir desequilibrando la democracia y que solo puede ser solucionada ampliando salarios por abajo o corrigiendo desigualdades por arriba. 

Curiosamente, quienes se oponen a políticas como subidas del salario mínimo interprofesional (SMI) son exactamente los mismos que se oponen a políticas fiscales que graven un poco más a los que tienen mucho más. 

Nuestra política fiscal requiere un pacto de Estado que huya del oportunismo del corto plazo. La sostenibilidad de lo público lo exige. Eso significa tocar el impuesto sobre sociedades, no ensañarse más con quienes ya tributan vía IRPF y ampliar el espacio fiscal de patrimonio —de los 831 grandes patrimonios del país, 524 se ubican en Madrid por la exención fiscal de que disfrutan— y sucesiones, ampliando los mínimos exentos para no castigar a las rentas medias, pero ampliando los gravámenes para herencias milmillonarias, teniendo en cuenta que, en España, el 70% de la desigualdad se hereda. 

Y también es necesario pasar de las declaraciones a los hechos en el “Pacto de Rentas”. La paz laboral está en juego.

Si solucionamos la desigualdad creciente, probablemente empezaremos a calmar el desencanto y la tensión social. Pocas cosas parecen más urgentes. 

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Número de millonarios