Ellas suben más rápido

El ascensor social ha elevado a las chicas hacia mayores niveles educativos. Como consecuencia, las mujeres son hoy mayoría en profesiones como la judicatura y la medicina

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Diciembre 2023 / 119
Ellas suben

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Lola Fernández

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El ascensor social hace tiempo que está averiado porque persiste la desigualdad de oportunidades educativas según la clase social. Pero el ascensor sí ha elevado a las chicas de diferentes orígenes hacia mayores niveles educativos. Como consecuencia, las mujeres son actualmente mayoría en algunas profesiones prestigiosas, como la judicatura y la medicina.

¿Por qué no funciona el ascensor social? Entre otros motivos, porque las familias con más recursos económicos, educativos y culturales tienen más posibilidades de transmitir su posición social a sus descendientes mediante estrategias de refuerzo educativo y selección de escuelas.

¿Qué ventajas educativas tienen las mujeres y por qué? En el pasado, los chicos tenían más éxito escolar y alcanzaban más que ellas el nivel de bachillerato y universidad. A partir de las décadas de 1970 y 1980 se dan dos fenómenos paralelos en España, como en muchos otros países. Por un lado, se prolonga la escolarización obligatoria y aumenta la población que accede a estudios secundarios (bachillerato y formación profesional) y, por otro lado, las mujeres empiezan a adquirir mayores niveles educativos que los hombres, hecho conocido como "vuelco formativo femenino". 

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Brecha de género universidades

Más universitarias

Si nos fijamos en los datos españoles de las personas de entre 19 y 20 años, en 1977 el 28% de esos chicos y chicas tenía un título de bachillerato. Posteriormente, ellas les adelantan, porque el 40% tenía bachillerato en 1987, el 57% en 1997 y el 60% en 2004, comparado con los porcentajes masculinos del 31%, el 45% y el 46%, respectivamente, según datos recopilados por José Saturnino Martínez García, profesor de la Universidad de la Laguna. En 2021 la brecha se había ensanchado: el 63,1% de chicas por el 47,6% de chicos. Como consecuencia, ellas acceden también más a títulos de la educación superior, y se observa una brecha de género de 13 puntos porcentuales en 2022 a favor de ellas (véase gráfico). Esta brecha se debe al mayor acceso femenino a titulaciones universitarias, (ellas el 57% y ellos el 44%), porque no hay brecha significativa en la formación profesional superior.

Hay una preocupación internacional por el bajo logro escolar de los chicos, aunque no hay unanimidad en el diagnóstico. La sociología y la psicología han demostrado que no se puede explicar en función de desigualdades de inteligencia o capacidades, sino que se debe a factores motivacionales y sociales. Además, la brecha de género educativa es mayor entre los chicos provenientes de clases agrarias y obreras o cuyas madres no tienen estudios superiores, porque en las clases intermedias y profesionales los progenitores se esfuerzan por evitar el descenso social de sus hijos. 

Antes del vuelco formativo femenino ya se conocía el comportamiento más disruptivo de muchos chicos en las escuelas. El estudio etnográfico publicado por el sociólogo británico Paul Willis en 1977 describe cómo lo chicos de origen obrero en una escuela inglesa creaban una contracultura alejada de aspiraciones de ascenso educativo, porque la cultura masculina  heredada les hacía rechazar la disciplina escolar, aceptaban la división sexual del trabajo, usaban la violencia y valoraban el trabajo físico, que consideraban masculino, mientras que el trabajo intelectual lo asociaban a lo femenino o afeminado. Podríamos considerar a Willis un pionero del análisis de las masculinidades.

El reciente ascenso educativo de las chicas no se debe a su mejor encaje en la cultura escolar comparado con los chicos, sino al cambio social. El trabajo doméstico ha disminuido por los avances tecnológicos, por lo que la ayuda de las hijas es menos necesaria. El movimiento feminista ha conseguido la igualdad formal y ha reivindicado la independencia económica de las mujeres. Las madres han apoyado las aspiraciones educativas de sus hijas. La expansión del sector de los servicios privados y públicos ha facilitado el acceso de mujeres con bachillerato o titulación universitaria a empleos mejor remunerados que los tradicionalmente femeninos. Para las chicas, los costes de abandonar la educación tempranamente son mucho mayores que para los chicos, que en épocas de bonanza económica podían acceder a empleos de cuello azul relativamente bien pagados.

Otra masculinidad

¿Cómo podemos conseguir la igualdad de oportunidades educativas real? Como propone Future Policy Lab, deberíamos combatir las desigualdades sociales no solo desde la escuela, sino también desde el ámbito familiar, laboral y patrimonial. En mi opinión, para reducir las brechas de género tenemos que promover las masculinidades cuidadoras desde dentro y fuera de la escuela. Es conveniente crear espacios escolares para dialogar sobre los comportamientos disruptivos, agresivos y el abandono escolar temprano y explicar los costes de los mandatos tradicionales de la masculinidad para los propios chicos (más adicciones, accidentes, etc.). 

Hay que insistir en que los hombres ya no son los proveedores económicos, sino que las mujeres comparten esa responsabilidad, mientras que ellos poco se responsabilizan del trabajo doméstico y de cuidados, lo que, a menudo, produce malestares y rupturas familiares. Resolver conflictos mediante micromachismos, imposiciones o violencia no es tolerable.

Finalmente, conviene resaltar que cuidar mejor de los demás y de uno mismo aumenta la salud y felicidad propia y de los seres queridos. Como el cambio en las escuelas será lento, hay que seguir avanzando hacia masculinidades cuidadoras promoviendo el empoderamiento femenino y cambios legislativos para la corresponsabilidad con políticas públicas, como los permisos igualitarios, intransferibles y remunerados al 100% que promueve la plataforma PPiiNA.