El mito del exilio fiscal

El caso de Suecia muestra que gravar las grandes fortunas no incita a los ricos a marcharse a otro país

Comparte
Pertenece a la revista
Mayo 2024 / 124
Limusina palemras

Ilustración
Lola Fernández

Audioplayer Icon
Escucha el artículo

El credo de los detractores del impuesto a la riqueza o al patrimonio es conocido: “No hay que poner una tasa a los más ricos porque en tal caso se irán”. ¿Pero esta asunción, que puede parecer de sentido común, está respaldada por la realidad?

Por primera vez, un estudio, realizado por cinco economistas* intenta aportar una respuesta empírica a esta cuestión a partir de la experiencia de Suecia, país que en 1911 instauró un impuesto a la riqueza, suprimido casi un siglo después, en 2007.

Los cinco especialistas han puesto el foco en averiguar si el cambio fiscal ha tenido un impacto significativo en las migraciones internacionales de los suecos más adinerados.

Efectos limitados

Dicho de otra forma: una vez que en 2007 vieron reducidos sus impuestos, ¿el 2% más rico de los suecos modificó el comportamiento migratorio y se fue menos del país que durante el periodo 1999-2006, con el impuesto en vigor?

La respuesta es claramente negativa: la abolición del impuesto a la riqueza tuvo “efectos notablemente limitados” sobre los flujos migratorios de las personas sujetas a este impuesto. Ciertamente, la probabilidad de que las personas más ricas abandonaran el país había caído 0,05 puntos porcentuales un año después de la reforma. Y el porcentaje de emigración de la población sujeta al gravamen también disminuyó, y de forma permanente, hasta alcanzar la de los ricos no afectados por dicho impuesto (contribuyentes en el penúltimo decil de ingresos). Pero, pese a ello, la magnitud del fenómeno sigue siendo insignificante.

A partir de estos datos, los economistas realizaron una simulación y calcularon el impacto que tendría el aumento de un punto porcentual en la base impositiva del impuesto sobre la riqueza sobre el porcentaje de emigración. Conclusión: ¡esta tasa aumentaría apenas 0,17 puntos porcentuales el éxodo!

En este marco, el flujo migratorio neto (entradas menos salidas del territorio nacional) disminuiría el 0,22%, mientras que el tamaño de la población sujeta al impuesto a la riqueza se reduciría el 1,76%. Sin embargo, en la práctica ni siquiera fue así, puesto que entre los contribuyentes afectados por el impuesto hubo más llegadas al país que salidas en el periodo analizado, con el impuesto vigente.

La realidad está, por tanto, muy alejada del éxodo fiscal anunciado. Los efectos de los impuestos sobre el exilio de los más ricos no son completamente nulos, pero sí muy débiles, puesto que esta población suele emigrar muy poco. El  0,4% de las personas que estarían sujetas al  impuesto sobre la riqueza abandonan Suecia cada año, frente al 0,6% de la mitad más pobre de la población.

No es rentable

Queda por ver qué consecuencias tienen estos micromovimientos para el conjunto de ingresos fiscales del Estado. “Incluso teniendo en cuenta las externalidades de otros impuestos, las reacciones migratorias inducidas por el impuesto son por sí solas demasiado débiles para que su abolición sea rentable”, concluyen los autores del estudio.

La investigación muestra que por cada corona sueca de ingresos fiscales adicionales, recaudados mecánicamente mediante el aumento del tipo del impuesto sobre la riqueza, únicamente se perdían 0,24 coronas como consecuencia de las salidas al extranjero de posibles contribuyentes afectados. Un año después de su exilio fiscal, la cantidad de impuestos que pagaban disminuía el 66%, pero el efecto a medio plazo era significativamente menor: alrededor del 35%. De hecho, vemos incluso que cinco años después de su partida, dos de cada cinco emigrantes ricos ya había regresado al país.

Los datos de Suecia muestran que gravar a los más ricos no reduce los ingresos fiscales. Y, sin embargo, podrían generar preocupación las repercusiones de este exilio, aunque sea tan limitada, en la actividad económica del país, teniendo en cuenta que entre el 2% de los suecos más ricos uno de cada cinco posee una empresa, lo que representa una décima parte del empleo total y el 15% del valor añadido nacional.

El estudio contradice los prejuicios también respecto a estos temores. La marcha de ricos propietarios de empresas familiares no provoca “prácticamente ningún cambio en el empleo de los suecos”, puesto que o la compañía sigue funcionando con otros dueños o los trabajadores encuentran otro empleo o los propietarios históricos siguen operando con normalidad en la gestión, aunque sea desde el extranjero. Las consecuencias son, asimismo, también limitadas sobre la inversión neta, el volumen de negocios y el valor añadido de sus empresas, que solo disminuyen el 5%, el 8,5% y el 16%, respectivamente.

Para respaldar sus resultados, los autores replicaron su análisis en Dinamarca, donde el tipo impositivo sobre la riqueza fue reduciéndose gradualmente hasta desaparecer, en 1997. La conclusión es similar y, por tanto, no está vinculada a un contexto nacional específico.

La evasión fiscal es, por tanto, uno de los muchos argumentos engañosos del argumentario contra los impuestos a los más ricos. Pero se evapora al entrar en contacto con los hechos.