El falaz discurso de los adeptos a la laxitud fiscal

Para quienes defienden a los más ricos, aumentar los impuestos a las grandes fortunas penalizaría a toda la sociedad. Nada menos cierto

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Mayo 2024 / 124
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Lola Fernández

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La idea de aumentar los impuestos a los muy ricos va viento en popa. “Ha llegado la hora de gravar con impuestos a los multimillonarios”, titulaba Simon Kuper su crónica en el Financial Times del 8 de febrero. Recordemos que, según la lista de la revista Forbes, en el mundo hay 2.640 multimillonarios, 19 veces más que en 1987, y que estos pagan pocos impuestos. En EE UU, Joe Biden quiere un impuesto del 25% para los ricos, aquellos cuyo patrimonio supera los 100 millones de dólares, con una tributación sobre la fortuna acumulada en el primer año y después sobre el aumento de esta a lo largo del tiempo. En Francia, el informe Mahfouz-Pisani pide gravar con un impuesto a los más ricos para financiar la inversión pública necesaria para la lucha contra el cambio climático. El líder socialista belga Paul Magnette y  la eurodiputada Aurore Lalucq han puesto en marcha una iniciativa ciudadana europea para el establecimiento de un impuesto europeo sobre la fortuna.

Pero en cuanto se habla de aumentar los impuestos a los más ricos, sus detractores desenvainan una serie de argumentos que supuestamente demostrarían hasta qué punto no es una buena idea. Y todo vale.

Crear la duda

Desde el punto de vista académico, se trata de crear dudas acerca de las investigaciones sobre las desigualdades que sirven de base para justificar dicho aumento. Así se pudo comprobar a finales del año pasado cuando un estudio intentó desacreditar las investigaciones de Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman en las que demostraban el fuerte aumento de las desigualdades en EE UU. Según un artículo publicado por los economistas Gerald Auten y David Splinter, la desigualdad permanece estable desde la década de 1960. A raíz de este artículo, todos los comentaristas liberales empezaron a hablar de polémica y de cuestionamiento de las estadísticas de Piketty.

¿En función de qué argumentos? Los datos de Piketty y sus colegas se fundamentan en los ingresos declarados al fisco, es decir, del 60% al 70% de los ingresos existentes. Sobre esas estadísticas no hay debate: muestran claramente un aumento de la desigualdad. ¿Pero qué pasa con los ingresos no declarados? Piketty y sus coautores mantienen una hipótesis prudente: los reparten como los ingresos declarados. Sus oponentes dicen que se reparten equitativamente: cuando faltan unos ingresos por valor de 100, ¡Jeff Bezos y su secretaria son responsables de 50 cada uno! Parece, cuando menos, sorprendente y merece una explicación… que no se ha proporcionado.

¡Aún hay margen!

En Francia, el nuevo economista estrella de la era de Macron, Xavier Jaravel, escribe en un libro reciente que la lucha contra las desigualdades no debe en absoluto pasar por un aumento de los impuestos. ¿Por qué? Porque “demasiados impuestos matan los impuestos”, ya que cuando se grava con impuestos a la gente, esta trabaja menos y los ingresos fiscales bajan. Jaravel hace suyo el cálculo según el cual cuando se supera un tipo impositivo de 60-70% para los hogares de rentas altas, se desanima a los ricos, y cuando se alcanza el 30-40% para las rentas del capital, pasa lo mismo. Como hemos visto en el estudio llevado a cabo por el Institut des Politiques Publiques  (véase la página 40) el tipo impositivo de los más ricos en Francia se sitúa en torno al 26%. ¡Aún hay margen!

Por el contrario, ¿una disminución de los impuestos a los más ricos aumenta la actividad económica porque los incita a invertir? Según la evaluación llevada a cabo por France Stratégie, una institución al servicio del primer ministro francés, la sustitución del impuesto sobre la fortuna (ISF) por el impuesto sobre la fortuna inmobiliaria (IFI) no ha tenido un efecto positivo sobre la economía. No se ha detectado ni más inversión ni ningún tipo de impulso a la economía real, pero sí un efecto social importante: un aumento de la desigualdad.

En el mismo sentido, cuando en el reciente barómetro del Consejo de las Retenciones Obligatorias (CPO en sus siglas en francés, organismo asociado al Tribunal de Cuentas) se pregunta a los contribuyentes qué harían en caso de un aumento de las retenciones, solo el 22% responde que trabajaría menos (el 63% consumiría menos, lo que se vería compensado en parte por el 53% que, a la vez, ahorraría menos). Y lo mismo pasa en el sentido contrario: una disminución de las retenciones solo incitaría al 21% a trabajar más.

Un argumento adicional consiste en vaticinar que, si se grava con impuestos a los muy ricos, estos migrarían a otro país. El informe de France Stratégie citado más arriba indica también que, tras la sustitución del ISF por el IFI, “el número de retornos de los hogares susceptibles de ser gravados por el IFI supera cada año el número de salidas”, con una disminución de las salidas y un aumento de los retornos.

De todos modos, en caso de que se estableciera el impuesto europeo sobre las grandes fortunas, los que se nieguen a pagarlo se verían obligados a desplazar su fortuna mucho más lejos. Hace unos años, aún era fácil de hacer, pero hoy es mucho más difícil. Según el Global Tax Evasion Report 2024, publicado por el Observatorio Fiscal de la UE, a comienzos de los años 2000 la riqueza de particulares oculta en paraísos fiscales era equivalente al 9% del PIB mundial. Hoy ha caído al 3% como resultado del establecimiento, en 2014, del intercambio automático de información fiscal entre Administraciones de más de un centenar de países. El primer destino de ese dinero hasta 2008, con una cuota de mercado del 50%, era Suiza, que hoy solo atrae al 20%, mientras aumentan las cuotas de Hong Kong y Singapur.

Evidentemente, siempre hay maneras de escabullirse. Algunos bancos optan por arriesgarse a seguir ofreciendo servicios de opacidad y no declaran a sus clientes extranjeros, se crean bancos pantalla que no proporcionan ninguna información y algunos contribuyentes compran nacionalidades falsas o fraccionan sus transacciones para mantenerse por debajo de los niveles de declaración. El informe indica también que un cuarto de los activos financieros ocultos en los paraísos fiscales se ha transformado en activos inmobiliarios no declarados. En este sentido, un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de julio de 2023 afirma: “La posesión de bienes inmobiliarios en el extranjero ha aumentado notoriamente durante la última década”, especialmente con el fin de evitar el intercambio de información sobre los activos financieros. Porque “los progresos en lo referente a transparencia fiscal en el sector inmobiliario aún dejan mucho que desear”, y da una serie de ideas para solucionarlo. En resumen, los aduaneros ya se han percatado de las nuevas rutas de los contrabandistas.

Psicología barata

Todos estos debates se basan en la hipótesis, que nadie cuestiona, según la cual al menor aumento de la fiscalidad los más ricos únicamente piensan en largarse. Pero no es eso lo que muestra un estudio reciente sobre Reino Unido, y otro sobre Suecia y Dinamarca, según los cuales, cuando los muy ricos se enfrentan a una subida de impuestos, solo una ínfima parte de ellos migra al extranjero.

Finalmente, cuando se ven acorralados, los defensores de los ricos terminan echando mano a la psicología barata e invocando los celos y la envidia que provocan los ricos. Dejemos que responda el periodista del Financial Times: “Siéntanse libres para diagnosticarme de tener celos de los ricos, pero eso no cambia la cuestión: ¿gravarles con impuestos beneficiaría a la sociedad?” Como muestra claramente Simon Kuper, la respuesta es sí.