El papel político de las grandes empresas

El creciente poder de las multinacionales puede hacer necesaria una intervención de los Estados y la movilización de la sociedad civil. Proliferan los nuevos estudios sobre la cuestión

Comparte
Pertenece a la revista
Enero 2024 / 120
Empresas

Ilustración
Perico Pastor

Audioplayer Icon
Escucha el artículo

El modo en que se enseña la empresa tiene cada vez menos que ver con su funcionamiento real. A finales de la década de 1960, a John Kenneth Galbraith le indignaba ya “la empresa de los manuales”, sometida entonces a las leyes del mercado y la competencia, a la que supuestamente movía la búsqueda de beneficio.

Se propuso, pues, describir el funcionamiento concreto de las grandes empresas, así como su papel político. De este modo, demostró en El nuevo Estado industrial (1967) las relaciones de connivencia entre el Estado y las grandes empresas, así como el papel de la tecnoestructura en la gobernanza de estas.
Más de medio siglo después, la enseñanza de las empresas se ha ampliado con el surgimiento de nuevas teorías: la empresa como maximizadora del valor accionarial; la empresa comunidad; la empresa basada en el conocimiento; la empresa como proyecto de creación colectiva … Estas diferentes teorías explican, no hay duda, ciertas facetas del funcionamiento de las empresas, pero ocultan numerosos aspectos, especialmente su acción política.

En La grande entreprise comme acteur politique (Presses Universitaires de Laval, 2022), un ensayo tan brillante como estimulante, el sociólogo Jean-Michel Saussois emprende una reactualización de la descripción de las grandes empresas al modo de Galbraith.

Cotejando ejemplos empíricos cuidadosamente elegidos con análisis de una gran precisión en los que utiliza trabajos teóricos procedentes de varias disciplinas (historia, sociología, economía, gestión), el autor nos da claves para comprender cómo los grandes grupos se han transformado para modelar crecientemente el mundo en el que vivimos, y nos muestra las limitaciones de las diferentes teorizaciones de la empresa a la hora de caracterizar este objeto inaprensible.

¿Por qué trata específicamente sobre la gran empresa? Porque, como nos indica el autor, la empresa es una categoría-cajón de sastre, utilizada por los institutos de estudios o las organizaciones patronales para designar unas entidades que no están emparentadas entre sí.

Lo mismo que un tigre no es un gato que ha crecido, la naturaleza de gran empresa es radicalmente diferente a la de las pequeñas empresas artesanales, explica Jean-Michel Saussois. Especialmente porque las grandes empresas tienen la capacidad de modelar su medio, influir en la acción política y elaborar las reglas del juego económico, jurídico y social. 

¿En qué medida se ha transformado el papel político de las grandes empresas durante las últimas décadas? Las grandes empresas analizadas por Galbraith estaban ligadas a los Estados nación, como resumía la célebre frase pronunciada por el presidente de la General Motors, Charles Wilson, al ser nombrado por el presidente Dwihgt Eisenhower secretario de Defensa de EE UU: “Lo que es bueno para EE UU es bueno para la General Motors (…), y lo que es bueno para la General Motors es bueno para EE UU”. 

Con la globalización que ha tenido lugar en el curso de las tres últimas décadas, la situación ha cambiado profundamente. 

Las grandes empresas han rebasado los Estados nación, dice Jean-Michel Saussois. Ahora, el terreno de juego de sus dirigentes se sitúa a escala mundial, donde actúan y son recibidos como jefes de Estado.  Las grandes empresas hacen que los Estados compitan entre sí para determinar sus implantaciones industriales y comerciales o para cerrar tal o cual sede industrial. 

Capitalismo de plataformas

Pero el impacto político de las grandes empresas se transforma también con la irrupción de las nuevas tecnologías, nos dice el autor. Y añade que el desarrollo del capitalismo de plataformas debería también cambiar la idea que tenemos del poder de las empresas.

Airbnb, la famosa plataforma que pone en contacto a los que ofertan con los que demandan alquileres de corta duración, gestionó en 2021 más de 300 millones de pernoctaciones en el mundo. Es superior a las de cualquier grupo hotelero, recuerda Jean-Michel Saussois. Se calcula que, en París, el 10% de las viviendas se alquilan al menos tres meses al año mediante dicha plataforma. Y el porcentaje es mucho mayor en las playas. 
 

Los políticos, medios de comunicación y ciudadanos se asombran regularmente por el impacto social y económico del enorme desarrollo de dicha empresa. Se la acusa de favorecer el sobreturismo, la especulación inmobiliaria, de vaciar los centros de las ciudades de sus habitantes y de provocar la subida de los precios de la vivienda y los alquileres.

El desarrollo de Airbnb se ha convertido en unos años en un importante problema político mundial que los actores públicos no son capaces de regular.

Este impacto político contrasta con el modesto tamaño de la empresa. Airbnb tiene, en efecto, menos de 6.000 asalariados, un volumen de negocios de 8.000 millones de euros. Y, sin embargo, su impacto político es muy superior al de los gigantes de la hostelería tradicional que emplean a centenares de miles de personas, tienen unos volúmenes de negocios muy superiores y gestionan miles de hoteles en todo el mundo.

Describir y documentar las actividades y el impacto político de ese capitalismo de plataforma es absolutamente necesario si queremos comprender las metamorfosis del poder político de las grandes empresas, afirma Saussois.

Frente a su considerable capacidad de acción, ¿cómo regular la actividad política de las grandes empresas? Y ¿en función de qué modalidades? El sociólogo no descarta una recuperación del control por parte de los Estados.

Tras 40 años de desregulación, la crisis sanitaria de la covid-19 significó la vuelta de políticas industriales y estrategias de soberanía nacional para evitar que tuvieran lugar rupturas de suministro de cadenas globales de valor demasiado frágiles.

Pero Saussois esboza otra vía: la movilización de la sociedad civil contra el exceso de poder de las grandes empresas. Y al respecto señala el surgimiento de alianzas insospechadas: entre ONG e investigadores con el fin de alertar, como la que denunció el dieselgate, o las de colectivos de ONG y asociaciones para llevar ante la justicia la inacción climática y el greenwashing o el inclumplimiento del deber de vigilancia.

Son acciones que las grandes empresas se toman muy en serio, pues afectan a su capital más preciado: su reputación.

A través de esta obra, y de otros trabajos de este tenor, asistimos a una saludable renovación de los estudios empíricos e históricos sobre la acción política de las empresas en relación con la acción pública y los nuevos movimientos sociales. Ya era hora.