¿Y si gana Trump?

El magnate acentuaría sus tendencias autoritarias y se alejaría aún más de Europa en un segundo mandato

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Julio 2024 / 126
Donald Trump

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Gage Skidmore

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La carrera política de Donald Trump parecía acabada con su salida de la Casa Blanca, en enero de 2021, especialmente después de que el electorado estadounidense le diera la espalda y de que un tropel de partidarios suyos asaltara violentamente el Capitolio para interrumpir la sesión parlamentaria dedicada a certificar la victoria de Joe Biden en las urnas. Aunque cueste creerlo, el magnate neoyorquino no solo ha conservado desde entonces el apoyo de sus incondicionales, sino que parece haber seducido a nuevos sectores del electorado que podrían darle la victoria en las elecciones del 5 de noviembre.

¿Cómo sería un segundo mandato de Trump? La mayoría de los observadores políticos estadounidenses baraja como hipótesis que el candidato republicano mostraría su cara más autocrática en una segunda etapa, tras haber aprendido de los errores cometidos durante la primera. Si sus cuatro años en la Casa Blanca estuvieron marcados por una línea política errática y frecuentes dimisiones entre sus colaboradores más estrechos, las señales emitidas recientemente por Trump y su equipo indican que en esta ocasión su estilo de gobernar será más coherente, decidido y autocrático. Entre sus planes están alejarse de los aliados tradicionales de EE UU en Europa; retirar —o al menos recortar— el apoyo a Ucrania en su guerra con Rusia; incrementar la represión de los inmigrantes—creando campos de detención, recurriendo al Ejército y multiplicando por diez las deportaciones forzosas—; dar un vuelco a la política económica con una rebaja de impuestos a las rentas más altas, nuevos aranceles a las importaciones, más sanciones a China y más desregulación de sectores económicos, y utilizar el Departamento de Justicia para perseguir a sus rivales políticos.

Ganas de cambio

A falta de cuatro meses para las elecciones, hay una probabilidad bastante elevada de que todo ello se haga realidad. El primer debate entre los dos aspirantes, celebrado el 27 de junio, fue desastroso para Biden, que estuvo desorientado, dubitativo y sin garra a la hora de rebatir las mentiras de su contrincante. Tras su penosa actuación, arreciaron las voces dentro del Partido Demócrata para proclamar, a la desesperada, a otro candidato en la convención de mediados de agosto.

Antes del debate, las encuestas ya daban a Trump una ligera ventaja sobre Biden en en los Estados clave, aquellos que suelen inclinar la balanza en favor de uno u otro candidato. El modelo estadístico del semanario británico The Economist, que tiene en cuenta variables como la gestión del presidente en ejercicio, las encuestas, los grandes datos económicos y los resultados electorales históricos, mostraba a mediados de junio que el actual presidente solo tenía el 31% de probabilidades de ganar las elecciones, por el 68% de Trump. Días después del debate, el republicano vio aumentar sus probabilidades de victoria hasta el 75%, por el 25% de su rival.

Una serie de sondeos efectuados a principios de mayo por The New York Times revelaron ganas de cambio en sectores relevantes de la población que hace cuatro años dieron su apoyo a Biden —entre ellos votantes jóvenes, negros y latinos—, principalmente por dos motivos: la percepción de que la situación económica es mala y la guerra de Gaza. Aunque los datos macroeconómicos son relativamente buenos —el producto interior bruto (PIB) creció el 1,9% en 2022 y el 2,5% en 2023 y el índice de desempleo está en el 4%—, no todo el mundo lo nota en su día a día. La inflación ha incrementado notablemente los gastos básicos —alimentos, combustible, vivienda, etc.— y la consiguiente subida de los tipos de interés ha encarecido el crédito para comprar una casa o un coche. La retórica populista de Trump, de 78 años, está consiguiendo que al menos parte de los sectores más perjudicados por la inflación se sumen al electorado tradicional del republicano, integrado por la gente descontenta por la corrupción política, la inmigración, el aborto y el avance de los derechos de las minorías étnicas y la comunidad LGTBI.

Demasiado mayor

Buena parte del electorado ve a Biden demasiado mayor para gobernar (está a punto de cumplir 82 años) y discrepa con el apoyo incondicional a Israel en su ofensiva contra Hamás, especialmente los más jóvenes, la población de origen árabe y los musulmanes. Y aunque estos dos últimos grupos no son muy numerosos, pueden ser decisivos teniendo en cuenta la escasa diferencia que separa a los candidatos en circunscripciones clave.

Como casi siempre, debido al sistema electoral estadounidense —que asigna al candidato ganador en cada Estado todos los votos electorales que sirven para elegir al presidente— el desenlace se va a decidir en un puñado de Estados. En esta ocasión son Pensilvania, Georgia, Michigan, Arizona, Nevada y Wisconsin. El sondeo de The New York Times da una ligera ventaja de Trump en los cinco primeros y solo sitúa a Biden por delante en el último. El demócrata, que ganó en los seis Estados en 2020, tendría asegurada la reelección si gana en Pensilvania, Michigan y Wisconsin, siempre y cuando gane en todos los demás Estados en los que salió victorioso hace cuatro años.

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Parece que no va a ser decisiva la presencia de un candidato independiente, Robert Kennedy Jr., cuya campaña marcha bien entre los jóvenes gracias a su hábil uso de las redes sociales. Los sondeos le dan un apoyo del 10%, pero muestran que restaría votos por igual al demócrata y al republicano. Está también por ver qué efecto tendrá  la condena judicial a Trump en el caso de la actriz porno Stormy Daniels y el buen número de causas judiciales que tiene pendientes. Aunque a primera vista no está haciendo mella en su base más fiel, sí podría influir negativamente en los votantes indecisos.

Mientras tanto, crece la ansiedad entre los aliados europeos ante la posibilidad de un mayor distanciamiento de EE UU si Trump es elegido. Ambas partes han tenido sus diferencias en las últimas décadas —como en la guerra de Irak y en la negociación nuclear con Irán—, pero la preocupación europea va ahora más allá de la política. Como afirma Nathalie Tocci, directora del Istituto Affari Internazionali, Trump es el primer presidente de EE UU que no trata a los europeos como familia. “Siempre estuvo más a gusto con líderes autoritarios como Xi Jinping o Vladimir Putin que con los dirigentes europeos elegidos democráticamente”, escribió Tocci en el diario The Guardian.

Manto de seguridad

“Son tiempos difíciles”, advierte en su informe más reciente sobre EE UU el think tank European Council on Foreign Relations (ECFR). “La amenaza rusa ha vuelto a Europa mientras se libra una guerra brutal en Oriente Próximo. El populismo avanza en todo el continente europeo y China despierta cada vez más miedo”. No va a ser fácil mantener la unidad entre los Veintisiete. Algunos gobiernos, particularmente Hungría y Eslovaquia, están encantados con la idea de que Trump vuelva a la Casa Blanca, pues creen que hará causa común con ellos en la pugna sobre el Estado de derecho y la democracia que han marcado sus relaciones con la UE.

Trump ha amenazado con sacar a EE UU de la OTAN y abandonar a Ucrania a su suerte si no firma la paz con Rusia —probablemente en los términos que dicte Moscú. Con o sin acuerdo, lo que más teme Europa es que una retirada de EE UU del conflicto dé alas a Putin y a sus ambiciones expansionistas. Para los expertos del ECFR, lo más triste es que Europa no parece dispuesta a mover ficha hasta que se hagan realidad las amenazas del magnate. “Los europeos nunca renunciarán voluntariamente al manto de seguridad que les proporciona EE UU. Al final, alguien se lo quitará”.