La estrategia monetaria de EE UU causa estragos en el Sur

Depreciación de las monedas, inflación, aumento del peso de la deuda… Los países en desarrollo pagan caro la subida de los tipos de interés a cargo de la Reserva Federal.

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Febrero 2023 / 110
La estrategia monetaria de EE UU causa estragos en el Sur

Ilustración
Lola Fernández

El dólar es nuestra moneda y vuestro problema”. Esta frase, pronunciada en 1971 por John Conally, secretario del Tesoro con Richard Nixon, sigue estando de actualidad, pues el giro de política monetaria que la Reserva Federal (FED), banco central estadounidense, llevó a cabo el pasado mes de marzo está provocando que los países en desarrollo se hundan en el caos.
En efecto, desde el mes de marzo, la FED ha aumentado en varias ocasiones sus principales tipos de interés para intentar doblegar la inflación en EE UU. Uno de ellos determina el precio al que los bancos comerciales estadounidenses pueden comprar dinero a su banco central. Su aumento significa que ahora les cuesta más caro obtener un préstamo tanto a los hogares y a las empresas estadounidenses como a los poderes públicos, ya que al banco le ha costado más adquirir esa liquidez. A largo plazo, se supone que disminuye la demanda y, por tanto, reduce el crecimiento, a riesgo de una bajada del empleo. Esa disminución de la demanda debería provocar la de los precios. Con la salvedad de que los flujos financieros están hoy muy globalizados, y las repercusiones de la política monetaria estadounidense no se paran en las fronteras nacionales. 
 
Fines especulativos
Cuando los tipos suben en Estados Unidos, el Estado paga más por tomar prestado. El inversor que le presta puede, pues, esperar un mayor rendimiento que el de unos meses antes. Ahora bien, los inversores a corto plazo deciden prestar a un Estado y no a otro en función del balance entre el riesgo adquirido y el rendimiento esperado. 
 “Desde hace unos años, grosso modo desde la crisis financiera que llevó a los bancos centrales occidentales a bajar sus tipos de interés para relanzar la actividad, el rendimiento de la deuda estadounidense, como la de los demás miembros del G7, era muy bajo. Los inversores terminaron llevando su dinero a los países en desarrollo porque, aunque tenía más riesgo, su rendimiento era más atractivo”, explica Marin Ferry, profesor titular de la Universidad Gustave Eiffel e investigador afiliado en el laboratorio Dial, especializado en desarrollo, instituciones y globalización. “Hoy, dada la restricción monetaria en Estados Unidos, esos capitales salen masivamente de los países en desarrollo para regresar a EE UU”, añade.

El dinero regresa a EE UU en busca de mayor rendimiento.

Los capitales en cuestión son créditos concedidos por los bancos occidentales a empresas e instituciones del Sur o a inversiones denominadas “de cartera”. Se llevan a cabo únicamente por razones financieras con miras especulativas. "No hay ninguna estrategia industrial tras esas inversiones a corto plazo, a diferencia, por ejemplo, de las inversiones directas extranjeras (IDE)” explica François Viaud, profesor-investigador en la Escuela Superior de Ciencias Comerciales de Angers (ESSCA ), en Francia,y autor de una tesis sobre los movimientos internacionales de capitales.
El regreso actual de los capitales a Estados Unidos tiene como consecuencia principal un aumento del valor del dólar, lo que significa que las otras monedas se deprecian respecto a él. Ese es el caso del euro, cuyo valor fue, por primera vez en su historia, menor que el del dólar el pasado mes de septiembre, aunque luego remontó ligeramente. Pero, sobre todo, es el caso de las monedas de los países en desarrollo. Un ejemplo: 1 dólar valía 7 cedis ghaneses en marzo y ahora vale 13. “El valor de otras divisas del continente africano, como el chelín keniano y el rand surafricano, también ha disminuido”, explica Jonathan Munemo, profesor de Economía en la Universidad de Salisbury (Reino Unido), en el periódico digital The conversation . En América Latina, 1 dólar vale ahora más de 180 pesos argentinos frente a 110 en el mes de marzo.
 

La política monetaria de la FED. El banco central de EE UU subió siete veces en 2022 su principal tipo de interés: del 0,5% en marzo al 4,25% en diciembre pasado.

Asia, menos vulnerable
“Los países más afectados son los que más necesitan financiación del exterior”, resume Ruben Nizard, economista de la aseguradora Coface y especialista en América del Norte. “Aunque hay países frágiles como Indonesia, Asia sufre menos la política monetaria estadounidense que otras áreas. A raíz de la crisis que sufrió la zona a finales de la década de 1990, puso en marcha una serie de políticas sociales, económicas y macroprudenciales para vigilar los mercados financieros que la han llevado a volverse a centrar en sí misma. China, en particular, es un importante acreedor de la zona”, dice François Viaud. 

El valor del dólar aumenta y caen las demás monedas

Para el resto, esos ajustes monetarios tienen muchas consecuencias muy concretas. En primer lugar, encarecen fuertemente el coste de las importaciones de los países desarrollados. Por tanto, aumentan la inflación importada y, en el peor de los casos, ponen en riesgo su capacidad de abastecimiento. Efectivamente, “el dólar es utilizado como moneda de facturación aproximadamente en el 40% de los flujos comerciales mundiales, a pesar de que (…) EE UU no representa más que el 10% del comercio mundial”, recuerdan Antoine Berthou y Julia Schmidt, economistas del Banco de Francia. 
La consecuencia es que, en el periodo comprendido entre la invasión de Ucrania por Rusia, en febrero de 2022, y finales de septiembre pasado, “el precio del petróleo en dólares estadounidenses ha caído cerca del 6% y, sin embargo, debido a las depreciaciones monetarias, cerca del 60% de las economías emergentes y en desarrollo importadoras de petróleo han registrado un aumento de dicho precio en moneda nacional”, explicaba el Banco Mundial en un informe sobre el precio de las materias primas publicado a finales de octubre.
 
Sin margen de actuación
Se podría pensar que, por el contrario, esas depreciaciones constituyen una buena nueva para los países exportadores netos, que ganarían en competitividad. “Este razonamiento es, sobre todo, válido para los países que exportan productos manufacturados cuyo precio pueden fijar”, matiza Marin Ferry. “Pero una parte no desdeñable de los países en desarrollo, en especial los que están muy endeudados, exportan principalmente materias primas cuyos precios están fijados por los mercados internacionales y, por tanto, sobre los que no pueden influir”, precisa. 
La pérdida de valor de la moneda en la mayoría de los países en desarrollo aumenta también el peso de su deuda. “Desde que finalizó la iniciativa PTME [para países pobres muy endeudados], que permitió anular la deuda de unos 40 países africanos a comienzos de 2000, algunos han tenido acceso a los mercados financieros internacionales y han podido endeudarse en parte en dólares”, recuerda Marin Ferry. La apreciación del dólar frente a las divisas de los países deudores provoca hoy un encarecimiento automático de los reembolsos.
 
Opciones
Los países afectados tienen varias opciones para limitar los daños. “Pero todas tienen un coste”, avisa de entrada Ruben Nizard. Primera opción: imitar el aumento de tipos decidido por la FED para limitar las diferencias de rendimiento para con EE UU. Dos países emergentes, Brasil y México, “sufren menos que sus vecinos, pues sus bancos centrales aumentaron tipos a mediados de 2021, antes que la FED”, prosigue el economista. En efecto, esos dos países tenían ya una inflación muy fuerte. 

Las reservas de divisas disminuyen rápidamente

Sin embargo, no todos los bancos centrales pueden tener en cuenta esta estrategia si no quieren correr el riesgo de crear una contradicción entre unos objetivos externos —frenar o limitar la huida de capitales— y los objetivos internos, por ejemplo, si el país no tiene inflación o si, como ocurre en la actualidad, no está ligada a un sobrecalentamiento interno, sino a factores globales (salida de la pandemia, crisis energética, etc.) sobre los que la política monetaria tiene poca influencia.
A finales de septiembre, el presidente Gustavo Petro, recién entrado en funciones, criticó el noveno aumento de tipos del banco central colombiano en el espacio de un año. “A través de una serie de tuits criticó esta decisión argumentando que era más susceptible de hacer caer la economía colombiana en la recesión que de frenar la inflación”, explica una nota del departamento de análisis del Crédit Agricole. “Según él, la salida de capitales provocada por las sucesivas reducciones de los tipos llevadas a cabo por la FED podría evitarse instaurando un impuesto temporal sobre las ganancias especulativas”, añade el banco francés.
Establecer controles a los capitales es, en efecto, otra respuesta posible: “La eficacia de este tipo de medidas depende, sin embargo, de la capacidad de las instituciones domésticas de lograr que se apliquen”, matiza François Viaud. Por su parte, Ruben Nizard estima: “Se envía una señal negativa a los actores privados que hace daño al sector financiero”.
 

Devaluar la moneda nacional puede ser contraproducente.

La tercera opción para impedir una devaluación monetaria es intervenir en el mercado de divisas. Esto significa, para un gobierno, vender las reservas en dólares de que dispone para, a continuación, comprar moneda nacional a través de la adquisición de bonos, sean del Estado o de empresas del país.
“Para que esta estrategia tenga éxito, es necesario disponer de un stock importante de divisas y guardar suficientes dólares para seguir pagando las importaciones”, advierte Marin Ferry. Por ello, las reservas de divisas de los bancos centrales han disminuido a nivel mundial en 100.000 millones de dólares desde comienzos del año pasado, según la agencia Bloomberg, una bajada del 8%, inédita desde hace 20 años. “Según el Fondo Monetario Internacional, las reservas de una cuarta parte de los países del África subsahariana no permiten cubrir ni tres meses de importaciones”, informa Jonathan Munemo.
Para aumentar la cantidad de dólares de los que dispone, un país puede apostar por un incremento de las exportaciones, pero eso no se consigue de un día para otro. También puede restringir las importaciones, con todos los riesgos que ello conlleva, o cambiar el modo de pago. Por ejemplo, Ghana, primer productor de oro de África, desde enero ha dejado de pagar sus importaciones de petróleo en dólares y las paga en oro. Su objetivo: preservar sus reservas del billete verde y así intentar frenar la depreciación de su moneda y la inflación, que en octubre superaba el 40%.
 
El caso de Egipto
Se podría pensar que los países que han optado por un tipo de cambio fijo respecto al dólar están protegidos de esas devaluaciones. “Pero, con frecuencia, se llega al mismo resultado”, estima François Viaud. En efecto, para que un país mantenga su tipo de cambio, el banco central debe vender sus dólares en los mercados de divisas para comprar moneda nacional. No todos los países pueden permitírselo. Para frenar la caída de sus reservas de dólares, Egipto decidió en noviembre devaluar su moneda por segunda vez en menos de un año y el banco central anunció que pasaba de un régimen de cambio fijo a un régimen fluctuante. Un dólar valía en enero casi 30 libras egipcias frente a las 15 antes de la primera devaluación, en marzo. 
Cuanto más intenta luchar EE UU contra su inflación, más la fomenta en los países en desarrollo con el riesgo de agravar la crisis alimentaria y energética a la que muchos de ellos ya se enfrentan.