La cultura, instrumento de trivialización de la ultraderecha

En las ciudades gobernadas por el partido de Le Pen, los alcaldes no atacan frontalmente a los actores culturales, sino que destilan poco a poco su línea ideológica

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Julio 2024 / 126
Le Pen cultura pop
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El contraste es asombroso. En 1995, cuando la extrema derecha ganó en algunas ciudades del sur de Francia (Toulon, Orange, Marignane, etc.), el mundo de la cultura fue uno de sus primeros objetivos. En Toulon, el alcalde, Jean-Marie Le Chevallier, entró en abierto conflicto con el director del Téâtre de Châteauvallon, Gérard Paquet. Por su parte, su homólogo de Orange, Jacques Bonpard, suprimió las subvenciones al festival de arte lírico de los Chorégies.

Casi 30 años después, el ambiente ha cambiado: Louis Aliot, el alcalde de Perpiñán, la mayor ciudad francesa en manos de Rassemblement national (RN, Agrupación Nacional), felicita cada año a los actores culturales, que responden con una amplia presencia. “Mientras que antes el buró político del Frente Nacional intentaba imponer su línea a los alcaldes, RN no nos da ninguna consigna especial”, afirma Louis Aliot. “Yo prefiero la controversia, el debate a la prohibición”, añade.

Para Agnès Tricoire, presidenta del Observatorio de la Libertad de Creación, se trata de una estrategia: “Los alcaldes de RN tienen la consigna de estar en guardia. Deben tranquilizar, aunque en el fondo no han cambiado”. De hecho, añade, jamás desautorizan “a los activistas que cometen actos vandálicos contra obras o interrumpen espectáculos”.

Un dilema

En el proceso de trivialización de RN, la cultura ocupa, pues, un lugar. La ciudad de Orange subvenciona de nuevo el festival de los Chorégies con unos 150.000 euros anuales, muy por debajo de otros patrocinadores públicos. Paul Rondin, exdirector del festival de Aviñón junto con Olivier Py, es hoy director de la nueva Cité Internationale de la Langue Française, creada el pasado noviembre por el Estado y con sede en Villiers-Cotterêts, una ciudad gobernada por RN. “Tenemos buena relación con el alcalde, que se debe también a que no nos metemos en política. Franck Briffaut es un pragmático”, dice Py. La ciudad no puede por menos que alegrarse de los beneficios económicos que proporciona la Cité, que ya ha recibido más de 110.000 visitantes.

En Perpiñán, Jean-François Leroy, director del festival de fotoperiodismo Visa Pour l’Image, afirma de entrada: “No he votado por Louis Aliot, “pero debo decir que no nos han recortado la subvención y que la alcaldía jamás ha interferido en nuestras selecciones artísticas. Organizamos exposiciones de fotos sobre los refugiados en el Mediterráneo, sobre los partidarios de Trump… no me siento coaccionado”.

Sin embargo, surge la duda cuando, el año pasado, el fotógrafo catalán Jordi Borràs acusó al festival de censurar sus fotografías de Marine Le Pen durante la proyección de su serie dedicada a la extrema derecha en Europa. Para Jean-François Leroy, esas fotos “no eran interesantes”. Y añade: “Un responsable cultural en una ciudad en manos de la extrema derecha se halla en una posición dificilísima: o te vas y te acusan de ser un miedica asqueroso, o te quedas y te consideran un simpatizante de los fachas”.

Muchos actores culturales prefieren guardar silencio en los ayuntamientos de extrema derecha. En Béziers, la ciudad de Robert Ménard, que apoyó a Marine Le Pen en las elecciones presidenciales de 2022, Francine Bouesa, directora de La Mouche, un espacio dedicado al arte contemporáneo, rechaza una entrevista alegando que no ve “ninguna relación entre la cultura, la extrema derecha y Béziers”.

En el ámbito de las músicas actuales es en el que se manifiesta la mayor resistencia de los artistas. Grupos como Indochina y Louise Attaque se han negado a estar presentes en Perpiñán, obligando al festival de las Déferlantes a trasladarse desde el año pasado a otro municipio del departamento de  Pirineos Orientales, Le Barcarès. Pero es un caso excepcional.

Como subraya el historiador Stéphane François, autor de Une Avant-garde d’extrême droite (Editions de la Lanterne), “dentro de la extrema derecha están los que se contentan con responder a los deseos de sus votantes conservadores, pero también están los radicales identitarios que se agrupan en una contracultura europea y estadounidense en torno a grupos de black metal, folk…”.

¿Realmente RN es hoy más tolerante? Para Agnès Langevine, vicepresidenta de la región de Occitania y candidata en las últimas elecciones municipales a la alcaldía de Perpiñán por EELV-PS (ecologistas y socialistas), “la política cultural de Louis Aliot es como una tisana envenenada: tarda un tiempo en infusionarse, pero poco a poco aparecen los marcadores de extrema derecha, relacionados con los repatriados de Argelia, con la identidad catalana…”. Ahora se organizan eventos de carácter regionalista o incluso religiosos. De nuevo la cabalgata de los Reyes Magos recorre las calles de la ciudad.

Prácticas inquietantes

Cuando se examina más de cerca la vida cultural de las ciudades gobernadas por RN, se descubren prácticas inquietantes. En la fiesta de la música de Villiers-Cotterrêts, el alcalde impuso a los artistas una cláusula de neutralidad política. ¿En qué consiste? “Hemos recibido a artistas locales que daban discursos anti-RN en un escenario instalado por el Ayuntamiento. Si quieren, les daremos un local para que den un mitin político”, nos responde Franck Briffaut. El alcalde también se negó a asistir a una ceremonia en conmemoración de la abolición de la esclavitud “debido al discurso de culpabilización”, prosigue, antes de dejar caer una crítica sobre el contenido de la Cité Internationale de la Langue Française: “Se toma partido. La exposición abre con el francés como una lengua-mundo. Pero antes de ser universal se impuso como la lengua de la unidad nacional”. Es el discurso nacionalista de extrema derecha que se mantiene hoy ad nauseam en los medios de comunicación del grupo Bolloré (CNews, Europe1…) e incluso se infiltra en la prestigiosa editorial Fayard, adquirida el pasado otoño por el empresario bretón.

Frente a los alcaldes de RN, los otros colectivos se organizan para crear alternativas. En Perpiñán, donde la oferta cultural es escasa, la región de Occitania participa en la financiación de un nuevo festival de música gitana. “La ciudad ha retomado la programación cultural gitana. Hay que estar vigilante frente a estas derivas clientelistas”, avisa Agnès Langevine, “Perpiñán es el laboratorio de lo que podría pasar a nivel nacional si RN llega al poder”.