EE UU: renace el movimiento sindical

Tras décadas de retrocesos, los trabajadores están ganando batallas importantes para mejorar su nivel de vida y sus condiciones laborales. ¿Durará la racha?

Comparte
Pertenece a la revista
Noviembre 2023 / 118
Image
Huelga guionistas

Fotografía
Phil Roeder

Corría el 3 de agosto del año 1981 cuando los controladores aéreos de EE UU fueron a la huelga en demanda de mejores salarios y una reducción de jornada. Quienes desobedecieron la orden presidencial de volver al trabajo lo pagaron caro. A pesar de haber presidido durante años el sindicato de actores de Hollywood, Ronald Reagan decidió despedirlos sin contemplaciones, 11.359 en total. 

El desenlace de la huelga marcó un antes y un después en la historia del movimiento sindical estadounidense, que había vivido una época dorada en las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. A partir de aquella fecha, los sindicatos comenzaron a perder afiliados, capacidad de negociación e influencia política, mientras que las cúpulas empresariales se acostumbraban a una menor conflictividad laboral. Las huelgas se hicieron menos frecuentes, en buena parte por la entrada en vigor de una serie de leyes federales y estatales dirigidas a restringir la capacidad organizativa de los sindicatos y reforzar la posición de las empresas en la negociación colectiva.

Algo está cambiando. Obreros industriales, repartidores de paquetería, camareras de hotel, pilotos, actores, guionistas, empleados de casinos, enfermeras y hasta vendedores de cannabis han decidido pasar a la acción para conseguir subidas salariales y mejores condiciones laborales. La Universidad de Cornell, que cuenta con un departamento especializado en el seguimiento de la actividad sindical, calcula que, al menos, 457.000 trabajadores estadounidenses han participado en 315 grandes huelgas en los nueve primeros meses del año. Según la consultora S&P Global Market Intelligence, los paros han traído consigo la pérdida de 7,4 millones de jornadas de trabajo, el nivel más alto en lo que va de siglo. 

Paro en el motor

El 15 de septiembre, los afiliados al sindicato United Auto Workers (UAW) iniciaron una huelga indefinida en varias instalaciones de los tres grandes fabricantes de automóviles del país: General Motors, Ford y Stellantis, empresa matriz de Chrysler. Días después se paralizó la producción en la mayor planta de Ford y ocurrió lo mismo en la fábrica de camiones Mack Trucks, propiedad de Volvo. El 25 de octubre la movilización comenzó a dar fruto: UAW pactó con la dirección de Ford un incremento salarial del 25% en los próximos cuatro años, un acuerdo que abrió la puerta al fin de los paros en el resto del sector. 

En Hollywood, los 160.000 afiliados al sindicato de actores están en paro desde julio, lo que tiene prácticamente paralizada la producción de películas y series de televisión. Entre otras reivindicaciones, los intérpretes exigen a los estudios compartir los beneficios generados por los recientes cambios en la industria, fundamentalmente el auge del streaming, y medidas para proteger a la profesión del avance de la inteligencia artificial. 

Varias de las grandes huelgas de este año se han cerrado con acuerdos entre trabajadores y empresas. A principios de octubre, la abrumadora mayoría de los 11.500 afiliados al sindicato de guionistas de cine y televisión ratificaron el convenio pactado con los estudios tras 148 días de negociaciones. Casi al mismo tiempo, unos 75.000 empleados de Kaiser Permanente, primera aseguradora médica privada de EE UU, pusieron fin al mayor paro en la historia del sector tras llegar a un acuerdo con la dirección de la empresa. Durante el verano, los conductores del gigante de la paquetería United Parcel Service (UPS) lograron mejorar su convenio colectivo bajo la amenaza de huelga por parte de la Teamster Union, el poderoso sindicato del transporte. En una escala menor, pero en un sector completamente nuevo, los empleados de un dispensario de cannabis de la empresa Green Thumb en Chicago se ausentaron de sus puestos durante 13 días para denunciar sus malas condiciones de trabajo.

Descontento generalizado

El cambio de tendencia en el mundo sindical se venía fraguando desde antes de la pandemia —según cifras oficiales, en 2018 fueron a la huelga 485.000 trabajadores estadounidenses, una cifra no vista desde 1983— y se ha acentuado en un ambiente de descontento por la subida del coste de la vida y de las crecientes desigualdades de renta, en particular la enorme brecha que separa las retribuciones de los asalariados de las de los altos ejecutivos de las empresas. Tras varias décadas perdiendo poder adquisitivo, mucha gente cree que ha llegado el momento de recuperarlo.

Imagen
Huelga Kaiser Permanente
Protesta de los trabajadores de la aseguradora médica Kaiser Permanente. FOTO: UFCW

Incluso en sectores con escasa tradición sindical, como la hostelería y la tecnología, los trabajadores han comenzado a organizarse y han conseguido negociar con éxito una mejora de sus condiciones laborales. La repercusión mediática de la protesta en sectores como el cine y la televisión han contribuido a revitalizar la acción sindical, especialmente entre los más jóvenes.

También está cambiando el perfil de los líderes sindicales. En la huelga del automóvil, por ejemplo, está teniendo un papel protagonista el nuevo líder de UAW, Shawn Fain, que pilota un cambio de rumbo tras un escándalo de corrupción que se cerró con condenas por extorsión, fraude fiscal y enriquecimiento ilícito contra una docena de sus líderes. Además de limpieza y transparencia en la gestión, Fain, de 55 años, prometió a los afiliados adoptar una postura más contundente en la negociación con las empresas, y así lo está haciendo.

La buena racha que atraviesa el mercado laboral estadounidense coloca a los sindicatos en una situación de ventaja. El paro está en niveles mínimos —el 3,8% en septiembre, el más bajo en más de medio siglo— y muchas empresas no encuentran gente para trabajar, lo que facilita que los empleados planten cara a los directivos y vean cumplidas sus reivindicaciones. Según datos del Departamento de Trabajo, en EE UU hay actualmente 1,5 puestos de trabajo vacantes por cada persona parada. Muchos trabajadores dejan sus empleos voluntariamente porque saben que pueden encontrar fácilmente uno mejor.

Imagen
Respaldo y actividad sindical

La acción de los piquetes en sectores clave de la economía está dando sus frutos. Los sindicatos han alcanzado su mayor nivel de popularidad desde la década de 1970. Según la empresa demoscópica Gallup, el 67% de los estadounidenses está a favor de que haya sindicatos fuertes. La mayoría opina que su existencia es buena tanto para la marcha de las empresas como de la economía en general.

Límites a la acción sindical

A pesar del éxito de las huelgas y de la cifra récord de trabajadores con convenio colectivo, la afiliación a los sindicatos lleva años decayendo. Los motivos son variados, y van desde cambios en la economía, el antagonismo de las empresas, la polarización política y la aprobación de leyes que menoscaban la acción sindical. Solo el 6% de los asalariados del sector privado está afiliado a un sindicato, comparado con porcentajes superiores al 30% en las décadas de 1950 y 1960. Más de una docena de estados cuentan con normas llamadas “del derecho al trabajo” patrocinadas por los sectores más conservadores del arco político, empeñados en limitar la financiación de los sindicatos y su capacidad negociadora. 

Por si fuera poco, las empresas invierten cada vez más en asesores y programas para hacer imposible la actividad sindical en los lugares de trabajo. Un estudio del Economic Policy Institute cifra en 340 millones de dólares el dinero destinado a ese fin en 2019.

Un ejemplo de las trabas a la actividad sindical es  el de Starbucks, que ha cerrado todas las cafeterías en las que se había formado un comité de empresa. La cadena está dividida en miles de establecimientos con apenas 15 empleados, lo que hace muy difícil una movilización general. En el sector servicios es difícil organizarse, pues abundan los contratos a tiempo parcial y las rotaciones son frecuentes. Es el caso de Amazon, que ha intentado por todos los medios —en algunos casos sin éxito— que sus empleados se organicen para negociar un convenio en sus gigantescos almacenes.

Las diferentes actitudes ante el papel de los sindicatos reflejan la honda división entre republicanos y demócratas. También son relevantes las diferencias regionales: los territorios que votan demócrata, con mayor tradición industrial, tienen índices de afiliación superiores que los que votan republicano. En la decadencia sindical también han influido el declive de la gran industria y la deslocalización de puestos de trabajo a terceros países. Los sectores que históricamente tenían mayor presencia sindical —la industria, el transporte y la construcción— son una parte cada vez más pequeña de la fuerza laboral.

Se acercan las elecciones

Parece claro que los estadounidenses son cada vez más conscientes de la importancia de la acción sindical. Que ello se traduzca en un aumento de la afiliación y en la mejora de las condiciones de trabajo va a ser difícil, y va a depender, en buena medida, del impacto que esa toma de conciencia tenga en el terreno político. 

Serán clave las elecciones presidenciales de 2024, que muy probablemente enfrentarán de nuevo a un político de origen proletario que presume de ser “el presidente más favorable a los sindicatos de la historia”, como Joe Biden, y a un multimillonario como Donald Trump, que asegura contar con el apoyo mayoritario de la clase trabajadora, aunque durante su mandato no hiciera más que poner piedras en el camino de los sindicatos. 

Imagen
Poder sindical y afiliación baja