Batalla de tipos de interés en Brasil

El presidente Lula se enfrenta al Banco Central por considerar que los altos tipos de interés impiden llevar a cabo su programa económico

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Julio 2023 / 115
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Brasil

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Palácio do Planalto/Ricardo Stuckert

¿Qué presidente o jefe de Gobierno en Europa se atrevería a cuestionar enérgicamente la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) y, con ello, entablar una lucha política? Ninguno, dado el grado en que los Estados de la Unión han interiorizado la independencia de la institución monetaria, inscrita en los tratados. Nada debe perturbar la información, perfecta y minuciosa, del BCE cuando se dirige a los mercados. 

No es el caso de Brasil. A pesar de no contar con el apoyo de la izquierda en el Congreso, los estatutos del Banco Central do Brasil (BCB) se modificaron en 2021 para dotarlo de mayor autonomía respecto del poder político. Los miembros de la institución, a los que sigue nombrando el Ejecutivo, están ahora protegidos por unos mandatos de cuatro años que es imposible reducir. Ello no ha impedido al presidente de la República Federativa, Luiz Inázio Lula da Silva, emprender una guerra abierta contra Roberto Campos Neto,un exdirectivo del Banco Santander al que el expresidente Jair Bolsonaro puso al frente del BCB.

La causa es el mantenimiento por Campos Neto y el Consejo del BCB del principal tipo de interés, el Selic, a un nivel que Lula considera demasiado elevado. El Selic se mantiene en torno al 13% desde hace un año, a pesar de que la inflación ha bajado a un ritmo anual del 5,5%, muy por debajo de su pico del 12% en junio de 2022.

Menos ingresos fiscales

Por ello, desde comienzos de 2023, Brasil tiene el tipo de interés real (una vez descontada la inflación) más elevado de los países del G20 y uno de los más altos del mundo. El objetivo del BCB es contener la inflación a riesgo de provocar un descenso de la actividad que, automáticamente, se verá acompañado de una disminución de los ingresos fiscales. Campos Neto sabe que puede cobijarse en los estatutos del BCB, que le asignan como objetivo fundamental controlar la inflación. Pero el problema para Lula es que esa política le imposibilitaría cumplir con sus promesas electorales. Su programa económico, de inspiración keynesiana, se basa en el dinamismo del consumo y la inversión. Y, por tanto, exige una política presupuestaria y monetaria expansiva, es decir, más gasto público y una bajada importante y rápida de los tipos de interés para estimular la actividad. 

Inflexible

El presidente Lula no esperó ni un mes tras su toma de posesión, en enero de 2023, para lanzar la ofensiva. Considera que lo único que justifica el mantenimiento de un tipo de interés tan elevado es alcanzar un objetivo de inflación, fijado por Campos Neto en el 3,5%. Es un objetivo que Lula considera ilusorio e inadecuado para la economía brasileña. Lo primero que ha hecho el presidente ha sido relativizar la autonomía de la institución monetaria, afirmando la superioridad política de su mandato: “Si yo, como presidente, no puedo quejarme de los errores del presidente del Banco Central, ¿quién lo va a hacer? ¿El presidente de Estados Unidos? El Banco Central es autónomo, pero no es intocable”.

Pero Campos Neto se muestra, hasta el momento, inflexible. Desde agosto de 2022, el Selic está en el 13,75%, una estabilidad confirmada en la última reunión de la institución monetaria, celebrada el pasado 5 de mayo. Campos Neto sabe que solo una petición del Consejo Monetario Nacional, aprobada primero por el presidente de la República y, después, por una mayoría absoluta de los senadores, podría desalojarle de su cargo antes de que finalice su mandato, en diciembre de 2024. Pero es una operación de alto riesgo y con poca posibilidad de éxito dada la fragmentada composición del Parlamento, en la que Lula, con la habilidad táctica que le caracteriza, no ha querido embarcarse. Además, el presidente de la institución monetaria puede jactarse de contar con el apoyo de famosos economistas mainstream muy favorables a una restricción de la política monetaria, y de operadores del mercado financiero, entre ellos los grandes bancos privados de Brasil: Itaú, Santander y Bardesco.

Pero se necesita más para hacer renunciar a Lula, quien considera la bajada de los tipos de interés condición indispensables para el éxito de su programa económico. Desde hace varios meses el presidente de la república se ha dedicado a reunir apoyos, especialmente de personalidades políticas de centro-derecha pertenecientes a su amplia coalición, o, por ejemplo, del premio Nobel Joseph Stiglitz, invitado a Río de Janeiro, que no se anduvo por las ramas: “El tipo de interés brasileño es realmente chocante. El 13,75% de nominal y el 8% de real son cifras capaces de acabar con cualquier economía”.

Lula puede también contar con el apoyo de la poderosa Confederación Nacional de la Industria (CNI), pues, exceptuando la extracción minera, la producción agrícola y los sectores a ellas ligados, la industria brasileña está padeciendo enormemente desde hace varios años. Los elevados tipos de interés real, que encarecen los préstamos y, por tanto, disminuyen las inversiones, son un obstáculo más para su recuperación. Por esa razón, la Confederación, con fama de conservadora, ha terminado haciendo causa común con Lula.

Apoyo de la opinión pública

Gracias a la labor mediática, Lula está logrando poner a la opinión pública de su parte, a pesar de tratarse de un tema técnico y abstruso. Hay que saber que el 78% de las familias brasileñas están endeudadas y el 28% sufren sobreendeudamiento. El tipo de interés de los bancos para los créditos a los particulares ha pasado del 92% anual en 2021 al 124% actual. Esos tipos tan elevados varían según el crédito: desde el 15% para un crédito hipotecario puede elevarse hasta el 400% para determinados créditos al consumo.
La toma de conciencia de la opinión pública acerca del efecto que tiene el Selic sobre su poder adquisitivo significa para Lula un gran apoyo y una seguridad política: si no lograra recuperar la economía, podría señalar a Campos Neto como principal responsable del fracaso.