¿Qué aprendiste de estas reuniones?
Muchísimas cosas. Vimos que la precariedad en nuestro país está atravesada por el problema de la vivienda, que es transversal. Cuando hay un problema de desahucios, suele haber muchos otros: pobreza energética, salud mental, con un nivel de angustia brutal... La fortaleza de los activistas es impresionante y muy necesaria para todos: sin la gente que lucha el mundo no avanzaría. Y me sorprendió la cantidad de mujeres implicadas en las asambleas y en la PAH.
¿Hay diferencias entre hombres y mujeres?
Muchas. La reacción ante el proceso de la pérdida de empleo que acaba conduciendo al desahucio suele ser distinta.
¿En qué sentido?
Al no poder cumplir la expectativa de ser el sostén familiar, el hombre iniciaba un proceso de destrucción de la autoestima y se hundía: no se atrevía a pelear en la oficina bancaria ni a compartir sus angustias en las asambleas. En cambio, las mujeres, cuando veían que se podían quedar en la calle con los hijos, estaban dispuestas a todo. Esta diferencia aumentaba aún más el sentimiento de vergüenza de muchos hombres, que a veces derivaba en violencia de género. Obviamente, hay excepciones, pero este patrón es común: ante la adversidad, ella se empodera y él se hunde y se victimiza.
No es una película sobre el pasado porque los desahucios siguen. ¿Qué ha cambiado desde que empezasteis?
El trabajo de los activistas y de los abogados ha logrado mejoras, gracias, en buena medida, a que se recurrió a Europa y se dijo que esto no podía ser. Se retocaron las leyes para que hubiera más protección, pero el problema de fondo no se ha resuelto. Ahora los desahucios se dan más en alquileres, pero sigue siendo brutal.
“La obra sobre Lorca ha aflorado una comunidad que conecta con la memoria republicana y está muy preocupada por el auge ultraderechista”
¿Qué debería hacerse?
Uno de los problemas principales es que el parque público de alquiler es inexistente: ¡apenas el 1,6%! La comparación con otros países es sangrante: el 16% en Francia, el 18% en Reino Unido, el 35% en Holanda... Ello tiene un impacto en qué sucede tras un desahucio: no hay dónde mandarte y te quedas en la calle, con lo que, además, si tienes hijos te los quitan. De ahí que las familias, con el apoyo de los activistas, busquen casas grandes desocupadas de fondos o bancos, que hay muchísimas: no se pueden permitir estar en la calle con los niños.
En algunos medios estas ocupaciones aparecen mezcladas con casos de bandas de delincuentes.
Es una mezcla interesada, pero no tienen nada que ver. En estos casos se trata de allanamiento de morada, pero lo muestran como si fuera una ocupación. Entrar en la casa de alguien que vive ahí o que es su segunda residencia es allanamiento de morada y la ley facilita mucho que te puedan echar. Otra cosa es si ya lo tenías de inquilino, que tiene sus derechos. Y nada que ver con lo que hacen las familias desahuciadas, que ocupan viviendas vacías de grandes tenedores con el objetivo de negociar un alquiler social. Pero todo suele aparecer mezclado para crear alarma y afrontar un problema social como si fuera una cuestión de orden público.
Como si esto fuera posible…
En tal caso implicaría movilizar a miles de policías para impedir el paso a los desahuciados y la sociedad debería aceptar que todas las calles de las grandes ciudades estarían repletas de familias con niños en la calle. ¡Es una barbaridad!
Tardaste ocho años en hacer esta película. ¿Por qué tanto tiempo?
Fue un cúmulo de factores… Primero, toda la fase inicial, con las entrevistas y las asambleas. Luego, todos teníamos otros trabajos y esto se iba haciendo cuando podíamos. Y cuando ya tuvimos una versión decente de guion empezamos el largo proceso de buscar financiación, que no fue fácil…
Y eso que erais muy conocidos: tú mismo, Penélope Cruz, Luis Tosar… ¿A qué se debieron tantas dificultades?
En España nunca es fácil financiar una película. Necesitas contar con una televisión o una plataforma. Sin ello, ni siquiera es factible acceder a financiación pública. Así que el filtro real de lo que se produce son las televisiones y las plataformas.
Este filtro no tiene necesariamente que ver con la calidad.
Tiene más que ver con lo que puede ser rentable. Que no moleste, que no genere líos… Este tipo de cosas.
Suena a una forma de censura, más sofisticada que la explícita.
Y que, obviamente, no es nueva. Hay una frase de Lorca, que digo en la obra de teatro, en la que considera lamentable que un señor, por el mero hecho de disponer de unos cuantos millones se erija en censor de obras y definidor de qué teatro se hace. Puede extrapolarse a todo lo demás: es lamentable que decida solo quien tenga el poder económico o mediático.
¿Y cómo superasteis este escollo?
Tuvimos muchas reuniones, que iban bien hasta que se veía que el tema central eran los desahucios. Hasta que Penélope decidió implicarse también como productora, involucró a Morena Films y, finalmente, logramos incorporar a TVE, que cumplió con el papel que se espera de una televisión pública. TVE fue clave para desatascar el proyecto.
¿En los márgenes ha sido rentable económicamente?
¡Pues sí! Hemos logrado que la película interese a los más comprometidos y a los implicados, que se la han hecho suya y esto es algo que me emociona especialmente, pero también a mucha más gente. La recaudación supera ya los costes, la película se ha vendido a más de 15 países en Europa, a Latinoamérica, al mercado asiático, a Netflix…