¿Quién teme a ChatGPT?

Vuelve la zozobra ante el peligro de la pérdida de empleos por una tecnología nueva.

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Marzo 2023 / 111
Robot con cara de bueno

Quien no conozca el ChatGPT debe ser porque se ha quedado atrapado en el túnel del tiempo. Imposible hoy no topar con él. Este niño mimado de la inteligencia artificial (pronúnciese chatyipití), al que se puede acceder gratis, está en boca de todos desde que, el pasado 30 de noviembre, lo lanzó al mercado la start-up californiana OpenAI. Es innegable que sus últimas versiones son un tanto espectaculares. El ChatGPT es capaz de comentar El mito de Sísifo, de Camus, resumir el pensamiento de Keynes, hallar la solución de un problema, redactar una carta de motivación o codificar un programa. A diferencia de los anteriores chatbots, a los que ha mandado al Paleolítico, la sintaxis y la ortografía de ChatGPT harían palidecer de envidia a muchos internautas. Esta IA aprende de sus errores cuando interactuamos con ella, un trabajo que proporcionamos gratuitamente a GPT. Pero, una vez la curiosidad está saciada, nos viene a la mente la pregunta de ritual: ¿se trata de la muerte programada de los programadores, cazatalentos, encargados de la relación con la clientela, juristas, community managers, periodistas o profesores particulares? ¿Por qué pagar a un profesor que ayude a hacer las tareas a nuestros vástagos cuando GPT resuelve ecuaciones de cinco incógnitas en 30 segundos? Con GPT vuelven a aparecer las grandes zozobras de hace una década cuando el estudio Frey y Osborne, de la Universidad de Oxford, predijo que el 47% de los empleos de Estados Unidos iban a desaparecer debido a la revolución digital, empezando por las actividades más repetitivas. Le siguieron otros trabajos sobre la voracidad de los algoritmos. Pero en 2017, Daron Acemoglu y Pascual Restrepo mostraron que, entre 1990 y 2007, introducir un robot industrial en una fábrica de 1.000 empleados destruía cinco o seis empleos, sobre todo los más manuales. Y 10 años después, la experiencia nos hace ser prudentes sobre todas esas grandes series de artículos sobre el tema “¿los robots van a destruir nuestros trabajos?”, ejercicio al que Alternatives Economiques se ha plegado en gran medida. La gran hecatombe no se ha producido. Aunque han desaparecido empleos, otros han surgido y las dificultades para contratar en muchos sectores nos demuestran que aún no ha sonado la hora del advenimiento triunfante de las máquinas.


Sin competencia… humana
ChatGPT no tiene por qué ser una excepción. Por muy astuta que sea, esta IA entrenada para mantener conversaciones comete bastantes errores. No está al día (las informaciones en las que se basa llegan, por ahora, hasta el año 2021), y no se le puede pedir que redacte un artículo sobre las pensiones (¡una pena!) ni predecir el índice de crecimiento de Francia. Es conformista, carece de la creatividad, empatía, humor, saber estar, visión de conjunto, capacidad de descifrar el sentido oculto de las cosas y del comportamiento de los individuos en un colectivo laboral. Son toda una serie de competencias que los encargados de contratar seguirán, sin duda, buscando entre los humanos. 
¿Pero será GPT de gran ayuda para dar una sacudida a una productividad en decadencia? McKinsey avanza que la AI podría hacer que el PIB mundial suba el 1,2% anual hasta 2030… Mientras tanto, ¿pisará la nueva OpenAI, fundada en 2015 entre otros por Sam Altman ( CEO) y Elon Musk, los talones a Google? No está nada claro que pueda desalojar a ese gigante tan bien instalado en el paisaje de los motores de búsqueda. Valorada en 29.000 millones de dólares, OpenAI, que pretende “promover y desarrollar un razonamiento artificial con rostro humano”, va a poner en el mercado una versión de pago (GPT profesional) que se podrá utilizar sin riesgo de cortes. Por el momento, es sobre todo en este campo en el que se libra la batalla.