Sí, se entiende

Tan importante es escribir claramente como validar, con grupos con dificultades, que las comunicaciones sean comprensibles

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Septiembre 2023 / 116
Cabeza interrogante libros

Ilustración
Andrea Bosch

Si se habla de accesibilidad, cualquiera que sea el tipo, la evaluación por parte de personas que tienen una discapacidad es fundamental, aunque no siempre se hace.  La rampa de una calle, hecha con un pequeñísimo escalón, hace que se atasquen las sillas de ruedas eléctricas con ruedas pequeñas. Y una frase que contiene palabras con doble sentido puede generar muchísima confusión y frustración en personas con discapacidad intelectual y en personas que están aprendiendo un idioma, y en personas mayores que poco a poco van perdiendo cognición —algo que muy probablemente pase a todas las personas que tengan la suerte de llegar a mayores—.

Por ejemplo, una persona mayor que entre en una web puede no comprender qué significa “FAQs”. Si se quiere escribir de modo accesible debe escribirse: “Preguntas frecuentes”. “Tomar la palabra”, puede ser una frase muy obvia para una persona sin discapacidad y que hable castellano. Pero para alguien que está comenzando con el idioma, o para una persona con discapacidad, puede generar dudas. “Te espero en el banco de la esquina” puede crear un desencuentro fácilmente, si hay una entidad bancaria en una esquina y un asiento en la otra.

Si en una calle una indicación está acompañada por un pictograma, la información será mucho más fácil de entender, incluso para las personas que no hablan el idioma.

La importancia de validar

Las frases largas, con muchas derivadas, nos hacen perdernos a todas las personas. Cansan a la vista. Tampoco se entienden fácilmente  las comunicaciones, pizarras o carteles que tienen la información desordenada.

La mejor manera de corroborar que una comunicación es comprendida es validarlo con personas con discapacidad intelectual. Por eso hay no solo personas expertas que adaptan textos, o acompañan procesos de diseño web o diseño de entornos, sino también grupos de personas con discapacidad entrenados para validar la comunicación (véase la entrevista en este dossier). Estas personas leen y comentan los textos o acuden como usuarios a los entornos y recorren instalaciones para verificar que las indicaciones se comprenden. También analizan, paso por paso, las webs, y corroboran que la navegación es fácil.

Para estas personas, trabajar validando textos, webs o espacios es una posibilidad laboral que se abre. Se sienten útiles, ayudan a los demás —incluso a personas que no tienen discapacidad—. Y pueden contar con una fuente de ingresos. 

Además, se benefician ellos mismos. Pueden contar con más autonomía e independencia en su vida diaria, orientarse y moverse con facilidad, acceder a la información de productos y servicios disponibles, saber cuáles son sus derechos… Y sentir, sobre todo, que forman parte de una sociedad que les incluye.

Cada vez hay más Ayuntamientos, entidades y empresas que contratan este tipo de servicios, desde Comisiones Obreras y UGT, hasta Ayuntamientos como el de Barcelona, Rivas Vaciamadrid (Madrid), Nigrán o Cangas, ambas en Pontevedra) y muchos otros; algunas estaciones de Renfe, como el intercambiador de Moncloa y el Metro de Madrid, el bus de Barcelona y el Alma Mater Museum de Zaragoza. 

A pesar de todos los avances legales, la accesibilidad cognitiva es la más olvidada de las herramientas de accesibilidad, especialmente por las empresas privadas. Hasta ahora, no hay multas por no ser cognitivamente accesibles.