Modi no logra sacar a India de la pobreza

Un gran crecimiento, pero un inmenso subempleo. Esta es una de las paradojas que caracterizan al país más poblado del mundo, que acaba de celebrar elecciones legislativas

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Junio 2024 / 125
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India

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Paolo Mutti

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Casi 1.000 millones de votantes acaban de acudir a las urnas para elegir a sus diputados en unas elecciones que han servido para evaluar la gestión de Narendra Modi, en el poder desde hace 10 años.

La cara de la moneda es que India muestra uno de los crecimientos económicos más elevados del mundo: el 6,7% en 2023 y el 6,7% previsto para 2024, según el FMI. El país envió a la Luna una nave espacial el año pasado y es un irrenunciable aliado geopolítico de Occidente frente a China.

Pero la cruz es que, tras esa nueva talla internacional, se oculta una práctica del poder cada vez más centralizada y autoritaria por parte del primer ministro, el nacionalista hindú Narendra Modi, una creciente exclusión de la población musulmana y un balance socioeconómico poco brillante.

A la industria le cuesta despegar

En los 10 años transcurridos tras la elección de Modi, la estructura económica india ha cambiado poco. Tras haber prometido crear 250 millones de empleos en una década, en 2014 puso en marcha el programa Make in India (fabricar en India) con la intención de atraer empresas extranjeras. El objetivo era desarrollar la industria manufacturera hasta alcanzar el 25% del PIB en 2022 y crear 100 millones de empleos. Pero en 2021 el sector llegaba al techo del 17% del PIB (frente al 28% de China) y, lejos de aumentar, sus trabajadores bajaron de 51 millones de asalariados en 2016-2017 a 35,6 millones en 2023, según el instituto independiente Centre for Monitoring Indian Economy (CMIE).

Sin embargo, India es el primer productor mundial de medicamentos genéricos y de vacunas, el primer suministrador de servicios informáticos a empresas y el segundo fabricante mundial de smartphones. Allí se montan los S23 de Samsung y el 7% de los iPhones de Apple. Pero estos sectores crean poco empleo. Es cierto que de 3,3 millones de asalariados en 2014, el sector tecnológico ha pasado a emplear a 5,4 millones en 2023, según Nasscom, la asociación nacional de empresas de software y servicios. Pero no es más que una gota de agua frente a una población activa de 970 millones de indios, la mayor del mundo, que sigue sufriendo una seria crisis de empleo.

El índice de paro fue del 3,6% en 2022 y del 3,1% en 2023, según datos oficiales de la encuesta Periodic Labor Force Survey. Por su parte, el CMIE lo estima en el 7,3% en 2022 y en el 8% en 2023. Pero ninguno de los cálculos refleja el principal problema del país: su inmenso subempleo. “Hay toda una masa de gente que solo tiene una actividad de subsistencia —como vender té o huevos en la calle— y que, sin embargo, se contabiliza como si tuviera trabajo”, recuerda el economista Jean Drèze1. La gran mayoría de las personas activas (el 81%) trabaja en el vasto sector informal, en empleos mal pagados (vendedores callejeros, artesanos, obreros agrícolas o de la construcción, servicio doméstico, repartidores, etc.) y en actividades con frecuencia discontinuas.

Para desarrollar su industria, el país carece de inversiones, tanto internas como externas. Los 49.000 millones de dólares de inversión directa extranjera en 2022 están muy por debajo de los 189.000 millones invertidos en China. Cada año se incorporan al mercado laboral de 10 a 12 millones de jóvenes y no se crean empleos proporcionalmente a ese número. A falta de oportunidades en el sector privado, los jóvenes se abalanzan a los concursos públicos: en 2018, cuando la compañía ferroviaria nacional, Indian Railways, convocó 90.000 plazas… se presentaron 28 millones de aspirantes.

Educación sin medios

Paralelamente, la educación pública, con una carencia crónica de medios, forma mal a los jóvenes y, por tanto, no favorece el ascenso social. Millones de indios salen del sistema escolar sin cualificación alguna y solo una minoría, con frecuencia educada en el sector privado, accede a la universidad (tres millones de diplomados al año) y a los institutos tecnológicos (1,5 millones). Esta fractura es la base del “problema de cualificación de la mano de obra india”, subraya Jean Drèze. Las castas más bajas continúan trabajando, de padres a hijos, en las tareas que les han sido asignadas (zapateros, empleados del servicio doméstico y demás) y su movilidad social es muy escasa. Según un trabajo de la Universidad Azim Premji, el país carece también de una “visión” capaz de orientar la formación de los futuros trabajadores en función de “una estrategia industrial, como han hecho los países del este asiático”.

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Nivel de vida India

Por su parte, el World Inequality Lab constata que el aumento de la desigualdad ha sido “particularmente pronunciado en 2014-2015 y 2022-2023” y que hoy es “más elevada que en la época de la India colonial británica”. El 1% de los indios más ricos posee el 40% de la riqueza del país, un nivel mayor que el de Suráfrica, Brasil y EE UU.

En efecto, de 2014 a 2022, la riqueza de los multimillonarios se disparó más del 280% en términos reales, es decir, 10 veces más deprisa que la renta nacional, subraya Forbes. Sobre todo, la de industriales cercanos al poder como Mukesh Ambani y Gutam Adani, que se han beneficiado de las licitaciones públicas.

 Por el contrario, la mayoría de los trabajadores en activo ha sufrido, de 2014-2015 a 2021-2022, un “estancamiento de los salarios reales”, señala Jean Drèze. A diferencia del discurso oficial que habla de una disminución de la pobreza, el economista Santosh Mehrotra constata el “aumento masivo” del número de trabajadores pobres: “En 2021-2022, 190 millones de indios ganaron 100 rupias diarias en términos reales [apenas un euro], lo que puede considerarse una situación de pobreza extrema, frente a 106,1 millones en 2011-2012”.

Por otra parte, la disminución de los presupuestos para gastos sociales —una política iniciada el primer año de la llegada al poder de Modi— ha afectado a los más desfavorecidos. “La renta mínima rural2 , las pensiones de seguridad social, las ayudas a la maternidad, los servicios a la infancia y el presupuesto de sanidad han bajado en términos reales. El presupuesto de los programas de nutrición, como la comida del mediodía a los escolares, ha disminuido el 40% en 10 años”, observa el economista. Además, “el Gobierno ha renunciado al proyecto de seguridad social que habría mejorado la situación”, añade.

Millones de empleos eliminados

También han tenido lugar dos crisis que han precarizado a los más débiles. La retirada, el 8 de noviembre de 2016, del 86% del dinero en circulación, supuestamente para luchar contra la corrupción, fragilizó al 80% de los indios que cobran en efectivo, sobre todo en el mundo rural y en el sector informal. Más adelante, los confinamientos por la covid-19 provocaron la eliminación de 9,7 millones de empleos en 2020 y de 15,3 millones en 2021, según el CMIE, y produjeron una disminución temporal de los salarios. Decenas de millones de trabajadores del sector informal perdieron su actividad. Muchos indios echaron mano de sus ahorros para sobrevivir y los más pobres se endeudaron aún más. La covid acrecentó el aumento del hambre ya existente.

Hay que señalar que faltan “varios datos económicos” para hacer un retrato social actualizado del país, recuerda Jean Drèze. En 2021, debido a la covid, se aplazó sine die el censo que se elabora cada 10 años. Y los estudios disponibles, cuya metodología ha sido modificada, tienden a subestimar la precariedad.

Sin embargo, el país mejora sus infraestructuras. Construye autopistas, moderniza los ferrocarriles e invierte en energía solar (grandes centrales, autonomía energética de varias estaciones y del aeropuerto de Kochi). Pero hay que relativizar la electrificación total de 600.000 pueblos, que se anunció en 2018, pues se considera que un pueblo está electrificado si los edificios públicos y el 10% del hábitat están conectados a la red. Y, en las ciudades, los cortes de electricidad siguen siendo frecuentes.

Falta agua

Por su parte, la campaña Swachh Bharat (India limpia), lanzada en 2014, ha mejorado el equipamiento sanitario, pero los grandes vertederos de basura siguen ahí y la contaminación de los ríos continúa siendo enorme.

Finalmente, la crisis del agua es muy preocupante. La agricultura agota unas capas freáticas que los monzones, descontrolados por el cambio climático, no logran reponer. Varias grandes ciudades (Bangalore, Chennai, Bombay, Nueva Dehli, etc.) sufren falta de agua y, según un informe oficial, 21 de ellas podrían agotar sus reservas antes de 2030.

Un gigante agrícola con pies de barro

Primera exportadora mundial de arroz y segunda productora de trigo, la agricultura india ocupa al 55% de la fuerza laboral, pero solo aporta el 16% del PIB y da pocos beneficios a los agricultores. La mayoría son pequeños granjeros (el 68% cultiva menos de una hectárea y el 86% menos de dos hectáreas) y muchos completan sus ingresos con otra actividad. La mitad están endeudados en una media del 60% de sus ingresos. Un síntoma de la precariedad rural es que el número de obreros agrícolas (144 millones) ha superado al de los propietarios de tierra (119 millones).

Este contexto explica el descontento crónico, hoy acentuado por las canículas y la escasez de agua debidas al calentamiento global. En los últimos años, los agricultores se han manifestado frecuentemente para exigir una reducción de sus deudas y un aumento de los precios máximos fijados por el Estado. Su cólera llegó al máximo en 2020-2021, cuando el Gobierno aprobó tres leyes que liberalizaban el mercado agrícola. Los campesinos acamparon a las afueras de la capital durante doce meses y lograron que se derogara la reforma.

En 2016 Narendra Modi les prometió que en 2022 sus ingresos se habrían duplicado —promesa que no se cumplió— y a mediados de febrero millares de campesinos del norte volvieron a protestar para exigir un mejor nivel de vida mediante la revalorización de los precios máximos, la aprobación de una garantía legal sobre esos precios, su extensión a todas las cosechas (en lugar de solo a algunas, como sucede hoy). Exigen también salirse de los acuerdos de libre comercio para que los precios agrícolas indios no sufran la presión de otros países, y retirarse de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en la que varios países (Australia, Brasil, Canadá…) presionan a India para que baje las subvenciones agrícolas.