Alemania arrastra a Europa a la recesión

La cuarta economía mundial paga cara su dependencia de la energía rusa y provoca la contracción de la zona euro

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Julio 2023 / 115
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Europa

Ilustración
Andrea Bosch

Mientras que la mayoría de los países de la zona euro encajan con más o menos fortuna el golpe de la inflación, Alemania retrocede. La locomotora europea es la economía más afectada por la guerra en Ucrania y el posterior descontrol de los precios, especialmente los de la energía. Su producto interior bruto (PIB) retrocedió el 0,3% en el primer trimestre del año, tras haber caído el 0,5% en el último trimestre de 2022, lo que significa que el país está técnicamente en recesión.

Aunque de manera desigual, todos los socios europeos están notando el impacto del retroceso alemán. Alemania es la cuarta economía mundial, supone casi el 30% del PIB de la eurozona y es el mayor socio comercial de más de la mitad de los países de la Unión Europea. Su crisis ha arrastrado a la zona euro a la recesión, aunque esta sea casi imperceptible. El PIB de la unión monetaria cayó el 0,1% en el primer trimestre, tras haberse contraído en la misma medida en el último trimestre de 2022. La zona euro  también entró, por tanto, en  recesión.

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Previsión

Gracias a la suavidad del invierno y a su rápida adaptación al nuevo escenario energético, Alemania consiguió evitar la paralización de su aparato productivo tras la drástica reducción de las importaciones de gas ruso, pero la subida de los precios ha supuesto un enorme coste para empresas y familias. El retroceso ha devuelto a la economía alemana a niveles precovid, cuando prácticamente todos los países de la zona euro han superado ya esa barrera.

¿Afectará negativamente la crisis alemana a la economía española? Es más que probable, aunque es pronto para saber en qué medida. El gigante europeo es el segundo destino de las exportaciones españolas, solo superado por Francia. El año pasado España vendió a Alemania más de 34.000 millones de euros en 2021, principalmente coches, piezas de automoción, productos químicos, frutas y hortalizas. Está por ver el impacto del bache alemán en el sector turístico durante la temporada alta de verano. El número de alemanes que visita España ronda los 10 millones anuales. Son menos que los británicos y los franceses, pero suelen gastar más dinero.

Los años de la austeridad

Alemania atravesó serias dificultades económicas en la década de 1990 por los enormes costes que supuso la reunificación tras la caída del Muro de Berlín, en 1989. El país se recuperó con fuerza a principios de este siglo y, tras la debacle financiera de 2008, que puso en tela de juicio la propia supervivencia de la moneda única, utilizó su posición de fuerza para imponer duras condiciones fiscales a los países del sur de Europa, entre ellos Grecia, Italia, España y Portugal, que pagaron un duro precio en términos económicos y sociales.

La pandemia dio un vuelco a la situación. La UE dejó atrás la política de austeridad a ultranza, mutualizó la deuda con el lanzamiento de eurobonos —una idea inconcebible para Alemania unos años antes— y puso en marcha un ambicioso plan de expansión del gasto público para financiar la recuperación de las economías. No ha sido suficiente para la economía alemana, que está pagando un precio elevado por su dependencia de las fuentes de energía rusas. 

La inflación, que alcanzó el 6,1% en mayo (en línea con la media de la eurozona) ha recortado el poder adquisitivo de los alemanes, y la subida de los tipos de interés a cargo del Banco Central Europeo (BCE) no ha hecho más que empeorar la situación. Ambos factores han ocasionado una fuerte caída del consumo en una sociedad tradicionalmente reticente a gastar en tiempos de incertidumbre económica. En el primer trimestre del año, por ejemplo, los alemanes gastaron menos en automóviles, comida, muebles y ropa. El consumo de los hogares retrocedió el 1,2%, en contraste con los ligeros aumentos registrados en Francia e Italia, y el gasto público cayó el 4,9%.

Preocupa especialmente la ralentización del sector industrial, una de las grandes fortalezas de la economía alemana. Aunque la normalización de las cadenas de suministro y la reapertura económica de China han supuesto un alivio para sus exportaciones, no ha sido suficiente para evitar la recesión. Las ventas al exterior cayeron el 5,2% en marzo con respecto al mes anterior. Volkswagen, marca favorita de los conductores chinos, vio caer sus ventas en el gigante asiático el 15% en el primer trimestre. Para compensar el cierre del grifo del gas ruso, la industria alemana, gran consumidora de energía, se ha visto obligada a comprar masivamente gas natural licuado, mucho más caro que el que viaja por conductos. Algunas fábricas han tenido que recortar la producción debido a los altos precios.

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Ascenso ultraderecha

El bache alemán puede tener, sin embargo, un efecto positivo: que el Banco Central Europeo modere su política de subida de tipos de interés para no agravar las dificultades de la primera economía de la eurozona, que es, a la vez, el país más influyente en materia de política económica.

Nubarrones políticos

La mala situación económica ha exacerbado las tensiones entre los tres partidos que forman la coalición semáforo  en Berlín —socialdemócratas, verdes y liberales—, que ya mantenían serias discrepancias en cuestiones relacionadas con el medio ambiente y la política fiscal. También ha puesto de manifiesto el descontento de los alemanes con el Ejecutivo. Más de la mitad de los  ciudadanos cree que la coalición no será capaz de acabar la legislatura, que expira en otoño de 2025. Los sondeos de intención de voto muestran un fuerte avance de la alianza entre los cristianodemócratas de la CDU y los socialcristianos bávaros de la CSU (véase cuadro) y, lo que es especialmente preocupante, de la ultraderecha xenófoba de Alternativa por Alemania (AfD en sus siglas en alemán). 
 

¿Habrá recuperación?

El socialdemócrata Olaf Scholz, canciller desde hace año y medio, asegura que las perspectivas económicas son buenas y que el país será capaz de hacer frente a los retos económicos que tiene por delante. Mucho menos optimista es su ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, quien afirmó tras conocerse los malos datos del primer trimestre que la economía alemana está dando “señales sorprendentemente malas” y que está perdiendo potencial de crecimiento si se compara con otras economías desarrolladas. Los más pesimistas vaticinan que las consecuencias de la guerra en Ucrania y los costes de la transición energética seguirán lastrando el crecimiento de la economía alemana a medio plazo. 

Mientras el Bundesbank confía en una paulatina recuperación a medida que avance el año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el país cerrará 2023 con un retroceso del 0,1%. La Comisión Europea calcula que lo hará en terreno positivo, aunque con un crecimiento del PIB de apenas el 0,2% (véase gráfico), el más bajo de la eurozona.