Ten cuidado con lo que deseas

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Hombre cable y periódicos

Ilustración
generada por IA

Aunque a algunos tal vez les cueste tanto imaginar una vida sin Google como una vida sin internet, lo cierto es que Google no se creó hasta 1998, cuando hacía ya unos cuantos años que la www estaba disponible. En ese primer momento, los fundadores de Google declararon que su misión era "organizar toda la información del mundo" para que fuera "universalmente accesible y útil". Confieso que, a vista de la evolución de Google durante las dos últimas décadas, no deja de sorprenderme que siga publicando esa misma misión en su página Web

De entrada, porque una mirada a las cuentas de su matriz revela que la compañía ingresa unos 20.000 millones de dólares mensuales en concepto de publicidad (el 76% de sus ingresos totales). Google es, por lo tanto, una empresa de publicidad. Conviene pues considerar su misión oficial como un anzuelo para atraer al público. Algo parecido a lo que hacen las cadenas privadas de televisión cuando se presentan como empresa de entretenimiento, cuando su objetivo real es obtener una audiencia que interese a los anunciantes.

Soshanna Zuboff ha relatado en La era del capitalismo de la vigilancia (Paidós, 2020) cómo Google se transformó de forma deliberada y a la chita callando en una empresa de publicidad, en un proceso que a pesar de su falta de transparencia y de ética fue consentido de facto por los los reguladores. 

Más que entrar en los detalles de esa historia, me interesa hoy llamar la atención sobre el hecho que a tantos de nosotros nos pareciera en su momento estupendo que alguien ofreciese acceso gratuito a toda la información del mundo. Aceptamos la oferta de Google sin pararnos a recordar que cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad es probable que no lo sea del todo. Nos costó además caer en la cuenta de que nuestra información formaba parte de la que Google se comprometía a hacer accesible y útil, aunque tal vez no de un modo que consideráramos como apropiado. De que cuando usamos Google, Google también nos usa a nosotros.

La reflexión anterior viene a cuento del anuncio de ChatGPT-4o, un nuevo sistema interactivo de OpenAI, que acepta como entrada cualquier combinación de texto, audio, imagen y video, a partir de lo cual razona para generar contenido que puede también combinar esos cuatro formatos. No considero necesario añadir nada a lo ya publicado sobre las características de esta nueva oferta. Quisiera en cambio destacar algunos detalles del modo en que OpenAI la ha anunciado.

Contrastando con el lanzamiento por sorpresa de ChatGPT en noviembre de 2022, esta vez OpenAI organizó un evento que, si bien en pequeño formato, me recordó el de los celebrados eventos en que Steve Jobs anunciaba las novedades de Apple. En esta ocasión, Mira Murati, responsable de tecnología de la empresa, anunció en su presentación el objetivo de que la nueva interfaz de voz y video "reduzca la fricción" que se experimenta a menudo al adoptar una nueva herramienta, facilitando así que los usuarios se centren de manera intuitiva en colaborar con el autómata. 

En una breve entrada en su blog, Sam Altman, CEO de OpenAI, confirmaba lo anterior añadiendo que ahora le parecía "natural" hablarle a un ordenador, algo que antes no le sucedía. Anunció además que se irán añadiendo a ese nuevo ChatGPT opciones de personalización, de acceso automático a los contenidos personales almacenados en la nube, así como la capacidad de actuar como agente autónomo para determinadas tareas. Su expectativa es que así podamos utilizar los ordenadores para mucho más de lo que los estamos usando ya. A lo cual añadió que una parte importante de la misión de su empresa es que todo el mundo pueda utilizar la IA avanzada de forma gratuita, porque como negocio ya encontrarán formas de generar ingresos. 

Sergey Brin, uno de los fundadores de Google, afirmó en una ocasión que aspiraba a que Google llegara a ser "la tercera mitad" de nuestro cerebro. Open AI no ha ido aún tan lejos, pero el paralelismo entre su relato actual y el inicial de Google sugiere la conveniencia de reflexionar sobre la trastienda de su oferta antes de dejarnos seducir por ella.