Un comercio que hace justicia en el planeta

Como individuos, nuestras decisiones de compra afectan al mundo que nos rodea

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Junio 2024 / 125
Cultivador de cacao
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¿Alguna vez te has planteado cómo ha llegado hasta ti esa chocolatina que tanto te gusta? El ingrediente principal del chocolate suele ser el cacao, que viene de una fruta que no se puede producir en Cataluña, ya que necesita unas condiciones climáticas tropicales muy concretas que no se dan en Europa. Para producir la chocolatina ha hecho falta primero la materia prima: cuidar los árboles del cacao, cosechar las vainas, fermentar las semillas que luego se secan y tuestan. En segundo lugar, los intermediarios compran este cacao tostado y lo venden a las empresas chocolateras, que son las que las procesan y producen los diferentes chocolates y chocolatinas (añadiendo otros productos como azúcar, leche o nueces). Por último, estas se empaquetan y se ponen a la venta en en supermercados o tiendas de barrio.

¿Cuánto crees que recibe cada persona que ha participado en su producción? A pesar de que sin el producto original, el cacao, no se podría producir el chocolate, los agricultores no suelen recibir más del 6% del precio de cada chocolate final. El 24% se lo distribuyen los intermediarios, las empresas que procesan el cacao en chocolate industrial, y el otro 70% se lo dividen las empresas multinacionales que producen la chocolatina final y las tiendas y supermercados encargadas de la distribución, marketing y ventas.

En Costa de Marfil (el mayor productor de cacao mundial), los cultivadores reciben menos de 0,78 dólares al día —cifra muy por debajo del umbral de la pobreza que Naciones Unidas ha establecido en 1,9 dólares al día. Para poder continuar produciéndose con un coste tan bajo para las empresas, la producción del cacao depende de la explotación laboral, salarios de miseria y de la mano de obra infantil, con más de 1,5 millones de menores trabajando en el caco, de los cuales 200.000 trabajan directamente en condiciones de esclavitud, según UNICEF. A todo esto, hay que añadir el impacto medioambiental en forma de deforestación o polución de las aguas por el uso de pesticidas derivado de los cultivos poco sostenibles.

Más que chocolate

Po desgracia, el chocolate no es una excepción, la gran mayoría de productos que consumimos solo pueden ser tan baratos porque están basados en la explotación laboral, en vulneraciones sistemáticas de derechos humanos y la destrucción del medio ambiente. Pero existen alternativas: hay formas de producir y de consumir que ponen a las personas y el planeta en el centro, entre las que destaca el Comercio Justo.

El Comercio Justo es un sistema comercial alternativo que pretende garantizar un ingreso digno para los productores mediante el establecimiento de precios justos y la eliminación de las grandes empresas transnacionales como intermediarias. Su finalidad es el desarrollo de los pueblos y la lucha contra la pobreza y las desigualdades, mediante prácticas comerciales basadas en la solidaridad, la confianza y el respeto mutuo. Se basa en 10 principios económicos, sociales y ambientales, que garantizan condiciones laborales dignas, precios justos, relaciones comerciales estables y transparentes y, a largo plazo, previene la explotación infantil y genera prácticas de producción respetuosa con el medio ambiente. Productos como el café, el cacao y el azúcar son aquellos productos del sur global que pueden contar con alguno de los sellos de comercio justo (Fairtrade, WFTO, SPP, Naturland Fair y Fair for life) que nos garantizan que estos han sido producidos en condiciones dignas y respetando el medio ambiente.

Conocer los productos

Más allá de la lucha global por un mundo más justo, como individuos, nuestras decisiones de compra afectan enormemente al mundo que nos rodea. Teniendo un consumo responsable o crítico podemos apoyar estas alternativas económicas justas y dejar de apoyar aquellas que vulneran derechos humanos. En un primer lugar, es importante cuestionarse si realmente necesitamos lo que queremos comprar, o si podemos reutilizar o cogerlo prestado. En segundo lugar, es importante cuestionarse las cosas, preguntarnos de dónde vienen, cómo se han producido y qué impactos sociales y ambientales tienen, e investigar si existen productos producidos de forma ética y sostenible. Y, en tercer y último lugar, cada vez que vayamos a comprar una chocolatina podemos buscar uno de los sellos de Comercio Justo y contribuir así a que miles de familias productoras obtengan lo que es digno por su trabajo.

Este artículo, que forma parte del Projecte Singular Edu-Coop a favor de la formación y el emprendimiento social, ha sido promovido por el Programa d’Economia Social del Departament d’Empresa i Treball de la Generalitat de Catalunya y ha sido financiado por el Ministerio de Trabajo y Economía Social de España.

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