China y EE UU libran la batalla por los macrodatos

La inteligencia artificial está en el corazón de la guerra tecnológica y económica que libran las dos mayores potencias mundiales. En juego hay  poder, influencia y soberanía.

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Noviembre 2021 / 96
China y EE UU libran la batalla por los macrodatos

Ilustración
Andrea Bosch

Una batalla económica de primer orden se libra hoy alrededor del desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Esta tecnología se considera ya de uso general, un servicio básico como la electricidad, por lo que va a ir penetrando en la mayor parte de las actividades económicas. Estas, a su vez, se convertirán en dependientes de la IA.

“El líder en inteligencia artificial dominará el mundo”, declaraba en 2017 el presidente ruso, Vladimir Putin. La afirmación es algo exagerada, pero ilustra hasta qué punto la IA se percibe hoy como un instrumento de poder y de soberanía. Los Estados, así como las grandes empresas, compiten en una auténtica carrera para ser los primeros en desarrollar y dominar estas tecnologías.

'Momento Sputnik'

En el panorama mundial se dibujan dos superpotencias: EE UU y China. Entre una y otra, nada. O casi nada. Hasta ahora, EE UU, que era el mayor inversor en este campo, ha sido el líder, pero los chinos despliegan un esfuerzo considerable para alcanzar a su rival, un  esfuerzo que ya empieza a rendir.

Es cierto que el gigante asiático vivió una especie de electroshock en 2016, cuando AlphaGo, concebido por una filial de la americana Google, venció en el juego del Go a uno de los mejores jugadores del mundo. Este juego ocupa un lugar particular en la cultura china. Es muy apreciado entre las élites del país, especialmente entre los militares. El episodio se vivió como una especie de momento Sputnik, en alusión al primer satélite soviético que, en 1957, hizo creer a Estados Unidos que la Unión Soviética, su rival comunista de la Guerra Fría, iba a superarles tecnológicamente.

Tras el episodio AlphaGo, Pekín puso en marcha un amplio plan de desarrollo. El objetivo es que China haga grandes avances tecnológicos de cara al año 2025 y que, en 2030, cree el primer centro de innovación de inteligencia artificial del mundo. Las sumas de dinero que se le han dedicado son notables. “El plan contempla un presupuesto de 20.000 millones de dólares anuales entre 2020 y 2025, y de 60.000 millones a partir de ese año, detalla Charles Thibout, investigador en la Joint European Disruptive Initiative. 

A lo largo de la década de 2010, el 80% de la cantidad total de inversiones en inteligencia artificial correspondió a Estados Unidos y a China, según un informe reciente del Banco Europeo de Inversiones (BEI). El esfuerzo de los americanos fue mayor. Los europeos solo aportaron el 7% del total, con algo menos de 2.000 millones de euros de inversión en 2019. 

Este dominio se repite en la presentación de patentes de IA. Por lo que respecta a las empresas, son IBM y Microsoft las que cuentan con más, y de largo. Pero entre las 20 universidades de las que surgen más nuevas patentes, 17 son chinas.

El petróleo del siglo XXI

Si ambos países son los señores de la inteligencia artificial, es que poseen su materia prima: los datos. En efecto, para poner a punto un programa informático inteligente, el software debe contar con una cantidad considerable de datos, hasta el punto de que consideramos los datos el petróleo del siglo XXI.

“Las empresas que tienen éxito en la IA son las que tienen la propiedad intelectual de los algoritmos y la propiedad contractual sobre los datos”, resume Patrick Waelbroeck, economista de Telecom ParisTech.

En el origen de este dominio chino y americano se encuentran los gigantes tecnológicos. Por parte de EE UU, Google, Apple, Facebook y Amazon, llamados GAFA por sus iniciales, y a los que se suman Microsoft e IBM. Por parte china, el motor de búsqueda Baidu, la empresa de comercio electrónico Alibaba, la red social y de mensajería Tencent, el fabricante de equipos Huawei y el fabricante de teléfonos inteligentes Xiaomi.

El motor de búsqueda Google domina el mercado en EE UU y en Europa. Más del 90% de las búsquedas por Internet pasan por él. Abarca datos sobre compras online, sobre desplazamientos (vía Google Maps), sobre correos electrónicos (vía Gmail)... Facebook cuenta con 2.800 millones de usuarios, de los cuales 1.800 millones son activos a diario. La cantidad astronómica de fotos y de otros contenidos online que manejan constituye un auténtico maná para enseñar a la IA a reconocer caras y a analizar mensajes y comportamientos en Internet. 

Ambos países concentran el 80% de la inversión mundial en IA

China dispone en su propio territorio de un vivero de datos ingente, con más de 900 millones de internautas. Y las posibilidades de recabar más datos va a crecer si tenemos en cuenta que, por ahora, solo el 63% de la población china utiliza regularmente Internet. Este dato supone un potencial de 500 millones de nuevos usuarios. 

En China son especialmente intensos algunos usos digitales, como la aplicación WeChat (propiedad de Tencent). Este reino digital paralelo genera y almacena un océano de nuevos datos sobre el mundo real: la localización de las personas usuarias segundo a segundo, sus maneras de desplazarse y de alimentarse, las horas y los lugares donde realizan sus compras o donde consumen cerveza,” resume el taiwanés Kai-Fu Lee, exresposnable de Google en China, en el libro sobre inteligencia artificial que publicó en 2020:  Superpotencias de la inteligencia artificial: China, Silicon Valley y el muevo orden mundial (Deusto). 

El pago por el móvil también se ha desarrollado en China, con más de 700 millones de personas usuarias en el país. “El Estado ha dejado el campo libre a las empresas chinas para recabar datos de forma masiva y sin ninguna regulación durante una década”, explica Séverine Arsène, politóloga en el Médialab de Sciences Po. Pero la ley sobre cibersegurdiad de 2017 ha puesto marco legal a la captación de datos. Y cada vez se van introduciendo más regulaciones  con el fin de obtener el consentimiento de los internautas antes de dar sus datos, por ejemplo. Por esta razón podría ralentizarse ligeramente el flujo de datos.

Por otra parte, los actores chinos disponen principalmente de datos sobre su población, puntualiza Asma Mhalla, economista en Sciences Po e investigadora del Institut MinesTelecom. O necesitan diversidad, porque, de otro modo, sus tecnologías corren el riesgo de ser menos fiables. Por esta razón, invierten en África y en otros países de Asia.

Neoliberales o dirigistas

En el marco del plan de desarrollo lanzado después del episodio AlphaGo, el apoyo financiero del poder chino a las empresas privadas se concentra en un pequeño número de actores: primero se identifican los líderes de cada sector y se les asignan los correspondientes recursos.

“En China vemos financiación por parte del Estado, pero con la idea de que los grandes progresos vendrán del sector privado”, precisa Séverine Arsène. “Por el lado norteamericano, en cambio, se sigue más un método basado  en mecanismos incentivadores, que van desde las subvenciones a los contratos federales, pero sin un plan predeterminado”, resume Charles Thibout, quien también es investigador asociado del Iris. Se trata de un modelo neoliberal que entiende que hay que favorecer la innovación y el desarrollo sea cual que sea, sin que el Estado marque una directriz precisa. El modelo chino sí es dirigista y muy intervencionista”. 

“Pero desde ambos modelos se produce una carrera por la hegemonía”, estima Asma Mhalla. “Las tecnologías no son neutrales y comportan una visión y ciertos códigos. El objetivo que hay detrás de este conflicto es imponer una visión del mundo”, añade.

Las grandes empresas se perciben como instrumentos de poder para sus respectivos Estados. En China, las relaciones entre los gigantes tecnológicos y el poder central son muy fuertes, pero tampoco están ausentes en el caso de EE UU, como ejemplifica la trayectoria de Eric Schmidt. Director de Google entre 2001 y 2011, desde 2016 preside el consejo de innovación del Ministerio de Defensa de EE UU. La proximidad no impide cierta y relativa “autonomía estratégica de las grandes compañías americanas con relación al Estado”, matiza Thibout. 

Dicho de otro modo: los gigantes tecnológicos escapan al control de Washington y, a veces, son objeto de investigaciones; por ejemplo, por abuso de posición dominante. Sin embargo, en China, los métodos coercitivos del Estado son más fuertes. Después de haber criticado a las autoridades a propósito de la regulación financiera del país, Jack Ma, patrón de Alibaba, desapareció durante tres meses en 2020. Y más recientemente, Didi, el Uber chino, fue el blanco de varios ataques del regulador nacional.

Las empresas se perciben como instrumentos de poder para sus respectivos Estados

Si la batalla es tan dura es porque las tecnologías de la inteligencia artificial están imponiéndose en la mayor parte de los sectores económicos, y porque las empresas que controlen dichas tecnologías podrían capturar el crecimiento del valor añadido. Las consecuencias de todo ello podrían ser una concentración de la actividad económica en unas pocas manos y un aumento del poder de mercado de las empresas, es decir, de su capacidad de dictar los precios y las condiciones de producción. Más todavía si se considera que las grandes compañías defienden con ardor su posición dominante. La suma de sus inversiones es difícil de igualar. "El presupuesto de investigación y desarrollo de Amazon es superior al de la Nasa (…) y el presupuesto agregado de las cuatro GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) supera al de Francia”, resume el economista Dominique Namur (1). 

Más allá de sus innovaciones, estos actores están comprando a sus competidores. Google es, de lejos, la empresa que más start-ups de IA ha adquirido desde el año 2000. DeepMind, en el origen de la famosa victoria en el juego del Go, fue recomprada en 2014 por más de 600 millones de dólares.

Frente a esta carrera entre China y Estados Unidos, el resto del mundo, incluida la Unión Europea, duda entre intentar atrapar a los líderes o regular. Pero cuanto mayor vaya siendo el poder de estos gigantes, más difícil será tanto una cosa como la otra.

Otra batalla: la potencia de cálculo

Para hacer funcionar los algoritmos de la IA, es necesaria mucha potencia de cálculo. En este campo, los operadores de la nube son los mejor equipados, pues ofrecen ya numerosos servicios alrededor de los datos que alojan. Y son servicios que requieren capacidad de cálculo. Hoy, solo Amazon controla el 33% del mercado mundial de la nube. Microsoft, Google y la china Alibaba se reparten otro 32%. 

La mejora de las capacidades de cálculo depende de los avances en la concepción y la fabricación de semiconductores, esos chips presentes en cualquier aparato que tenga un componente digital. La dominación también en esta área es estadounidense, con IBM, Qualcomm y Broadcom, aunque China intenta recortar distancias. 

Los semiconductores son el otro gran terreno de batalla sinoamericano, pero las dos potencias son, en realidad, bastante interdependientes. Pekín necesita proveedores americanos y Washington necesita comercializar sus productos en el gran mercado chino. Además, otros países como Corea del Sur y Taiwán son actores ineludibles en este mercado.

(1). Intelligence artificielle, vers quels acteurs mondiaux, quelle concurrence? Dominique Namur (2020).