Fairphone: ¿puede ser ecológico un teléfono móvil?

Fuentes de suministro éticas, posibilidad de reparación, salarios justos… el fabricante neerlandés de Fairphone trata de demostrar la viabilidad de un aparato producido en las mejores condiciones sociales y ecológicas

Comparte
Pertenece a la revista
Noviembre 2022 / 107

Fotografía
Fairphone

Desde el momento en que abrimos la caja del Fairphone, vemos la diferencia: en lugar de con un cargador, nos encontramos con un destornillador. El fabricante de estos smartphones llama así la atención sobre la herramienta indispensable para cambiar las piezas con el fin de que sus aparatos duren más tiempo. Con cuatro modelos hasta el momento, la empresa neerlandesa Fairphone (literalmente “teléfono justo”) ha vendido ya varios centenares de miles de unidades en poco menos de una década. 
 
Fairphone tiene su origen en una campaña de sensibilización contra los minerales de sangre, es decir, aquellos cuya extracción financia guerras, explica Agnes Crépet, responsable de Longevidad de Software y Tecnologías de la Información de la empresa. “En un principio se trataba de un colectivo de militantes, principalmente neerlandeses y congoleños, que entre 2010 y 2013 llevaba a cabo campañas activistas”. 
 
¿Cómo pasó el grupo de ser militante a ser fabricante? “Los fundadores estaban lejos de pretender crear una empresa, pero en 2013 algunos miembros de la campaña pensaron que, para cambiar las prácticas empresariales, era necesario estar dentro de la industria”, cuenta Crépet, que entró en la empresa en 2018. Aquellos militantes decidieron lanzar una campaña de micromecenazgo para fabricar un smartphone que no financiase conflictos armados. A pesar de que el teléfono aún no estaba totalmente concebido, 20.000 personas pagaron algo más de 300 euros cada una por adelantado. Así nació, en 2013, el Fairphone 1, y con él, la empresa.

Fuentes justas

El problema de las fuentes de suministro de los metales es la clave misma del proyecto. Desde 2017  Fairphone trabaja sobre ocho de las materias primas que componen sus teléfonos, especialmente metales (cobalto, oro, litio, tungsteno, estaño, etc.). De la sesentena de materias primas presentes en los aparatos, han seleccionado aquellas cuya mejora de las condiciones de extracción era más importante. La finalidad que se fijaron era alcanzar en 2021 un porcentaje de suministro justo del 55%. El objetivo se cumplió en 2020, por lo que el fabricante aumentó la lista a 14 materiales (añadió el aluminio, la plata, el zinc, el indio…) y pretende alcanzar el 70% procedente de fuentes justas en 2023. 
 
Pero ¿qué significa esto en el caso de metales como el tungsteno y el indio? Una de las dos posibilidades es que los metales procedan de minas justas. “Por ello se entiende la no financiación de conflictos armados, la ausencia de niños trabajando en las minas, el cese de la utilización de determinadas sustancias tóxicas y un programa de mejora de las condiciones laborales y de los salarios”, explica Crépet. 
 
Parte del trabajo del fabricante es, pues, identificar las minas, acompañarlas en esa transición y controlar que se mantienen esos principios y que se mejoran las condiciones laborales. “A pesar de tener menos medios que los grandes fabricantes, Fairphone hace un mayor esfuerzo personándose en las minas”, indica Fréderic Bordage, fundador del colectivo de expertos GreenIT, especializado en el impacto ecológico del sector digital.
 
La otra fuente de suministro identificada como justa es el reciclaje. El fabricante neerlandés se abastece en recicladores europeos aplicando los mismos principios que para las minas. Se trata de limitar, o excluir, ciertos productos químicos que tienen un impacto en la salud de los trabajadores. 
 
Sin embargo, globalmente, la ratio de fuentes justas está lejos del 100%. Sobre todo, porque no todos los componentes se ven afectados por la lista de los 14 materiales. “Hagan lo que hagan, serán dependientes de los fabricantes de semiconductores”, señala Fréderic Bordage. “Para algunos chips no tienen más remedio que acudir al único, o a uno de los dos únicos fabricantes mundiales de esos componentes, cuyas fuentes de suministro no controlan”.

Sostenibilidad

Fairphone intenta también reducir la contaminación causada por la extracción. Tres cuartas partes de la huella medioambiental de un smartphone procede, en efecto, de su fase de fabricación, principalmente del momento de la extracción de los metales, cuando se inyectan grandes cantidades de agua y de productos químicos para separarlos de la roca. 
 
La mejor solución sigue siendo consumir menos. Y para ello, lo mejor es prolongar la vida de los productos. Fairphone ofrece toda una serie de componentes que uno mismo puede cambiar gracias al destornillador que ofrecen con el aparato, y explica cómo hacerlo. El objetivo es evitar que un consumidor cambie de teléfono si se le rompe la pantalla o si la batería da señales de agotamiento. Sin embargo, no todas las piezas del Fairphone son reemplazables. Se puede cambiar la pantalla, la batería, los altavoces, la carcasa, las diferentes cámaras y algunos otros componentes, pero no la memoria RAM ni el procesador.
 
La sostenibilidad no es únicamente material: el sistema operativo también cuenta. Salvo los iPhones de Apple, casi todos los smartphones funcionan con Android, una filial de Google. Son los fabricantes los que gestionan las actualizaciones que permiten seguir teniendo un uso seguro del teléfono, descargar las aplicaciones recientes, etcétera. 
 
“Es una tarea bastante complicada, pero en Fairphone queremos demostrar que es posible prolongar mucho más la duración”, señala Agnès Crépet. “Se trata de demostrar que, si nosotros podemos lograrlo con un equipo de ingenieros de longevidad de software compuesto por unas cuantas personas, las grandes empresas también pueden hacerlo”. El objetivo inicial de Fairphone sigue estando de actualidad: hacer que la industria electrónica cambie demostrando que son posibles otras prácticas.
 
En esta óptica, Fairphone ha optado por localizar la fabricación de sus productos en China. Además del interés —indudable— del menor coste de producción, han elegido ese país para estar en el corazón de la industria de los smartphones. “A la hora de elegir nuestra fábrica de montaje, hemos puesto la condición de poder actuar en favor de una mejora de las condiciones laborales apoyándonos en los representantes de los trabajadores”, afirma Crépet. “Para ello, hemos destacado allí un representante encargado de vigilar que se cumpla”. 

Alternativa sólida

El fabricante estima la huella de carbono del modelo más reciente, el Fairphone 4, en 43 kg equivalente CO2. En comparación, los últimos iPhone de Apple, uno de los pocos fabricantes transparentes sobre este tema, presentan una huella de carbono en torno a los 70 kg. El modelo anterior del fabricante neerlandés tenía, sin embargo, una huella de carbono un poco menor (39 kg equivalente CO2). Al añadir y mejorar las funciones ha aumentado la factura ecológica. “Para tener una buena cámara fotográfica, se necesita un buen chip, lo que incide en el impacto medioambiental; lo mismo pasa con el tamaño de la pantalla”, explica Crépet. 
 
En lo que a competencia se refiere, el Fairphone es un teléfono de gama media, o un poco superior, con las funciones estándar. Sin embargo, las buenas prácticas del fabricante tienen un coste. Su precio, entre 450 y 600 euros, está más cerca del de los teléfonos de alta gama.
 
En resumen, “se puede decir que Faiphone ofrece una alternativa con un smartphone más ético y ecológico que la media y con un modelo económico basado en la sostenibilidad de los productos”, subraya Fréderic Bordage. “Creo que hay que ver la empresa como una ONG que se ha revestido con los hábitos de un fabricante para demostrar la viabilidad de una alternativa en esta industria”, concluye.
 
Y seguramente ese es uno de los éxitos de Fairphone: probar que, adoptando unas prácticas más respetuosas con el medio ambiente y con los trabajadores, es posible fabricar un teléfono que responda a los estándares del mercado.