Publicar o tirar la toalla: es la presión de la ciencia

¿Sabe la sociedad realmente en qué condiciones trabajan los investigadores? Conseguir una beca es, para una mayoría, sinónimo de tener un sueldo, y se prima publicar por encima de la calidad de los contenidos

 

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Alumnos en una clase de la Universidad Autónoma de Madrid

UAM

En este reportaje, investigadores de varios grados y con diferentes experiencias se reúnen en estas líneas para poner algo de luz en un mundo a menudo demasiado desconocido, pese a financiarse mayoritariamente con fondos públicos.

Cuando Lluís Montoliu vio el debate generado sobre el número de artículos científicos publicados por un investigador que el diario El País destapó fue contundente en su cuenta de Twitter: “Frederick Sanger (1918-2013), dos veces premio Nobel de Química en 1958 y 1980, publicó 89 artículos entre 1942 y 2004 (62 años), es decir "sólo" 1,4 artículos por año de media. ¿No empieza a ser el momento de empezar a leer artículos en lugar de contarlos y ver de dónde salen?”

A día de hoy, este investigador del departamento de Biología Molecular y Celular del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que suma 137 artículos durante los 34 años en los que ha desarrollado su profesión, encuentra “absurda” la manera en el que se publican estos textos en las revistas especializadas: “En los últimos años nuestras autoridades nos exigen que cualquier investigación con fondos públicos debe publicarse en revistas abiertas”. Es decir, alguien debe pagar ese contenido. “Si antes eran los suscriptores quienes pagaban una tasa ahora son los centros de investigación quienes costean este canon. Pero si no publicamos, difícilmente podemos justificar el dinero con el que nos financian las entidades. Podremos quejarnos, pero no nos queda otra solución que seguir pasando por el aro”, afirma.

Ganan algunas editoriales

Los únicos que ganan con este sistema, añade este trabajador del Centro Nacional de Biotecnología, son “algunos grupos editoriales, que ofrecen una gran cantidad de publicaciones en muchas revistas, como si cualquier resultado fuera publicable después de haber pagado la cantidad correspondiente”.

Otro hecho que podría parecer diferencial entre las revistas abiertas y cerradas tiene que ver con el prestigio. “Hay revistas en abierto excelentes, pero cuanto más excelente más caro es publicar en él. En ocasiones puede suponer 100 euros y otras hasta 10.000. Las cantidades que se mueven son muy importantes”, enfatiza. Montoliu sostiene que “el negocio de las publicaciones científicas es el que tiene mayor margen de beneficio, mucho más que empresas como Google o Amazon”.

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Sala blanca UAM
Sala blanca de l’ICN2, a la Universitat Autònoma de Barcelona (À.M.)

Lluís Codina es profesor e investigador de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y defiende la necesidad de publicar los resultados de una investigación de forma abierta. “Comunicar los resultados entra dentro de nuestras funciones, así que es parte de nuestro trabajo y entra dentro de nuestro salario. Ahora, también hace falta decir que las revistas científicas nunca pagan por los artículos porque tampoco los encargan”, añade.

Aunque el mundo de la ciencia se postula mayoritariamente a favor de publicarlo en abierto, el sistema ideado no está exento de críticas: “Los precios son algo abusivos. Incluso hay revistas online que te cobran por publicar las figuras en color, como antes se hacía con el papel”, glosa Anna Carreras, gestora de proyectos del departamento de Reumatología del Instituto de Investigación e Innovación Parc Taulí (I3PT).

¿Cantidad o calidad?

Montoliu, el investigador del CSIC, considera que “la necesidad de publicar es una especie de imposición que nos hemos puesto entre todos y que debemos cortar de raíz”. Y lo ejemplifica: “Una persona puede escribir un artículo fantástico de cinco páginas o cinco artículos de una página cada uno. Deberíamos acabar con esta supuesta evaluación que se hace a peso, de tanto publicas tan vales, y empezar a leer el contenido de los artículos”.

Codina, el docente universitario, sí cree que cualquier investigador público puede pedir ser evaluado cada seis años. Son los llamados sexenios. "Para superarlos, la legislación española pide que hayas presentado cinco artículos escritos en este tiempo, ni siquiera un artículo cada año", indica. También ataca el tópico de que los investigadores están obligados a producir de forma desmedida: “Eso lo hace quien lo quiere, por la razón que sea”.

“El sistema de publicación en sí no está mal pensado, el problema radica en que se ha acabado convirtiendo”, defiende Laia Bonjoch, investigadora postdoctoral en la Fundación Clínic por la Investigación Biomédica – Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer. Ella ha sentido presión por publicar: “A lo largo de tu carrera científica se te evalúa, y la forma más objetiva para hacerlo, con muchas comillas, es mediante los trabajos que has publicado y en qué revistas. También tiene un valor en qué posición va tu nombre entre los autores”, explica.

Un sistema "perverso"

Desde su punto de vista el sistema es “perverso”, ya que el número de publicaciones se valora mucho a la hora de conseguir becas. “Y no olvidemos que nosotros pedimos becas para poder tener sueldo”, apunta. Bonjoch también critica que, para que un estudiante predoctoral que acaba de empezar la carrera investigadora pueda acceder a becas nacionales, se le exija que en el currículo incorpore tantas publicaciones como sea posible, para obtener más puntos. “¿Cómo puede ser que una persona que no ha entrado en el mercado laboral de la investigación ya tenga el producto, que es lo investigado?”, se pregunta.

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Investigadora con pipeta
Una investigadora realiza una prueba en el laboratorio.

Carreras, como técnica, apenas ha tenido presión por publicar, dice. “En cambio, un predoctoral necesita sí o tener publicaciones y ser primer autor para la tesis. Un postdoctoral también, para poder optar a un buen centro de trabajo, y como jefe de grupo está clarísimo que sí, las publicaciones son muy importantes”. Y describe este pez que se muerde la cola: “Si estás en un grupo pequeño sin apenas dinero no puedes hacer cosas interesantes, y sin cosas interesantes no puedes publicar, y si no publicas no mejoras tu currículum, si no lo mejoras no te dan becas. Y si no te dan becas, no puedes seguir investigando”.

“Esta presión que tenemos para publicar no nos la ponemos nosotros”, remarca Noemí Rotllan, investigadora Ramón y Cajal del Instituto de Investigación Biomédica de Sant Pau (IIB) y del Centro de Investigación Biomédica en la Red de Diabetes y Enfermedades Metabólicas Asociadas (CIBERDEM). Y reconoce que este conflicto es el motivo por el que mucha gente abandona la ciencia, “porque llega un momento en el que te cansas y lo dejas”, completa.

Revisión gratuita para editoriales depredadoras

El alto rédito económico que editoriales científicas de todo tipo sacan de estas publicaciones tampoco se traduce en un pago hacia los y las especialistas que revisan los textos. Es lo que se llama una revisión por pares. “Revisamos artículos de otros investigadores del mismo campo, pero sin compensación alguna. Es una rueda a la que todos contribuimos de forma altruista”, apunta Bonjoch.

Y también están las llamadas “editoriales depredadoras”, que viendo el nicho de mercado que había se han lanzado a crear cientos de ‘journals’ diferentes. Tal y como subraya esta investigadora, “a veces tienen prisa por sacar un artículo y te presionan para que lo revises. Si una revisión normal puede durar entre cuatro o cinco meses, aquí hay revistas que quieren listo en diez o doce días, y para revisar artículos de este tipo hace falta tiempo”.

Carreras también dedica unas palabras a estas revistas: “Si el valor de tu trabajo depende de las publicaciones, las depredadoras te envían muchos ‘mails’, te facilitan poder publicar, sacan muchos números especiales, revisan los artículos en menos tiempo que las revistas serias para tal de cobrar. A cambio, los investigadores pueden demostrar su publicación, aunque sea en revistas de bajo impacto y calidad”.

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Laboratorio
Imagen de laboratorio.

Prisas y errores

Este mundo “perverso”, tal y como lo definen, no está exento de malas praxis. Es lo que ocurre cuando las revistas atraen a un investigador para que publique, pero tardan mucho tiempo en revisar el artículo y, mientras tanto, el autor no puede presentarlo en ninguna otra revista. “Si quieres dar marcha atrás no te dejan. Y una vez que te aceptan el artículo, te dicen que publicarlo vale 3.500 euros. Si no pagas, te lo retienen y no puedes publicar en ninguna parte”, detalla la integrante del I3PT.

Rotllan recuerda su experiencia con estas editoriales depredadoras: “Te agobian mucho. He tenido que pararles los pies más de una vez en casos de revisiones. Encima de no cobrar ni un duro por revisar un artículo, ¡no me vengas con prisas!”, remarca.

Parece que las instituciones se han dado cuenta de que el sistema se tambalea, por lo que intentan implementar unas evaluaciones no tan numéricas y que tengan en cuenta otros aspectos. “Esto viene de la Declaración de San Francisco y es algo a nivel mundial. Se está intentando que a los investigadores no se nos evalúe solo de forma cuantitativa”, dice Bonjoch.

Montoliu, por su parte, concluye con una solución posible. “Si ahora se valora qué ha aportado un investigador al conocimiento científico a través de sus publicaciones, también deberían valorarse dos parámetros más”. Se refiere a que habría que examinar qué ha aportado a los pares, sus iguales, cuántos estudiantes ha formado y cuál es la estela que este científico deja detrás suyo con esta investigación. El último aspecto sería ponderar lo que ha aportado a la sociedad. “Cuánto de lo que has hecho ha trascendido realmente, cuál es el esfuerzo divulgador para que la sociedad se dé cuenta de la relevancia de lo que has hecho”, finaliza.

*Publicado en lafabricadigital.coop el 26 de mayo de 2023