El Plan Marshall: reconstrucción europea bajo la tutela de EEUU

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Octubre 2020 / 84

Ilustración
Lola Fernández

Rescate: Las iniciativas para hacer frente a la covid-19 evocan el programa con el que EE UU ayudó a poner en pie los países europeos tras la II Guerra Mundial. Con él, Washington afianzó su influencia y contribuyó a poner las bases de la UE.

Se ha convertido casi en un nombre común, sinónimo de financiación masiva, eficaz, concertada y planificada para resolver de forma sostenible problemas de importancia (refugiados, suburbios  con graves problemas económicos y sociales, África...). Es una muestra del impacto del European Recovery Program (ERP, nombre oficial del Plan Marshall) en la memoria. Y sobre todo de la eficacia de la propaganda yanqui, dirán sus detractores.

El plan del exgeneral convertido en secretario de Estado (es decir, del Ministro de Asuntos Exteriores) George C. Marshall fue parte de una estrategia político-económica global. El objetivo declarado era "promover el retorno del mundo a la salud económica normal, sin la cual no puede haber estabilidad política ni paz asegurada. Nuestra política no está dirigida contra ningún país o doctrina, sino contra el hambre, la pobreza, la desesperación y el caos”, explicaba el 5 de junio de 1947. Es destacable la habilidad del discurso, que no excluye a priori ni a la URSS ni a la Europa del Este, entonces bajo control soviético. "Esta asistencia no puede establecerse de forma fragmentada cuando surge una crisis en particular", subrayaba  Marshall.

La conciencia de que el capitalismo liberal necesita la ayuda planificada de los gobiernos para restaurar la prosperidad echa raíces en la década de 1930 y se extenderá después de la guerra. El secretario de Estado también establecía un método: "Debe haber un acuerdo entre los países europeos sobre las necesidades". EE UU exigía así que los europeos trabajaran juntos para repartirse la ayuda. Una concertación que se extenderá, a partir de octubre de 1949, a la Alemania Occidental.

Frenar a los soviéticos

Aunque Marshall no hablaba de este tema, su plan llegó tres meses después del discurso del presidente Harry Truman para "contener" el expansionismo soviético. Los estadounidenses están en esos momentos convencidos de que su nuevo destino manifesto ya no es tan solo dominar y pacificar el continente americano, sino que va mucho más allá: traer al mundo, y a Europa en particular, la paz, la democracia y su modelo de producción y consumo en masa para contrarrestar las ambiciones soviéticas. Están convencidos también de que hay que poner punto final a los errores del periodo de entreguerras: el sálvese quien pueda monetario y el proteccionismo tuvieron una gran responsabilidad en el aumento de las tensiones.

El Congreso de EE UU aprobó finalmente el plan el 31 de marzo de 1948, pero redujo de 22.000 millones a 13.000 millones de dólares la ayuda que en septiembre de 1947 habían solicitado 16 países europeos. [España, con un régimen franquista enrocado en la fase más dura de la autarquía, quedó fuera.]

El Plan Marshall fue una continuación de los acuerdos de Bretton Woods, concluidos en 1944, que organizaron un sistema monetario en torno al dólar, y del GATT (acuerdo general sobre aranceles y comercio), firmado en octubre de 1947, que fue el comienzo de la liberalización de los intercambios comerciales. Su ambición iba mucho más allá de la cuantía concreta, que era, de hecho, inferior a los 17.000 millones de dólares en ayuda financiera y material de emergencia que EE UU ya había proporcionado a Europa entre 1944 y 1947, principalmente a través de la UNRRA (Administración de las Naciones Unidas para el Auxilio y Reconstrucción, por sus siglas en inglés).

El hecho de que EE UU pidiera a los propios países receptores que se pusieran de acuerdo sobre la distribución de la ayuda no pareció plantear ningún tipo de problema importante para los gobiernos europeos. Eso sí: estos se resistieron a las demandas estadounidenses para que, así, abrieran sus mercados. Sobre todo el Reino Unido, que quería asegurar que los productos británicos mantenían su posición de liderazgo en la Commonwealth.

El mayor escollo fue la cuestión alemana, un problema que se agudizó con la fundación de la República Federal Alemana (RFA) en 1949. Francia intentó, sin éxito, cerrar un acuerdo arancelario con el Benelux e Italia que excluyera a Alemania, bajo el nombre de Fritalux, pero los estadounidenses no lo permitieron. Alemania acabó por recibir una parte significativa de la ayuda del plan Marshall y la solución que se encontró para reindustrializarla evitando cualquier tipo de amenaza militar fue que la producción de carbón y acero estuviera controlada por la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), creada en 1951.

Controles de EE UU 

El control estadounidense sobre el uso de estos fondos no siempre se aceptó de buen grado. De esta ayuda se ocupaba, en cada uno de los países, una Administración estadounidense especializada, la Agencia para la Cooperación Económica (ECA). Con dos niveles de control: en primer lugar, era la propia ECA la que entregaba las materias primas, los productos manufacturados y los productos alimenticios solicitados por los gobiernos europeos. Luego, la mayoría de estos bienes eran comprados por las empresas de cada país a su correspondiente gobierno. Para ayudarlas, cada gobierno disponía de fondos (conocidos como contravalor) para invertir o pagar deudas, pero siempre sujetos a la aprobación de la ECA.

El programa no fue solo económico: tenía una gran ambición política y estratégica

Este mecanismo permitía un estrecho control del uso de la ayuda. Dependiendo del país, las presiones estadounidenses variaban. En Francia, como en Italia, la prioridad de los estadounidenses era la lucha contra la inflación. El plan francés de modernización de la economía desarrollado por Jean Monnet inspiraba confianza a los estadounidensese, pero estos le reprochaban haber puesto demasiado el foco en la industria pesada y las infraestructuras, en detrimento de los bienes de consumo y de la vivienda, ambos necesarios para satisfacer las necesidades inmediatas de una población que temían estaba siendo influida por el poderoso Partido Comunista.

Sin embargo, la presión estadounidense fue limitada en Francia y Reino Unido, en comparación con lo que sucedió en la Alemania Occidental y Austria, donde hubo un férreo control de las inversiones hasta 1951. Las mayores presiones se dieron en Grecia: inmerso en una guerra civil entre el Gobierno y la resistencia comunista, el país quedó de hecho controlado, militar y económicamente, por EE UU.

A fin de cuentas, ¿fue esta ayuda tan decisiva? Esos 13.000 millones de dólares son aproximadamente 140.000 millones de dólares a día de hoy. El Plan Marshall le habrá costado a EE UU alrededor del 1,3% de su producto interior bruto (PIB) anual durante cuatro años. Para todos los países receptores, esta ayuda representó en promedio entre el 2% y el 3% de sus respectivos PIB. Sin embargo, los datos del Banco de Pagos Internacionales (BPI) durante el primer año, entre el 1 de julio de 1948 y el 30 de junio de 1949, cuando las economías europeas aún no se habían recuperado, muestran que la ayuda  tuvo un impacto más importante: representó el 14% de la renta nacional en Austria, el 10,8% en Holanda, el 6,5% en Francia, el 5,3% en Italia, el 2,9% en Alemania occidental y el 2,4% en Reino Unido.

El historiador económico Alan S. Milward estima que, sin la ayuda de Marshall, la reconstrucción habría llevado solo dos años más en Francia, una opinión discutida por muchos especialistas. ¡Y en dos años pueden pasar muchas cosas! Sin ser exorbitantemente cara, la ayuda de Marshall demostró ser bastante eficaz económicamente. Contribuyó notablemente en particular a exportar el modelo fordista estadounidense basado en el aumento de la productividad. Sin duda, el impacto ha sido aún mayor a nivel político, ya que llevó al bloque de la Europa occidental a consolidarse.