El derrumbe del PIB chino, un aviso para Europa y EEUU

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Gauthier Delecroix

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Con sus luces y sombras, China va un par de meses por delante en la salida de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus, razón por la cual los resultados económicos que registró la segunda economía del planeta en el primer trimestre del año constituyen un serio aviso para los países europeos y Estados Unidos, que aún se hallan inmersos en la lucha por controlar el número de contagios y fallecimientos provocados por el coronavirus. 

Los datos oficiales anunciados el pasado viernes por la Oficina Nacional de Estadísticas confirmaron los temores de los analistas internacionales, que no eran otros que el derrumbe de la economía china. Un batacazo previsible en la medida en que Pekín había decretado el cierre de toda actividad económica no esencial a finales de enero y las empresas no empezaron a ponerse otra vez en marcha hasta finales de marzo. La consecuencia de este parón ha sido una contracción histórica del producto interior bruto (PIB) del 6,8%, la primera desde que comenzaron los registros trimestrales en 1992 y la peor desde 1976, cuando falleció Mao y el país dejo atrás la Revolución Cultural.

Es un desplome de la economía que refleja el largo confinamiento a que ha sido sometida la fábrica del mundo. La inversión en activos fijos, que incluye vivienda, maquinaria y bienes de equipo, reflejó una disminución del 16,1% en los tres primeros meses del año. Las ventas minoristas, un dato clave sobre el consumo, acumularon una caída del 19%, tras registrar un descenso en marzo del 15,8%, tras el mínimo histórico del menos 20,5% de los meses combinados de enero y febrero. La producción industrial, por su parte, sólo bajó un 1,1%, lo que no deja de suponer un resultado mejor que la bajada de un 13,5% de los meses de enero y febrero.

Unos datos que dibujan un panorama tormentoso para el gigante asiático. Especialmente en la medida en que la mayoría de analistas consideran que a China aún le aguardan importantes desafíos en los próximos meses. Por una parte, una amenaza de colapso sobre el sector exportador, que podría caer un 40% en el próximo trimestre debido al cierre de la mayoría de sus mercados, sellados debido al coronavirus y, por otra, el peligro de una segunda ola de infecciones. Factor este último que genera miedo y desconfianza entre los consumidores chinos.

 

Temor a otro confinamiento

Precisamente, el temor a revivir el confinamiento se ha convertido en un elemento que contribuye a drenar la economía china y a inquietar a las autoridades. La población ha cogido miedo. Teme quedarse sin empleo y por tanto a ver menguados sus ingresos a largo plazo. Un panorama que se ha reflejado en las últimas estadísticas oficiales, que sitúan la tasa de paro urbano en el 5,9% y una reducción de las ofertas de empleo del 27% hasta marzo, así como una disminución de los ingresos disponibles en los hogares de un 3,9%. Son unas cifras que podrían alimentar el malestar social, el gran tema tabú para los líderes de Pekín.

Para superar esta situación y generar una "recuperación en V", como vaticinan los analistas más optimistas, al Gobierno chino no le quedaría otra carta que jugar que la de impulsar la construcción de infraestructuras. De momento, el régimen ha ordenado al banco central chino que haga uso de las herramientas necesarias para favorecer el crecimiento económico y varios gobiernos provinciales y locales han empezado a introducir medidas para reactivar la confianza de los consumidores, tales como el reparto de cupones para impulsar el gasto e incentivos para la compra de automóviles, sector considerado fundamental en la economía china, según la agencia Xinhua.

Las autoridades chinas confían en que estas iniciativas permitan a la economía del gigante asiático ser presa de una recesión el menor tiempo posible. Este optimismo es compartido por los expertos del Fondo Monetario Internacional, que estiman que China podría cerrar el año con un crecimiento del 1,2%, frente a las caídas de las economías occidentales.