Cuando Stalin mataba de hambre a los ucranianos

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Mayo 2022 / 102

Exterminio: Noventa años antes de la guerra entablada por Putin, Stalin castigó a los ucranianos por oponerse a su política privándoles de alimento y provocando la muerte de millones de ellos.

Desde hace 30 años, los ucranianos aspiran a la libertad y a una independencia nacional. Ello los ha llevado a ser dueños de su historia, hasta entonces elaborada y contada por la potencia dominante, la URSS. Y ha surgido el recuerdo de la gran hambruna de 1932-1933, el Holomodor (neologismo que significa eliminación mediante el hambre), calificado de genocidio en 2006 por el Parlamento ucraniano, en ese momento muy opuesto a Moscú. La mayoría de los historiadores ucranianos ven en el Holomodor tres elementos que permiten caracterizar ese crimen de genocidio: la confiscación de todas las reservas de alimentos de los campesinos durante unos meses decisivos (finales de 1932 y comienzos de 1933); el bloqueo de esos campos hambrientos; la demostración, gracias a diversos documentos, de la intención de matar de hambre a los ucranianos.

Pero, tanto en Ucrania como en otras regiones, el hambre estaba sobre todo causada por la política económica de Iósif Stalin fundamentada en una planificación que exigía unos aumentos de productividad inalcanzables, una industrialización a marchas forzadas basada en la industria pesada, y en la colectivización de la tierra para aumentar su rendimiento con el fin de alimentar a una población urbana e industrial en fuerte crecimiento.

Cuando les confiscan las tierras, los campesinos se ven obligados a ingresar en las cooperativas dirigidas por el Partido (koljoses) o en las granjas estatales (sovjoses). También es un medio de anular políticamente al campesinado, última clase que defiende la propiedad privada: es lo que el poder denomina la supresión de “los kulaks como clase”. Los kulaks son los campesinos ricos, es decir, todos los que tienen algo que perder con la colectivización. La resistencia es fuerte. Muchos campesinos son asesinados, deportados y azotados por la hambruna.

 Un niño desnutrido en Járkov, en 1933. Foto: Archivo Diocesano de Viena

En efecto, esta última está directamente ligada a las enormes confiscaciones previstas por el plan, que no tiene en cuenta que la cosecha de 1930 ha sido especialmente mala y la de 1931, muy por debajo de los imperativos del plan. El hambre afecta especialmente a Kazajstán, a las regiones del Volga y a Ucrania, todas ellas grandes productoras de trigo. 

1932: los ucranianos advierten a Moscú

Veamos lo que pasa en Ucrania: los historiadores conocen mejor hoy lo que pasaba que antes, cuando la información se basaba fundamentalmente en los testimonios de los exiliados; la apertura de los archivos hace 30 años les ha dado acceso a conocer lo que se tramaba en las altas esferas del poder y permite cruzar nuevas informaciones con esos testimonios.

Ucrania, Kubán y las regiones del Volga, los tres principales graneros, son especialmente requeridos para suministrar trigo a la industria. En 1931, a Ucrania se le confisca el 43% de su cosecha total y, por tanto, un porcentaje importante de las semillas indispensables para la futura cosecha. Y así se pone en grave peligro el porvenir.

Josef Stalin. Foto: Archivo Federal Alemán

En 1932, la situación de la población es dramática. El 10 de junio, dos de los más altos responsables ucranianos escriben a Stalin para alertarle sobre el hambre, que está extendiéndose, y sobre la necesidad de una ayuda urgente. Es más, uno de ellos tiene el valor de escribir: “¿Por qué ha provocado artificialmente el hambre? Teníamos una cosecha. ¿Por qué la ha confiscado? ¡Ni siquiera en el Antiguo Régimen se habría actuado de este modo! Prudentemente, acusa a los dirigentes locales de ser los responsables… aunque ellos solo han aplicado el plan de confiscación decidido en Moscú. 

Por toda respuesta, el 21 de junio, Stalin y su brazo derecho, Viacheslav Mólotov, envían a la dirección del Partido Comunista ucraniano un telegrama recordando que no se tolerará "ninguna disminución del plan de entregas previsto para los koljoses y los sovjoses, ni se concederá ninguna prórroga adicional".

Resistencia

Pero lo que más preocupa en las altas esferas es la resistencia del campo ucraniano. En 1932, de 1.630 disturbios registrados por la policía política, 1.096 tienen lugar en Ucrania. El 11 de agosto, Stalin escribe a su enviado especial en Ucrania, Kaganovitch: “Lo más importante ahora es Ucrania. Las cosas en Ucrania van lamentablemente mal […]. Si no abordamos inmediatamente el restablecimiento de la situación allí, podemos perder Ucrania […], hay que transformar Ucrania en el plazo más breve posible en una auténtica fortaleza de la URSS, en una república realmente ejemplar. No hay que escatimar medios. Sin esas medidas (fortalecimiento económico y político de Ucrania y, en primer lugar, de sus distritos fronterizos, etcétera) podemos perder Ucrania”.

Para Stalin, la amenaza procede de la vecina Polonia, que, en 1920, resistió a la invasión bolchevique; como para Vladimir Putin procede hoy de Occidente.

El hambre y las expropiaciones tenían como propósito anular políticamente al campesinado, última clase que defendía la propiedad privada

Hacer pasar hambre a los ucranianos que se niegan a someterse, llevar a cabo registros en los pueblos para confiscar cualquier reserva de alimentos, no acoger a los que huyen de la hambruna, deportar al gulag a pueblos enteros acusados de conspiraciones contrarrevolucionarias es el medio de que se sirve Stalin para acabar con la aspiración a la libertad que manifiestan los ucranianos desde la Revolución de 1917.  Su propensión a rebelarse contra su política económica ya se había puesto de manifiesto en 1930, cuando tuvo lugar la colectivización forzosa del campo: la mitad de las 6.500 revueltas registradas tuvieron lugar en Ucrania.

El hambre como arma

Muchos responsables locales del Partido se felicitan por los resultados obtenidos, especialmente debido al hambre, como el comisario de agricultura de Ucrania: “Constato —y es un motivo de satisfacción para nosotros— que los koljosianos, incluidos los hambrientos, están convencidos de que la única salida es trabajar concienzudamente, sembrando bien. Han terminado por comprender lo que es la fuerza del Estado […]. Gracias al hambre, se ha abierto camino una idea: solo el que trabaja honestamente para el Estado puede salir adelante”. Y son también los que se pueden beneficiar de un poco de ayuda alimentaria proporcionada por el poder.

En lo referente a Ucrania, el historiador Nicolas Werth  escribe: “El hambre, consecuencia directa, aunque evidentemente inesperada y aún menos programada, de una política, aumentó en Ucrania y en Kubán a partir del otoño de 1932 por la inquebrantable voluntad de Stalin de acabar, mediante el arma del hambre, con la resistencia campesina a la colectivización y por la colosal confiscación de las cosechas, especialmente importantes en esas regiones”. Y añade: “El dictador creía, además, que el campesinado constituía la columna vertebral del nacionalismo ucraniano, considerado, en ese momento de crisis económica y política, el principal obstáculo para la edificación del sistema estalinista y la consolidación de la Unión Soviética como nuevo imperio de naciones”.